Inmortales


Nota: para una vez que hablo de futbol, me voy a explayar :D

(…)

…y cuando ganamos la Eurocopa se decía ‘tenemos un equipo joven al que solo le queda ganar experiencia, dentro de dos años, a por el Mundial

La de cosas que se dicen xD

Eso pensaba yo, también sin entender mucho de fútbol. Y luego perdimos contra Suiza y agriamente nos reíamos de Zidane… es inevitable pensar que algo de razón tenía.

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Inmortales. Tal vez suena muy pretencioso, excesivo, aunque me quise imaginar que lo mismo algún periódico apostaría por este titular, pero todos han apostado por frases más conservadoras e ‘informativas’: Campeones del Mundo. Un titular demasiado épico, quizás, ya que no hemos ganado por goleada, aunque nos lo hemos merecido no nos hemos impuesto, sino que lo hemos conseguido de forma angustiosa, dura, en el último minuto, rascando gol a gol con martillo de gemas. Pero sabéis a que me refiero. Ya desde pequeños nunca nos han parado de narrar aquel gol de Zarra frente a la selección inglesa en los mundiales del ’50, una época en la que aquello solo se escuchaba por radio, cuando a la vuelta al aeropuerto los jugadores eran recibidos por seis o siete personas. Otros nombre se olvidarán, otras alineaciones, otras selecciones, pero nunca nadie olvidará a Casillas, a Villa, a Puyol, a Xavi, a Ramos, a Torres, a Reina, a Xavi Alonso, a Cesc, a Piqué… a Del Bosque… y desde luego a Iniesta. ¿Alguien de esta generación y de las siguientes olvidará estos nombres? ¿No nos encargaremos de repetirlo, de contárselo a nuestros hijos y nietos?

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El pasado domingo millones de personas en España y en el mundo estaban frente al televisor y otros tantos millones frente a pantallas en la calle instaladas por ayuntamientos, viviendo un acontecimiento único, esperamos que no irrepetible, pero inigualable: ver a la Selección Española ganar por primera vez un Mundial de Fútbol. Y yo estuve allí, en Madrid, en Colón, con un calor y sobre todo una sed inenarrables, viviendo esa energía, ese evento único, imposible encontrar algo parecido, capaz de generar tanta felicidad, en tanta gente, al mismo tiempo.

Pero vaya ¿qué pintaba yo allí, si no soy nada futbolero?

Sencillo: allí iban a estar mis amigos. Con ellos he compartido todos los partidos de este mundial y por supuesto todos mis años en Málaga. Pero respecto al fútbol…. no es que no sea anti-futbolero en plan ‘estoy hasta la polla’. En general ni me va ni me viene, y sumad que soy nulo para los deportes, ni para seguirlos, ni para practicarlos (aunque lo último parece que este año lo estoy remediando, pero no me saquéis de correr, nadar y pedalear). Lo que no quita a veces se me contagie la fiebre y algunos años me haya visto todas las carreras de la F1, y por supuesto, seguir a España en los mundiales de fútbol.

No soy futbolero, pero los mundiales en mi casa se ven. Punto. Los mundiales de fútbol son algo gordo, gordo de verdad. Si, más gordo que las Olimpiadas, lo siento. Y también lo siento por el ciclismo, el tenis, el baloncesto, la F1 y Moto GP, todos ellos deportes que quedan ahora más que nunca en segundo plano, en los que demostrado está que podemos partir y de hecho partimos la pana.

