“Cosmos”, de Carl Sagan

“Somos el modo que el Cosmos tiene de conocerse a sí mismo”.

Carl Sagan.

 

Hace ya algunas semanas de esto. No hizo ni falta esperar a que entrara el horario de invierno (y con ello, tener que coger ya de noche el coche a la vuelta del trabajo), para que, mientras conducía de vuelta a Birmingham por la M42, apareciera cerca de donde se había puesto el Sol. Se resistió todo este tiempo, hasta que tocó una tarde de cielos despejados, para que una vez más se revelara, inconfundible, ese fulgurante punto en el horizonte. Hablo de Venus.

Venus

Ahí va a estar, Venus, insolente, acompañándonos en nuestras tardes/noches durante los próximos meses, mientras nos adelanta por el interior, como hace cada pocos años.

Pero, ¿Cómo puedo adivinarlo tan inmediatamente, sin referencias, y sabiendo que nunca está en un punto fijo? Bueno, me gustaría hacerme el misterioso, decir que es complicado y que hay un montón de variables, que hay que saber un huevo de astronomía, órbitas, geometría y toda la pesca…

En verdad, no. Bullshit.

Es tan sencillo como que un punto fijo de ese brillo, solo puede ser Venus. Y no hay más. Cabe añadir que siempre estará cerca de donde el Sol sale o se ha puesto, pero solo por su brillo ya es inconfundible. ¡Que hablamos del lucero del alba, algo que conoce cada hombre de campo desde tiempos inmemoriales!

Pero claro, ¿cuantos miran, miráis, regularmente aún al cielo?

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Nenas y nenes, prácticamente desde que puedo recordar, me ha gustado la astronomía. Todo esto de galaxias, supernovas, quasares, planetas gigantes sin superficie sólida, temperaturas gélidas y abrasadoras, periodos de tiempo y distancias inabarcables... Una historia de extremos que que desde niño abrazo sin ningún miedo, sino con profunda y visceral fascinación. Sin embargo ¿dónde, cuando descubrí esta pasión? Hasta hace unos días ni lo recordaba.

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Recuerdo sin embargo, y cristalinamente, el verano de 1993 siguiendo con mi padre desde la terraza de nuestra entonces recién estrenada casa, la evolución de Jupiter y Venus a lo largo de Julio y Agosto; y para entonces (yo tenía 10 años), ya me venía gustando todo eso de los planetas y las supernovas desde bastante tiempo antes. La imagen que veis arriba es de una conjunción mañanera de Júpiter, Venus y la Luna hacia Agosto de 2012.

En unos meses se estrenará el largamente publicitado ‘remake’ de Cosmos, presentado en esta ocasión por Neil de Grasse-Tyson, conocido payasete generador de memes (reconozco, ahora en serio, que es el divulgador científico más carismático vivo). Creo que, independientemente de que a nivel de conocimientos científicos la serie original aguante asombrosamente bien el paso del tiempo a pesar de tener más de treinta años, para cualquier obra de divulgación un lavado de cara siempre va a venir bien, todo por hacer el mensaje más atractivo a las nuevas generaciones. En cualquier caso y raíz de esto, en varias conversaciones en los últimos meses ha salido a relucir la serie original de Carl Sagan, y me cuesta trabajo creer que en 8 años escribiendo en aquí, no haya hablado sobre ella.

Y es que, es cierto que de mi infancia hay grabadas imágenes de  “2001: Odisea en el Espacio”, el interior de V’ger en “Star Trek” o el cortometraje “Powers of Ten” de Charles y Ray Eames que veis abajo…

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Pero no fue sino a raíz de esas conversaciones cuando al fin recordé que fue con Cosmos, de Carl Sagan, cuando, tal vez con cinco o seis años, fui secuestrado por la fascinación de ver la gestación de una protoestrella en el interior de una oscura nube molecular. Y ya nunca me pude liberar.

