Me siento incómodo haciendo un análisis político (apenas lo he hecho un par de veces en todos estos años), pero me siento realmente extasiado leyendo las noticias sobre lo que está ocurriendo en el mundo árabe, la emoción de estar conviviendo en el tiempo con historia genuina. En muchos periódicos lo comparan con lo que se vivió en los ahora países ex-comunistas hace 20 años, y si algo tienen en común todos ellos, aparte de revoluciones relativamente pacíficas, es la de un duro reajuste económico que se prolongó al menos una década. Claro, no se puede comparar, no hablamos de economías socialistas sino de pobres repúblicas bananeras asoladas por la corrupción, y esperanzadoramente estos aires de cambio no se ven impulsados por un viento político/islamista sino por unas aparentemente verdaderas ansias de libertad, igualdad y democracia, pero, dado que son las dificultades en el día a día lo que mueve a esta gente a manifestarse, ¿de verdad verán una inmediata bajada del precio del pan? ¿de verdad aparecerán rápido suficientes nuevos puestos de empleo? ¿no socavarán las dificultades que inevitablemente vendrán la esperanza que esta gente tiene puesta en un nuevo sistema más justo y representativo? ¿no intentará nadie sacar provecho de ello, bien el ejército, bien movimientos islámicos/islamistas, bien sabe quién?
En fin, cosas que piensa uno un sábado a las seis de la mañana…
Emociona ver a tanta gente capaz de pedir un país más justo con ese tesón, incluso como cuando en el caso de Libia, el tirano está dispuesto a masacrar a la población con tal de aferrarse al poder. Pero luego llega el día después, ¿En qué se convertirán estos países? ¿Se materializará esa voluntad en un sistema político más digno? Ojalá sea así. Yo le tengo muchas ganas al rey de MArruecos y al «presidente» de Siria.