Volviendo al fútbol, en mi casa la más futbolera es mi madre, es ella la que, de vez en cuando, nos obliga en la cena a ver un ratillo algún partido de fútbol. Ni a mi hermana, ni a mi, ni a mi padre nos suele interesar. Un Madrid-Barça, bueno, si encarta se ve, y si lo veo con amigos lo puedo encontrar disfrutable, pero ya digo, no pierdo el sueño por verlo. El futbol son 22 tios corriendo detrás de un balón. Un deporte bastante aburridillo. Los estadounidenses bien lo saben, a ellos les gusta la brutalidad de su propio football y la velocidad del baloncesto. Piensan del nuestro futbol, del soccer, que es una cosa lenta, para niños, sin el mismo octanaje ni adrenalina que tanto les gusta a ellos, un deporte a la europea. No se si la palabra que le va para definir el fútbol es ‘elegante’, pero si más contenido, más liviano. Pero ahí estabamos en mi casa en los mundiales del ’94 pegados a la pantalla: por una vez eran los EE.UU. los que se veían invadidos por una cultura ajena, eramos nosotros, los europeos y sudamericanos, africanos y asiáticos, los que entrabamos allí a demostrarles lo que valíamos. Para mi los mundiales eran eso: una de las mayores expresiones de comunión pacífica entre culturas, de nuevo con permiso de las Olimpiadas, jugando el deporte que más pasiones mueve. Y cristalinamente recuerdo la ocasión perdida de Salinas y la nariz rota de Luis Enrique, así como recuerdo el ridículo a pesar del 6-1 frente a Bulgaria en Francia ’98, el gol robado a Morientes en Corea ’02, y la agonía frente a Francia en Alemania ’06.

Pero, hey, yo nunca me he quejado del fútbol del día a día, el de la Liga y la Copa del Rey. El fútbol tiene mucho de frikeo: tiene mi simpatía. Soy el primero que entiende la pasión y el amor a esas cosas abstractas, a ese frikeo inútil que te permite evadirte, que te permite compartir esa pasión con otras personas. Lo mismo unas películas, una saga de libros, un cantante/famosete o un Dios, que un equipo de fútbol. Algo un tanto elemental, plano, de muchedumbre y de pasiones, un alimento ligero para el intelecto. Mentes elevadas tienen a menudo el fútbol como algo estúpido, algo de hordas, propio de la estúpida plebe: Javier Marías se entrevistaba con Iñaki Gabilondo hace unos días para hablar de fútbol (no consigo encontrar el video) y entre otras muchas cosas interesantes contaba como entre los intelectuales de su generación fueron muchos los que debían mantener oculta su afición al fútbol, por ejemplo justificandose como ‘invitados’ o ‘acoplados’ cuando alguien les sorprendía entre el graderío. Pero hablaba del valor literario del cabezazo de Zidane a Materazzi, que hará revisitar ese momento una y otra vez en la historia; hablaba de la dignidad en la derrota, normalmente mucho más presente que en la victoria (en la tele vi luego algo tan feo como quemar el mismo féretro de cartón con la bandera de Holanda pintada en él que vi cerca mía en Colón). Una de las virtudes más grandes que tiene el deporte es la de unir, en la victoria y en la derrota, algo de lo que muchos ya entendéis y solo ahora estoy empezando realmente a darme cuenta del valor que tiene. No entiende de clases sociales, de origen geográfico o de culturas. Te puedes encontrar a un barrendero hablando con un banquero sobre futbol como lo más natural del mundo. Eso no tiene precio.

Contaba hace solo un par de post que nunca he vivido la pasión y la energía que emana la muchedumbre en estos momentos de alegría colectiva. Eso, ya digo, se acabó para mi el pasado domingo. Soy el primero que bendice las bondades del sofá, del aire acondicionado y la pantalla de 37 pulgadas, pero si alguna vez había que pasar calor y agobio, no me importaba que esa ocasión fuera la del domingo. Tenía ganas de vivir esa experiencia. Efectivamente, pasamos un calor del carajo, mis piernas imploraban tregua después de horas sin moverse del sitio, la boca se me volvía pastosa ya a los pocos minutos de empezar el partido una vez agotadas las reservas de bebida, mi vejiga no tardó en empezar a sacarme tarjeta amarilla, no vimos todo lo que quisimos debido a cabezas, brazos alzados y banderas agitandose a pesar de estar a una distancia moderada de la pantalla gigante, y por supuesto, no escuchamos una mierda de los comentarios debido, entre otras cosas, a esa arma de destrucción masiva llamada vuvuzela. Dicho esto, sin duda digo que mereció la pena estar allí. La sed ya se me ha olvidado, solo recuerdo la energía. Ya me descargaré el partido en HD para verlo y analizarlo tranquilamente. Vivir aquello, sentir aquella explosión, porque no hay otra palabra, aquel estallido de energía cuando Iniesta nos pilló ya por sorpresa a todos, desganados y desatentos, cuando ya nos haciamos a los penaltis, cuando ya empezabamos a contemplar la posibilidad de la derrota…