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Pero digamos, ahí quedó aquello, en mi infancia. Sin duda ‘Cosmos’ encendió la mecha de mi pasión por la ciencia, desde niño no hice otra cosa que acumular guías visuales sobre el cielo y el universo, sobre el espacio, el tiempo, sobre todo aquello que se podía saber sobre astronomía en los libros de la biblioteca. Y luego más libros, telescopios, Internet… Pero lo irónico viene cuando hace unos años a mi y a etringita se nos ocurrió volver a ver la serie.

Porque, tonto de mi, creía que poco que no supiera ya sobre astronomía podría aprender de una serie ‘divulgativa’ (lo que debería implicar un nivel básico y mascado) y que para colmo tiene ya treinta años largos. Además, ‘ya la había visto’, me decía…

POBRE ALMA CÁNDIDA, QUÉ EQUIVOCADO ESTABA…

Queridos lectores, voy a ponerlo en román paladino: si tuviera que recomendar a alguien una sola obra audiovisual de entre todas las que jamás se han realizado, lo tengo claro.

‘Cosmos’ de Carl Sagan es mucho más que un documental educativo. Es un viaje, una experiencia, un proceso de descubrimiento revelador y transformador; algo que, lo digo, debería de ser de OBLIGADO visionado no solo en cada escuela sino en cada casa, por cada niño, adulto y anciano.

Y es que Carl Sagan hizo el ejercicio de divulgación definitivo, aquel con el que se mide cualquier otro producto posterior. Acompañado de una inolvidable y bellísima música de Vangelis y de unos poténtisimos efectos especiales para la época, su capacidad de evocar, inspirar y sintetizar está aún por ser superada.

Orión, second attempt

Orión, hasta donde puedo con mis medios. Más información pinchando en la imagen.

Siento un conflicto, pues una parte de mi quiere decir que este mensaje caló tan temprano en mi porque sencillamente la ciencia está en mi forma de ser, en mis cimientos, pero eso sería arrebatar a otros la posibilidad de aprender y enriquecerse de este mensaje, un mensaje de humildad, curiosidad, honestidad y racionalidad; y de este modo de ver el mundo, la ciencia, que tanto puede aportar a nuestras vidas. 

(…)

Y preguntareis, ¿qué me aporta a mi la ciencia? ¿Qué me aporta saber que esa indiferente luz en el cielo de la tarde -no muy distinta a la de un avión aproximándose a su aterrizaje-es Venus? Por lo pronto me sirve para saber, para recordarme, digo más, para sentir, que aun estando a cientos de kilómetros de mi casa, realmente sigo en casa.

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La serie original se encuentra muy disponible y muy subtitulada en Youtube (vaya, que no teneis excusa para no verla). De hecho, ahí os dejo una lista de reproducción con la serie al completo :)

Nota: y no puedo dejar de enlazar este video, me parece descacharrante.

 

O cómo no hace falta irse muy lejos para ver claramente que la Tierra no es plana (1 de 2)

Bueno, a sólo 8 kilómetros de altura.
Al monte Everest por ejemplo, que está aquí a lado. Bueno, al lado si lo comparamos con el espacio exterior, en una órbita baja. Bueno… que me habéis entendido a la primera.

Bien, la verdad es que este post es una excusa para compartir la siguiente foto: la tomó en 1997 el alpinista Ed Viesturs en la que era su quinta ascensión al Everest. Cuando le pilló el amanecer a 8700 metros, vio lo que recoge esta imagen: la sombra del propio monte Everest, perdiendose en el infinito.

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Lamentablemente no encuentro la foto a más resolución, sería un fondo de pantalla o un poster para enmarcar legendario. Pinchando la imagen vais a la página de National Geographic.

Insisto en lo que no hace falta insistir: la foto es espectacular, me parece una verdadera pasada, por todo lo que supone su contexto, por su unicidad, por la propia belleza plástica de la imagen, y también, por unas cuantas lecciones sobre geometría y ciencia general que podemos aprender: esta foto, en si misma, demuestra que la Tierra no es plana.

