El día que estuve a punto de morirme (en verdad no)

… y mi hermana no vino a ayudarme… (¡¡historia de terror en ciernes!!)

Una mañana de verano de hace no demasiados años. Seguía estudiando en Málaga, aunque como de costumbre, estoy echando el verano en mi casa, en Canena. Mi padre probablemente está en su huerto, o dándose unas vueltas en la piscina, y mi madre tal vez haciendo recados. Hace calor, balcones abiertos, luz entrando a raudales, sábanas cubriendo los tobillos. Yo sigo durmiendo en mi cama, y con total seguridad sigue haciendo lo mismo mi hermana en su cuarto.

Y entonces, el horror: ¡¡¡calambre en la pierna!!!

Nunca sabes cuando van a venir, y no recuerdo si fue el clásico de la pantorrilla, o el de la planta del pie. Lo que si recuerdo es que fue horroroso. Nefasto. Extenuante. Extraordinariamente doloroso. Otras veces me había encogido y retorcido del dolor, con esa horrible mueca y los músculos del cuello tensos. Sabeis lo que es, a todos nos ha pasado alguna vez. Pero esta vez fue más, esta vez no lo contuve, esta vez grité: grité como un verdadero hijodeputa, grité realmente sabiendo que quien me escuchara en la calle, se preocuparía. Como para llamar a la puerta y preguntar. Como para llamar a la policía, a una ambulancia, al ejército…

Vale, en lo último me he pasado, pero, ¿se trataba de un grito teatrero, exagerado, sobreactuado?: La-cabeza-de-los-cojones: dolió como mil demonios, fue un grito salido de las entrañas, sin ninguna voluntad de ser retenido. Mi padre ha sufrido cólicos nefríticos y le he escuchado gritar: algo igual de primario. Yo necesitaba gritar, necesitaba soltarlo, necesitaba ventear y desviar ese dolor. Y probablemente lo hice a propósito; sabía que el dolor remitiría en unos (larguísimos) momentos, pero quería que alguien se preocupara: quería asustar.

Y asustar concretamente a mi hermana: sabía que ella tenía que estar en su cuarto.

Y entonces el dolor remitió. Deje de gritar, recuperé la postura. Y entonces vino el silencio.
Porque yo esperaba, ESPERABA, que una voz temblorosa saliera del otro cuarto, preguntándome; “¿Rufino? (…) Rufino, ¿estás bien?”.

PERO ES QUE NO SE MOVIÓ NI CRISTO. Y yo *sabía* que mi hermana estaba ahí. Pues no, no pasó nada. Ni yo ni ella lo mencionamos cuando nos levantamos a la hora de comer, y aquella anécdota, aparentemente, cayó en el olvido.

(…)

Tuvieron que pasar años para que viniera a cuento, para que yo dijera ‘aquella vez’…. ‘Aquella vez que grité como si me estuviera muriendo, ¿me escuchaste?’.

¡Vaya que si me escuchó, la jodia! Claro que se despertó, con mis gritos, y claro que se le encogió el corazón al escucharme vocear de aquella manera. Solo que quedó a la espera. Con tanta luz por la mañana, ningún pensamiento terrorífico le vino a la mente (quien sabe si de haber sido de noche podría haber pensado que alguien había entrado en la casa y liado una slasher movie en pleno centro del pueblo), sencillamente, hizo la de Homer Simpson, y esperó-a-que-todo-pasara.
Y efectivamente, al minuto me callé. Y entonces ella pensó “parece que se ha callado”. Y le concedo, imagino, que esperaría unos minutos a ver si volvía a dar señales de dolor, o de vida. Quien sabe. O no. Lo mismo ni eso: se volvió a dormir, tal cual, segundos después de haberme callado. Niaaahh, se iba a preocupar ella, ni pollas… con sus veinte añazos entonces (aprox), preocuparse de si su queridísimo hermano estaba bien o no: que se dejara de mierdas y de quejas y de gritos y de mariconadas y la dejara volver a dormir…

Tener hermanos para esto. Algún día os cuento la vez que me dio un capirotazo en el ojo abierto. (Si ella quiere, también puede contar unas cuantas mías, claro… xD)

Venga, os invito a contar alguna con vuestros herman@s/prim@s, que seguro que teneis unas cuantas ;)

De cómo me convertí en ateo practicante. Parte 1: Religiones
"La ridícula idea de no volver a verte" (Rosa Montero, Editorial Seix Barral, 2013)

3 comentarios en “El día que estuve a punto de morirme (en verdad no)

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  2. Yo tengo una con mi hermana que me deja a mí como un malnacido, pero creo que la puedo decir. Yo tendría ocho años o así y mi hermana cuatro. Había pasado unos días malo, con fiebre, no sé si con una gastroenteritis o algo así. El sábado por la mañana mi madre me despertó y le dijo a mi hermana que viniese a darme un beso que estaba malito. Ella vino corriendo, tan contentan, con los brazos abiertos. Yo me incorporé, me vinieron unas nauseas horribles y en plan niña del exorcista le eché todo encima a la pobre. Cada vez que me acuerdo…

    • Jajaja, yo es que tengo miles que me dejan como malnacido, pero ninguna en plan asco, todas tipo en las que me paso, ella de repente estalla en lagrimas y yo empiezo la retahila “¡¡¡perdónperdónperdónperdónperdónnoselodigasamamánoselodigasamamánoselodigasamamá!!!” Lo dicho, que las cuente ella… xD

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