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Cuando en la final quedamos solos contra Holanda, tenemos a medio mundo, ¡medio mundo! pendiente de nosotros, y me gustaría saber cuantos preferían que ganasen los holandeses y cuantos nosotros. Supongo que el mundo sajón con ellos, igual que el latino con nosotros. Con Sudamérica de nuestra parte (y eso que nos hemos cepillado a tres de ellos), que hasta donde sé, no guardan mucho rencor a la ‘madre patria’. Quiero creer que la afición africana también estaba de nuestra parte (no nos tienen la misma tirria que al resto de potencias coloniales, mientras que Holanda fue una, y no de las suaves). Y me gustaría saber en Asia que opinan, que simpatía generamos. Pero todos los que estaban viendo esa final debían de tener una preferencia, millones de personas pensando para bien o mal en nosotros. Ahí si te sale, como nación, la querencia de protagonismo. Ese morbo que nos da vernos en las portadas de periódicos extranjeros, algo que no vemos por buenas razones desde el 92. Somos protagonistas, y por una gran razón.

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Tal vez otras generaciones tienen una noción grande de España, pero la mía la tiene por los suelos. Yo y casi toda mi generación tenemos un complejo de inferioridad del copón. España no vale una mierda, no tiene futuro, no somos nadie. En ese sentido, carentes de identidad. A mi como a tantos, me da vergüenza sacar una bandera de España, y no tanto porque la identifique como algo un tanto facha, sino porque pienso ¿ORGULLOSO DE QUÉ?

Como dice el personaje de Federico Lupi en Martin Hache, mi patria es la gente a la que quiero, mi familia, mis amigos, el cariño que tengo a los sitios donde he vivido, pero por lo demás me siento tan cercano a un valenciano como a un lituano. Odiados por algunos de los de las periferias, elevados e idolatrados hasta el cansinismo y hartazgo por otros cercanos al águila, a mi entender mucho más peligrosos (y de los cuales me siento efectivamente mucho más saturado, si de lo que se trata es de estar harto de). Somos una vieja gloria, pero basta conocer un mínimo de historia para saber que como todo imperio, una codiciosa potencia dañina, la nuestra es también una historia de patanería, incompetencia, sufrimiento, sudor…; ¡Que buen vasallo, sí tuviera buen Señor! (y por supuesto sangre y lágrimas, pero es ya otra historia). ¿Me preguntas por nuestras señales de identidad? ¿La fiesta? ¿La siesta? ¿La cocina? Por mi, de puta madre, las pongo en práctica todas, pero -quitando la última- como identidad, como orgullo, imagen de marca que se dice ahora, no es para lucirlo mucho, la verdad. ¿La falta de seriedad, de puntualidad, de productividad, tal vez? ¿¿La picaresca?? Se me desencaja la cara. Y sobre toros y el flamenco guardaré un silencio de cortesía. Historia, arte, hemos sido grandes, sin duda, pero son solos sombras de un pasado mejor. Y ciencias… de nuevo mi silencio lo dice todo. Orgullo patrio, en mínimos: de verdad, se me ocurrían muy pocas razones para sentirme orgulloso de ser español. Quitando precisamente una razón, los deportes, y eso casi solo existe desde el ’92: por suerte, en ese sentido, esta victoria solo corrobora de lo que somos capaces. Y ya he dicho lo deportista que soy al principio…

Pero hablamos de fútbol, hablamos de la proyección que tiene este deporte y de la imagen que damos. Poco nuevo digo al recordar que con esta victoria demostramos otros valores: la perseverancia, la paciencia, la constancia. El realismo y el tener los pies en el suelo, el no fliparnos: el punto Sancho Panza que me dice un amigo mio. No si si eso es característico de los españoles pero me parecen unos valores muy positivos. Así, ahora que me voy al extranjero, no tengo ningún problema en lucir los colores del lugar de donde vengo.