Bien, todo esto viene de una pregunta que me vengo haciendo desde pequeño: ¿A qué altura hay que ascender para que se haga evidente la curvatura de la Tierra? Partimos de que la curvatura de la Tierra, de por sí, no es un concepto intuitivo. Con todo, y a pesar de lo comúnmente creido, los antiguos navegantes ya eran conscientes de este fenómeno (según navegaban al norte o al sur, unas estrellas u otras desaparecían del cielo nocturno), e incluso Erastótenes supo deducir con una precisión acojonante el radio terrestre. El hecho de que Colón llegara a las ‘Indias’ navegando hacia el este, o que Magallanes y Elcano circunnavegasen el globo, solo demostraba de forma práctica algo ya sabido entre gente medianamente ilustrada, y probablemente para cualquiera que se hubiera planteado seriamente la pregunta. Me imagino que preguntarse si la población general en el medievo era consciente o no de si vivían encima de un disco o de una esfera es concederles el beneficio de suponer que a lo largo de sus vidas llegaban a plantearse alguna vez dicha pregunta: supongo que bastante tenían ya con conseguir algo de cosecha y no morir por la peste… En fin, tal vez todo esto nos resulte ya solo anecdótico, si no fuera porque a estas alturas sigue existiendo la Flat Earth Society. Si. No es coña. Pero vayamos al tema.

Como decía, la pregunta es ¿Hasta dónde hemos de subir para ver claramente la curvatura de la Tierra? Es evidente que a nivel del mar, a efectos prácticos el horizonte que vemos es indistinguible del que correspondería a un plano infinito. Por el contrario, las imágenes hechas desde una órbita baja (entre 200 y 400 Km) demuestran sin ambigüedades la curvatura de la Tierra. La curvatura de la Tierra, evidentementemente, aparece como un efecto gradual, y para más dificultad, la atmósfera distorsiona, oscurece y difumina el horizonte (características geográficas aparte), por lo que, claro está, no se puede decir una cifra exacta a partir de la cual se hace evidente dicha curvatura.

Por todo ello, antes de entrar a saco al tema permitidme antes recordaros brevemente un poco de geometría.

Horizonte tierra plana

En una Tierra Plana e infinita, el horizonte astronómico, que es aquel que se aleja 90º de la vertical, y el geométrico (determinado por la superficie terrestre) coincidirían perfectamente, independientemente de la altura a la que nos encontremos sobre esta Tierra imaginaria. Esto se debe a que ambos elementos son paralelos, por lo que convergen en el infinito.

Horizonte tierra redonda

En una Tierra perfectamente esférica, el horizonte geométrico es una linea tangente a la superficie, uno de cuyos extremos depende de la altura a la que nos encontremos. Debido a esto, el horizonte geométrico y el astronómico solo coinciden en cota cero, esto es con nuestra cabeza sumergida en el agua hasta el nivel de los ojos.

A una altura pequeña, como la de una persona normal, la diferencia entre una Tierra esférica y una plana es insignificante. Pero en una Tierra esférica, tanto más ascendemos, tanto más van dejando los horizontes geométrico y astronómico de coincidir.

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Pues bien, hagamos el experimento tirando de Google Earth. Me he plantado pilotando un F-16 (pulsando Ctrl+Alt+A dentro del programa) en la pista de aterrizaje del Aeropuerto de Málaga. Viene de puta madre porque entre los datos en pantalla de la cabina hay un horizonte artificial, que corresponde al astronómico, y nos permite compararlo con el real.

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Me hallo al final de la pista, mirando hacia la costa. La altura sobre el nivel del mar es de tan solo 5 metros, y el horizonte astronómico (la linea 0) y el real coinciden perfectamente.

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Sin embargo, a apenas un kilómetro de altura, horizonte astronómico y real han dejado de coincidir. Con todo, el efecto es solo perceptible con instrumentación (la diferencia no llega a un grado) y sería disimulado por la atmósfera, pero una persona observadora probablemente se hubiera dado cuenta de otro efecto: la costa africana es ahora visible, mientras no lo era desde la costa.

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A la altura de un vuelo comercial (aprox. 11 km), el efecto, sin ser espectacular, está definitivamente marcado. No solo la visibilidad alcanza -idealmente- casi los 400 km, sino que la misma curvatura de la tierra se empieza a intuir, como que algo raro pasa. Lamentablemente desde las ventanillas de un avión no tenemos apenas visión del entorno, aunque es posible reconocer la curvatura tomando otras claves…

Algunas de esas claves las podemos encontrar en este efecto que tuve la fortuna de cazar en un vuelo de Málaga a Barcelona hace unos años.

