Ayer me pasó una tontería. Tal vez porque pasaron también otras esa misma tarde, sé que no la olvidaré. No es una gran experiencia, ni una gran fiesta, ni borrachera, ni siquiera una anécdota divertida. Por no haber, ni había más gente, estaba yo solo. E incluso, ya que la esperaba, me ha pasado mucho más tarde de lo que hubiera deseado. Igual que recuerdo la primera vez que tuve contacto con un ordenador (en la Expo de Sevilla del 92) o que me conecté a Internet, en una clase del instituto, ayer fui consciente, viviendolo en mis carnes, de donde está ahora nuestra civilización tecnológicamente hablando.
Venía por un camino de tierra, en chanclas, camino de la (modesta) casa que mi familia tiene el campo, con el objetivo de darme el primer chapuzón del verano. Hace dos días por fin volví, después casi once meses, de pasar una de las experiencias más guapas que viviré nunca (esa si que es una experiencia): un Erasmus en Dinamarca. Pero eso, otro día, la chorrada de la que he venido a hablar es que ayer también estrené el nuevo teléfono móvil que me estaba esperando.
Se trata de un Sony Ericsson Xperia X8. Un Android (le tenía ganas), de gama media, que me ha salido por cero euros. Tal cual. Un Android básico, sin florituras, que es lo mismo a decir una de las cosas más impresionantes que han pasado por mis manos. Llevaba cuatro años y medio con el otro Sony Ericsson, un K750, que no sabéis la de ostias que se ha llevado. Funcionaba (y funciona) perfecto, pero tan cascado por fuera que ya daba cosica lucirlo. Y eso que era polluo en su momento: música, cámara de fotos, linterna…
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Lo dicho, andaba ayer yo por el campo cuando recibí un aviso de nuevo mail en el móvil. El contenido era lo de menos: era un email a mi ‘verdadera’ cuenta de Gmail. En mi movil Android recién estrenado. Se hubiera quedado la anécdota ahí, pero otro incidente que no tiene nada que ver (la carretera que he de cruzar está sin tráfico alguno por unas riadas desde hace semanas), y toma, vídeo al canto. Eso, y el hecho de volver a casa, a mi Viña (es el nombre que le tenemos puesto a la del campo) a pegarme el primer chapuzón del verano, después de la experiencia danesa. Y si, que algunas veces sencillamente me grabo, a modo de diario, comentando diversas jugadas. Vídeos que nunca tienen la intención de salir a la luz, más que para el archivo privado.
Pues no, este video, lo pensé luego, me parece editable y publicable, y sirve para ilustrar y resumir lo que sencillamente quiero comentar en este post.
###Eso si, pido disculpas si mi dicción no acaba de ser inteligible, pues a mi acento jiennense desatado, se suma que aún estaba curándome de un desfdiado y todavia ze me caian doz bocoz. No en vano, hasta he puesto subtitulos, pues en algunas partes reconozco que hasta a mi me cuesta entenderme. Si sigo haciendo vídeos, cuidaré más ese aspecto, este se grabó sin intención original de ser publicado. ;)
Vlogueando, Prueba 1 from Rufo HG on Vimeo.
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El caso es que yo, cuesta creerlo, fui un escéptico con eso de las funciones en los móviles. Repetía como un rezo: los móviles son para llamar. ¿Para qué meterle más tonterías? Este año he andado en Dinamarca con el Nokia más barato que existía, un 1661 que libre costaba 30€, y cuya mejor característica era tener linterna. Un clásico movil de los que solo sirven para llamar y esemesear. Punto. Y de puta madre que me ha servido, además, como despertador. Genial, cumple su función. ¿Para qué más? Cuando empecé a escuchar hace años (o décadas) lo de la banda ancha en el móvil, videollamadas, poder ver la tele y las pelis en el paso de cebra, pensé: ‘cuanta gilipollez por metro cuadrado’. ¿Por qué hacerlo? Básicamente, porque se puede. Porque la tecnología lo permite, y móviles más pequeños no serían funcionales. La pregunta es más bien ¿por qué no?