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Además, a diferencia del resto de deportes (con la excepción del baloncesto y el waterpolo), también como tanto se ha insistido ya, ha sido un logro de equipo. Me cansan mucho los nacionalismos, y tanto o más los centrípetos como los centrífugos. Todo es siempre crispación, insulto, tensar la cuerda. Luego las encuestas y las estadísticas lo demuestran: son pocos pero ruidosos. Pero pocas veces aparece una verdadera fuerza para compensar el desentendimiento, para la concordia, para la noble, inocente y pura unidad; para el abrazo y la comunión, la alegría y felicidad colectiva. Un logro contra la incomprensión, el odio, la falta de comunicación; por el diálogo y entendimiento. Un logro de todos juntos: vascos, valencianos, navarros, canarios, asturianos, madrileños, castellanos, manchegos, riojanos, andaluces y catalanes.

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Volviendo a lo que decía Marías, hay dignidad en la derrota, pero no se ha visto lo contrario en nuestra victoria. No se respiraba mal rollo, ni revanchismo, ni un os jodeis contra nadie, cero peleas, cero Samur ni policía nacional (quitando lipotimias y comas etílicos, jeje). Quitando el incidente del feretro, como mucho se percibía una sensación de derrota merecida ante tanto arte marcial, pero nada de pisoteo asqueroso al vencido. Tal vez tampoco había tiempo ni ganas de recordarles: solo de beatificar al puñetero pulpo, de emborracharnos, por supuesto literlamente, de nuestra propia alegría. Si alguien empujaba a alguien y caia, le echabas la mano, decías lo siento y rematabas con un ¡campeones! y casi os fundíais en un abrazo.

Así es casi imposible no contagiarse de esta fiebre roja. Comprendo -y compadezco- a quienes no se han contagiado, o no se quieren dejar contagiar: en cualquier caso sé bien como de saturados pueden estar. Pero no queremos bajar de la nube. Se preguntan periodistas si es posible que en un país como España, donde tenemos probablemente la mejor Liga del mundo, aumente todavía más la afición por este deporte. SI, respondo con mayúsculas: AQUÍ ME PRESENTO COMO AFICIONADO AL FÚTBOL… aficionado huérfano de equipo. ¿Tal vez el Barça, por el gusto de seguir viendo casi a los mismos jugadores, casi el mismo (precioso) estilo de juego? ¿Del Real Madrid, por seguir la inercia de la masa? ¿Del Atletico de Madrid, que como bien me demuestra Eulez en los enlaces de su comentario tiene una de las mejores hinchadas? El problema es que todo sabe ahora a poco, volver a oír hablar de fichajes, del trapicheo veraniego, de volver luego cuando empiece la temporada a ver como el fútbol se come la mitad del tiempo de las noticias y la totalidad del tiempo dedicado a deportes… del asquete que, ahora si, me ha dado siempre esa parte, esas estériles rivalidades, esa evasión que no es evasión, sino que lo ocupa todo… Soy aficionado, que digo aficionado, soy un enganchado al fútbol, a esa fiebre y hermandad que provoca. El problema es que la fiebre a la que estoy enganchado se da solo cada cuatro años, y no me conformo con menos.