Motor de Curvatura

Tranquilos, la distorsión del horizonte es fruto del ensamblaje del panorama, en la realidad la curvatura terrestre no es tan evidente. Pero las explicaciones, para la segunda parte ;)


Edición a 1 de Abril de 2018: Todavía no he publicado la mencionada segunda entrada, en buena parte debido a que el ‘debate’ sobre la Tierra Plana (si es que existe dicho debate), se nos ha ido de la mano a todos; debate que no existía cuando publiqué esta primera entrada y era más sosegado y calmado, y esto no era más que un ejercicio didáctico/divulgativo…
No obstante, si he escrito una entrada en Quora, respondiendo a algunas preguntas, que espero que os resulte interesante, hasta que publique la segunda (y tal vez tercera, y cuarta…) parte de esta serie.
¿Cómo se puede probar que el mundo es redondo para mí? ¿Cómo descubrieron los astrónomos de la antigüedad que la Tierra era redonda?
Espero que os resulte útil e interesante. Saludos!

¡Jupiter, nuestro heroe! (2/2)

Hora de retomar esto por donde lo dejamos. Recordad, hablabamos de que en 1994 el cometa Shoemaker-Levy 9 se estrelló espectacularmente contra Júpiter en un evento histórico para la astronomía. Pero inmediatamente algunos astrónomos comenzaron a manejar la hipotesis según la cual, el impacto de un cometa sobre Júpiter, más que tratarse de un hecho singular, se trataba de algo que ocurre sistemáticamente.

Visión artísitica del impacto de uno de los fragmentos del SL-9 contra Júpiter, en 1994. Crédito: Chris Butler/Science Photo Library

Es sabido que en el pasado Júpiter ha recibido muchos más impactos de cometas, incluso en tiempos recientes, algo que a priori no se hace extraño, al tener en cuenta su tamaño y su influencia gravitatoria. Pero la pregunta era ¿pasa esto a menudo, y cada cuánto?

La clásica: sales de la discoteca to ciego, no ves la farola, y pum…

Efectivamente, lo que no dejaba de ser una hipótesis aventurada, cobró especial fuerza en 2009: de nuevo un cometa, de características similares al SL9, se estrellaba contra Júpiter. Ni si quiera dio aviso, pues solo con la rotación natural de Júpiter un astrónomo aficionado (que son los que suelen descubrir estas cosas) observó marcas similares a las de 1994.

Y aunque de menos magnitud, volvió a pasar en 2010. Y de nuevo, hace unas semanas. (impacto este último al que corresponde el video que os mostré en el primer post, que probablemente impulsó al dibujante primero a hacer la viñeta, y finalmente a mi a escribir esto).

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Y tantas otras que se han podido escapar, pues la astrofotografía digital (y con ella la casi continua vigilancia del cielo por parte de aficionados) solo existe en estos últimos años.

Es decir, en apenas 15 años se han detectado dos impactos en Júpiter que en la Tierra hubieran tenido consecuencias catastróficas, y tantos otros que hubieran podido tener consecuencias locales devastadoras.

¿Y qué implicaciones tiene eso? Pues básicamente nos dice que tal vez Júpiter se dedica a ‘barrer el vecindario’, eliminando la amenaza de cometas y asteroides. Y que en caso contrario, tal vez dichas amenazas acabarían impactando contra la Tierra sufriría esos impactos, capaces de provocar extinciones masivas no cada decenas de millones de años, sino cada pocos cientos o miles de años.

Lo dije en la primera parte y lo vuelvo a decir: me flipan las ilustraciones de este tipo, Don Davis 

Un impacto cada pocos miles de años, si bien no hubiera impedido la existencia de vida sobre la Tierra (muchos biólogos creen que la vida en si no tiene porque ser rara en el universo, dadas las formas de vida tan extremas que ya conocemos aquí), si hubiera frenado de un modo muy serio el desarrollo de formas de vida complejas, definición que evidentemente nos incluye a nosotros.