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Las redes 3G aparecieron en España hace siete años, los primeros smartphones como los conocemos hace cuatro, el primer Android con el que tuve contacto, hace dos. Las ideas, provienen de mucho atras. Que yo alguna vez yo las haya pensado por mi cuenta no quiere decir que sean originales, porque vivo en el mismo universo en el que han vivido Asimov, Roddenberry, Clarke y Lucas, y las mismas ideas a las que he podido llegar yo son las que han inspirado a esos desarrolladores, ingenieros e inventores que han acabado creando lo que fue una vez futuro y es ahora presente. Podíamos hablar de implantes biónicos, transnhumanismo, consciencia digital…
Sonará exagerado decirlo así, pero el escepticismo que tenía respecto al rollo ‘móvil con Internet’ desapareció en un instante. Hasta recuerdo el momento y el lugar. Desvariando una vez por el destrozadísimo casco antiguo de Málaga, repasando como podría ser el futuro, cuando tuviésemos los implantes biónicos (o aumentos) de los que hablaban en Blade Runner, Ghost in the Shell o Deus Ex. Pensé en si esos aumentos serían producto de la ingeniería genética o si se trataría de artilugios electromecánicos. Y por qué no, en si esos artilugios estarían conectados a la Red. Pensé lo cojonudo que sería que en algún momento todos estuviésemos conectados, todos pudiésemos tener acceso realmente instantáneo y ubicuo a la información que quisiéramos, así como generarla. Definitivamente, convertirnos nosotros mismos en ubícuos (o al menos poder elegirlo). Y me dí cuenta que esos artilugios no pertenecían a un futuro incierto y lejano, sino que eran mucho más sencillos, que ya existían, y estaban los bolsillos de nuestros pantalones.
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Y lo que más me gusta de todo esto, es el ‘consuelo’ de sentirse de alguna manera compensado por la decepción de un futuro no realizado: ¿Donde están los viajes a Júpiter? ¿Donde están los coches voladores? ¿Donde están los aeropatines, la ropa con autosecado y las Nike autoajustables?. La ciencia ficción había fallado al predecir todo eso. De la misma forma que, en el sentido contrario, han fallado en predecir el alcance de Internet. Ni Clarke ni Asimov hubieran atisbado donde llegaría esto. ¿Quien predijo que Internet, cuya misma penetración apenas se pudo prever ni diez años antes, se colaría en un pequeño aparato que llevamos siempre con nosotros, un artilugio capaz de tantas maravillas; y que entre los infinillones de características que tenía ese aparato, se podría, además, llamar a la gente? ¿Quien predijo que existirían estos prodigios?
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Pero lo dicho al principio, son ideas que están ahí, flotando, y para nada nuevas. Tan poco nuevas, que este artículo, para tener algo de chicha, tendría que haberlo escrito hace unos cuantos años. Los mismo que he tardado siempre en tener aparatos tecnológicos (ya ni sé cuantas veces me he lamentado en este blog). Aunque tengo alma de early adopter, mi realidad es de late mayority. Para entendernos: llego cuando ya está ahí todo dios, e incluso un poquillo más tarde.
Tarde, pero he llegado, hemos llegado. Cuando tengo un smartphone entre las manos, tengo la sensación de estar palpando algo de ese futuro que apenas podíamos ni imaginar, que apenas ni está empezando.
«En este páramo lunar tengo conexión a internet» XDDD
Para ser la primera vez que vlogueas (públicamente) no lo haces nada mal, :P
¡Bienvenido al futuro! xD Aunque a mí me falte un poco por llegar, que yo también soy de los que piensan eso de que los móviles son para llamar… En fin, a unos nos cuesta más que a otros llegar, pero todos llegamos, :)
Un saludo desde Zaragoza, ;)
Hombre, aprendemos de maestros del vlogueo! :D Saludos!