Pero allí estuvimos, después de largas horas de pie, viendo un partido, hay que reconocer (como casi todas las finales) un tanto aburrido, desganados ya, poco atentos después de tanta prorroga, de tanta patada, de tanta apatía. Mundo (mi amigo Raimundo) lo pronuncia en voz alta: «No me lo puedo creer. Vamos a perder». Ruben está detrás mía y me resopla repetidas veces en la nuca: creo que está bromeando, pero no es así, sencillamente le falta aire, no puede con su vida. Es la cuarta vez que lo digo, pero añadid que nunca había llegado al estado de sed que tenía en esos instantes. Ni estaba mirando la pantalla. Apenas vi la progresión de la jugada, apenas centré mi atención en la pantalla gigante unos segundos antes de que los dos conjuntos de partículas impactasen a velocidades próximas a la de la luz, liberando petajulios de energía. Jabulani e Iniesta los llaman unos, yo lo llamaría con total tranquilidad Big Bang. Gol. El mundo estalla. ¿Me lo tengo que creer? ¿Ha subido al marcador? ¿No ha sido fuera de juego o alguna mierda por el estilo? Fabrica de destruir gargantas a toda máquina. ¡Ostia! ¡¡Ostia!! ¡¡¡OSTIA!!! ¡¡¡¡¡OSSSSTIAAAAAAA!!!!!

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A partir de aquí faltan palabras. No nos lo creemos. Estamos viviendo historia. Nos abrazamos. Brotan las lágrimas. Todavía quedan cuatro minutos. La pantalla es imposible verla. Los holandeses están hundidos, pero no debemos cantar victoria. Nuestros jugadores lloran también con mucha más razón que nosotros. ¡Vamos, que acabe ya! Joder, ¡vamos a ser campeones! Coño, el pusilánime del árbitro mete otros dos minutos. ¡Pita ya final! ¡Pita ya! ¡Pita yaaaa! ¡Lo ha pitado, lo ha pitado! ¡SOMOS CAMPEONES! ¡¡¡¡SOMOS CAMPEONESSS!!!! El mundo estalla de nuevo. Toma megatones. Se lia parda, a tomar por culo las vallas: nos metemos en la fuente de Colón. España se pone en órbita de un salto. Todavía queda la tercera detonación: Casillas levanta el trofeo. Mi garganta tiene más vidas que un gato. ¡Fiesta, fiesta, fiesta! ¡¡¡¡¡SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO!!!!!!

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Y te lo repites varias veces a lo largo de la noche. La mia fue más una panzá de andar buscando y esperando disgregados más que verdadera fiesta, pero cada vez que te lo recuerdas, sencillamente no te lo crees. Recordarselo a uno mismo cada pocos minutos provoca felicidad. Si algún superguerrero hubiese llegado esa noche a la Tierra, a España, se hubiera asustado al ver las lecturas de su detector: esa energía colectiva es inigualable, no me canso de decirlo. De nuevo ¿qué otra cosa puede provocar tanta felicidad, de forma unánime, en tanta gente, y al mismo tiempo? Alegrías las hay más grandes en la vida (pero también hay que reconocerlo, no de un orden de magnitud distinto), pero te afectan a ti, a unos pocos, a tus cercanos. A nivel global, la misma sensación de euforia, tal vez se vivió cuando se llegó a la Luna, tal vez cuando se acabó la Segunda Guerra Mundial (me viene a la cabeza la famosa imagen en Times Square, pero hablamos de una cosa muy, muy distinta) ¿Cuando hemos vivido los españoles algo parecido? ¿Se celebró así la muerte de Franco? Supongo que eso quedó puertas adentro. ¿La entrada en la democracia, el refrendado de la Constitución? Psche, bueno. Tal vez la victoria de los socialistas en el 82, y seguimos sin hablar de una alegría incuestionablemente unánime. ¿Fue así cuando la Expo, cuando las Olimpiadas? Tal vez es lo que más se aproxima, y daos cuenta que volvemos al deporte. No me vale decir cuando el Madrid ganaba cada copa de Europa, eso no era celebrado por cada español, aunque reconozco que puede acercarse. Vale, el gol de Zarra, la Eurocopa del 64, y por supuesto la de 2008, que si que la vivimos y tenemos fresquita. Y sigue sin acercarse a la magnitud de lo de este logroSolo el deporte puede conseguir algo así. Pero nunca volverá a ser igual. Algún día posiblemente volvamos a conseguir otra Copa del Mundo. No será lo mismo. Solo esta se ha sudado tanto, solo esta se ha deseado tanto, solo esta es la primera.