Crédito: Don Davis

Además, hemos de tener en cuenta que en sus primeros comienzos la Tierra sufrió un bombardeo masivo de cometas, que fueron en gran parte los que nos han provisto de los océanos (pues los cometas son básicamente bolas de nieve sucia). Las órbitas de los planetas fueron complejas e incluso caóticas en los primeros tiempos, y cabe contemplar también la posibilidad de que en sus inicios Júpiter enviase un exceso de cometas hacia nosotros (justo al contrario que ahora), irónicamente colaborando con ello a crear aquí las condiciones adecuadas para el florecimiento de la vida.

Todo esto probablemente añade un factor más que colabora a la ‘habitabilidad’ del planeta Tierra, que se añade a tantos otros factores (como la existencia de agua, de una Luna que estabiliza el eje de giro o una magnetosfera que protege del exceso de radiación) que no contemplaba originalmente la famosa ecuación de Drake, usada para calcular -aunque nos tenemos casi que inventar las variables- ni más ni menos que las probabilidades de que consigamos contactar con otra civilización a lo largo de la existencia de la nuestra… Aunque para hablar de la ecuación de Drake y de su aparente paradoja, mejor lo dejamos para otro post.

Vamos, que Júpiter juega un papel vital en nuestro sistema solar como valedor nuestro. Igual que nos nutrió al principio, es el que para los golpes, nuestro guardaespaldas, nuestro protector. Y si no fuese por él, a la Tierra le pulsarían el botón de ‘RESET’ demasiado a menudo como para que aquí pasase algo interesante.

Crédito: Don Davis

En cualquiera de los cosas, la existencia de un ‘buen’ Jupiter es una razón más para darse cuenta de lo verdaderamente maravillosa que es esta nave espacial de roca y agua que pisamos ahora, probablemente la única que tengamos.

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Extra: traigo calentita esta imagen, que hice anoche mismo a eso de las 3 de la mañana. No es gran cosa, pero dado que es mi primer intento mi segundo intento de recoger la nebulosa de Orión (aquí en el centro de la imagen), creo que no está mal del todo. Sobre todo porque, ahora si, no es más que el primer intento con la reflex, a la que sé que puedo sacar mucho más jugo.

Orión Belt, first attempt

La foto está tomada a pelo: con el objetivo 18-55 que viene con la cámara (bastante modesto), hice 20 tomas fijas con un trípode, de 8 segundos cada una (aunque incluso en 8 segundos se aprecia el barrido de las estrellas). El truco está ahora en el postprocesado: apiladas y alineadas manualmente en Photoshop para rebajar el ruido, de forma un tanto tosca, y luego tocando un poco los niveles y las curvas. Tened en cuenta que imágenes mucho mejores se consiguen con webcams, así que tirando de software especializado como Registax, APT o DeepSpaceStacker creo que puedo conseguir cosas bastante más decentes con el hardware que ya tengo. Eso si: aún tengo que aprender a usarlo.

 

  • EXTRA 2:

Y aquí tenéis un segundo intento

Orión, second attempt

Más información, pinchando en la foto.

¡Jupiter, nuestro heroe! (1/2)

Todo esto viene de que me encuentro, de coña, esta viñeta en FinoFilipino (cuyo origen es Timecowboy)

Con muy pocos elementos y mucho estilo, el dibujante crea un tipo de viñeta diferente que huye de los memes, de buscar el chiste o el golpe fácil (que cuidado: a mi me encantan), sino que sencillamente transmite buen rollo, del que arranca una sonrisa. Pero en este caso tiene un añadido: es que además, lo que cuenta es probablemente verdad.

(Volveremos a este video…)

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No sé si los más jóvenes* tendréis alguna noción de ciertas cosas que pasaron en nuestro gigante compañero en 1994, el caso es que yo las recuerdo muy vívidamente. Empezando por como me enteré: un ejemplar de la Muy Interesante en 1993 me revelaba que en unos meses un cometa se estrellaría contra Jupiter.
(*y más mayores, hey, que esto salió de forma prominente en las noticias, espero que al menos de algo os suene lo que voy a contar) 

Y esta era exactamente la imagen que ilustraba, en un recuadrito, la portada de la ‘Muy Interesante’, lo que pasaría en unos meses. Si es que hasta recuerdo ese 3D cutrecillo y el efecto ‘flare’ de Photoshop 3.0…

Por aquel entonces todo aquello realmente me fascinaba (si es que ya no lo hace), y durante varios meses compré la revista para ver como evolucionaba aquella historia. Se daba la circunstancia de que por aquel entonces también acababa de leer ‘Tintín y la Estrella Misteriosa’, y además, estaban especialmente de moda los dinosaurios, y con ellos, las distintas explicaciones de su extinción.

De más o menos el mismo tiempo que el Shoemaker-Levy 9, recuerdo cristalinamente esta ilustración de Don Davis ilustrando un reportaje en un semanal: me tenía enamorado esta imagen.

 

De hecho, tanto me fascinaba, que lo escogí como tema cuando tocó escribir un pequeño cuento ilustrado para la escuela.
Si si, un cuentecito con dibujos, que contaba la historia de un astrónomo aficionado, su amigo el kiosquero, y el primo de este, que era ‘científico’ y decía conocer ‘un método’ para desviar un cometa, no recuerdo ahora si basado en un láser o en ‘ultrasonidos’ (en el vacío interestelar, ¡bien!), y salvar con ello el mundo. Aquel libreto se llamaba, muy originalmente, ‘El cometa’. Y todo esto, años antes de que Bruce Willis y Robert Duvall se dedicaran a perforar asteroides y cometas porculeros, un verdadero visionario… ¬¬

El Cometa El Cometa

(…)

Pero no me quiero liar más hablando de dinosaurios, ni de Tintin, ni de la imaginación de un niño de 12 años: sino del Shoemaker-Levy 9: un cometa (o más bien, un reguero de trozos de cometa) destinado a acabar su existencia en la profunda atmósfera de Jupiter. Recuerdo llegar a leer titulares cataclísmicos tipo ‘¿sobrevivirá Jupiter?’, cuando en realidad a aquella historia le tocaba acabar en rasguño, pero, ¡menudo rasguño!

Dado que el cometa impactó en la parte nocturna, no quedo otra que esperar a Júpiter rotase para ver los moratones que el Shoemaker iba dejando, y menudos moratones…
(Imagen invertida, el polo sur está arriba a la izquierda)

En el ‘collar de perlas’ que el cometa iba dejando en Júpiter, cada marca era de un tamaño similar a la Tierra, y sin duda si cualquiera de aquellos trozos hubiera impactado contra nosotros no solo hablaríamos de la segura destrucción de nuestra civilización, sino de poner en un serio aprieto la misma existencia de la vida.

Imagen en infrarrojos, donde se observan las marcas de calor dejadas por el cometa

Cuando Eugene Shoemaker finalmente supo que el cometa, uno de tantos que había descubierto junto a su su esposa Carolyn y su colega David Levy, se estrellaría con Jupiter, se sintió tremendamente afortunado, sabedor de que una vida entera dedicada a cazar cometas tendría su culminación presenciando un evento no solo generacional, sino que tal vez ocurría una vez cada varios milenios.

Pero, ¿estaba Eugene en lo cierto? ¿Se trataba de un evento realmente tan inusual? ¿O todo se debía a que sencillamente por primera vez en la historia teníamos las herramientas para observarlo y estudiarlo en detalle?

Continuará…

Hasta siempre, astronauta Neil

Ayer murió Neil Armstrong. El primer hombre que pisó la Luna. Con su despedida, encuentro la más palpable muestra de que se nos está yendo una generación única, y que con ella se nos escapa un sueño, un sueño grande que nunca agarramos bien fuerte, que estamos dejando escapar.

Un sueño compartido. Y un logro. Que cada vez queda más lejos (tal vez no tan compartido como el sueño), pero si un gran logro, sin lugar a dudas. Qué digo grande: gigantesco. Épico. Una de las cosas que mejor habla de nosotros como humanos, uno de los logros más grandes conseguidos en tiempo de paz (aunque no se puede olvidar que tras ese logro subyace una guerra) y tal vez de todos los tiempos, y desde luego, una de las aventuras más grandes de la humanidad: poner un hombre en la Luna.