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¿Es el futbol un deporte de 22 tios corriendo detras de un balón? Lo que he visto no es eso: lo que he visto es un deporte… que mueve millones de personas. Con lo que he vivido me da igual que sea un deporte que pueda a veces ser aburrido. Lo que uno vive, lo que uno siente, lo que uno comparte, es lo que de verdad cuenta.

(…)

::Galerías y articulos::

El beso de Casillas a (su) Diosa
Abrazo de Casillas, Puyol y Valdes
Fotos (fotazas) del Mundial
Te quiero, España
El Gol de Iniesta desde todos los ángulos
El Álbum de La Roja, por Sciammarella
Recopilatorio de tiras cómicas de Eulez
La falacia de la rivalidad entre intelectualidad y futbol
El gol de Iniesta (texto)
Fotos propias

L'Aubergue Espagnole
Y ahora ¿qué?

8 comentarios en “Inmortales

  1. nos mereciamos una alegria colectiva asi de grande, hay que quitarse los complejos de una vez. El futbol ha sido el catalizador, algo ha cambiado en nuestras mentes gracias a 22 tios detrás de un balón, a veces no todo tiene una explicación lógica, es así, y punto.

  2. Jejeje, ya veo que lees mis elementos compartidos…

    Mucha, muchísima razón en todo lo que dices. La verdad es que para no ser futbolero, destacas por la pasión con la que describes el acontecimiento. Por cierto, si no tienes equipo ¿por qué no te haces del Atleti de Madrid? ¿Viste esto: http://eulez.blogspot.com/2010/05/no-pudo-ser-el-doblete.html ? La celebración de los atléticos, habiendo perdido 2-0 la final de Copa silenció a los del Sevilla. Fue un momento espontáneo alucinante.

  3. Dick, yo también lo espero, no solo que esto haya cambiado un poco nuestras mentes sino que tampoco sea flor de un día. Espero que sus efectos sean a largo plazo, que sirvan de verdad para algo.

    Eulez, claro tio, leo, aunque lo deje eternamente para ‘ya comentaré luego’ :p
    Y ya, ya sabes el video ese que he enlazado, el del republicano y el nacional, el Atleti entre otras cosas bien se ha currado siempre unos anuncios del carajo, con el video q pones en tu post los pelos se ponen de punta, sabiendo que han perdido.

  4. Gracias, gracias. No puedo decir nada más. Yo soy futbolero desde que tengo uso de razón y no podría haber expresado mejor todo lo que ocurrió en la final, creo que ese día todos os sentimos como explicas aquí. He terminado de leer con los vellos de punta. Mereció la pena ganar el mundial por esa alegría colectiva, esa energía como tu dices. Son cosas para recordar y poder contarlas dentro de años. Porque como tu dices, puede que ganemo más copas del mundo, pero ya ninguna otra sera la primera.

    Salu3

  5. Gracias a ti, Francisco! Para mi es una experiencia novedosa, ¡igual que para todos, por supuesto!, pero para mí más aún si cabe, ya digo que nunca he estado en un estadio ni en un concierto de alguien que de veras me apasione ni nada parecido. Contagioso es una palabra que se queda muy, muy corta, pero no hay ninguna mejor :)
    Saludos! :)

  6. Muy muy bonito. Como han dicho por ahí, el fútbol es el catalizador de todo lo demás, y aunq no sea importante, como deporte tiene un nivel intelectual fuera de toda duda. Cualqier cosa a la q le dediqes tiempo y estudio puede ser elevada a la categoría de arte. Y el fútbol no va a ser menos, aparte de q no es algo q tenga precisamente pocos estudiosos.

    Por cierto q leí por ahí q el Milagro de Berna fue para Alemania su reconstrucción final 9 años después de la Guerra. Esto puede ser muy parecido para nosotros, después de 2 siglo de avatares bastante penosos como país, el comienzo de una nueva era. Y si no al tiempo

  7. Pingback: Volver | Ración Individual de Personalidad

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