Tanto como nos gusta compartir las medallas (fue una aventura financiada netamente por los EE.UU. aunque solemos hablar de ello como un logro ‘de la humanidad’ – algo a lo que tampoco me apetece renunciar dada la belleza de ese concepto), nos gusta también recordar un solo nombre: Neil Armstrong.

Neil, en una de las pocas fotos en las que se le caza sonriendo de oreja a oreja. En este caso, después de completar con éxito una misión. Acababa de caminar sobre la Luna.

Alguien a quien se le recuerda por su inmensa templanza y tranquilidad frente a situaciones tensas (apenas se le aceleró el pulso cuando solo le quedaban 25 segundos de combustible para no estrellarse contra la superficie lunar), así como huidizo de cámaras y autógrafos, que rechazaba su papel de estrella, y por encima de todo, humilde:  siempre insistía en recordar que él era solo uno más dentro de un gigantesco equipo.

Y sin embargo, su nombre quedará para siempre esa pléyade de nombres que se enseñan en las escuelas de primaria, junto a nombres como Colón, Magallanes o Amundsen.

Pues el hecho de que fuese Armstrong el primero se trataba de un hecho casi aleatorio. Pudo haber sido Buzz Aldrin. O ninguno de los dos, si hubiese fallado aquel Apolo 11. Coincido por lo tanto con lo que él mismo sostenía: es injusto olvidarse no solo de los otros 10 hombres que también pisaron la Luna, o a esos otros -pocos- astronautas que también abrieron ese camino (y que incluso perdieron sus vidas), sino a -tantos- ingenieros, científicos, administradores… hasta medio millón de personas que en el momento en el que el programa Apolo tenía su mayor extensión trabajaban en la NASA o en empresas subcontratadas, que consiguieron, entre todos, ese gran logro, ese pequeño paso para un hombre y gran salto para la humanidad.

Y sin embargo no lo hemos vuelto a hacer. Hace cuarenta años que no salimos de la Tierra. Y la gente que sabe como hacerlo se nos está yendo. Está desapareciendo una generación de pioneros que va a desaparecer sin ver como nadie recoge su testigo. Personas con unos conocimientos únicos, conocimientos que no se adquieren en los libros de texto o en la universidad, conocimientos que no solo costaron dinero adquirir, sino una cantidad de trabajo, esfuerzo y sobre todo talento enormes. Mucha gente se pregunta cómo fueron capaces de ir hace cuarenta años, cuando lo que yo me pregunto es si sabríamos ahora volver a hacerlo.

 

“Recuerdo que un día alguien me dijo: “¿Sabes que Neil tuvo que ejectar del vehículo de entrenamiento de alunizaje esta mañana?” Yo dije que era imposible, pero ellos dijeron que era cierto. Así que fui a preguntarle y estaba como si nada: “Dicen que saltaste en paracaídas del vehículo por la mañana” y él dijo “Sí”. Fue todo lo que dijo. ¡¡Estuvo a punto de morir, y sólo dijo eso!!”

Alan Bean

 

Pero ahí estaba Neil, él y sus nervios de acero. Astronauta. Uso esta palabra porque la considero el mejor de los cumplidos, lo mejor a lo que puede aspirar una persona. Perteneciente a la élite entre la élite, y con el valor necesario para montarse encima de un artilugio relleno de miles de toneladas de explosivos. Todo por alcanzar un sueño: llegar a donde nadie ha llegado nunca.

 

Neil, contigo se va otro, el primero que caminó sobre otro mundo, otro de esta generación de personas únicas, de héroes, de gigantes.

Hasta siempre, y gracias. En las estrellas estés.

 

“In The Shadow of the Moon” (2006)
Aunque Neil Armstrong no aparece entrevistado, sus compañeros, ancianos todos, comparten sus experiencias y recuerdos sobre aquellas misiones, sobre cómo era caminar sobre la Luna, y toda aquella época. Todo ello acompañado con bellas imágenes y música. Documental tan sobrecogedor como imprescindible.