El otro día leía una frase que se escuchaba en la serie ‘Six Feet Under’ (que me han recomendado millones de veces, supongo que alguna vez caerá). La frase era:
-«¿Por qué pensamos siempre en los viejos tiempos?»
-«Porque es cuando había esperanza»
Será que me pilla en una época movida en lo personal, pero solo veo cosas cambiando y acabándose, por todos lados. Como ya sabreis, despues de 30 años, la NASA finalmente la ha jubilado, y sin sustituto ni siquiera a la vista. Y ahora lo declaro, yo soy un enamorado de la lanzadera espacial. Como de tantas otras cosas, ¡más revelaciones!: pues sí, la lanzadera también me flipa.
Mi amigo Antonio Gordillo bien lo sabe. Cuando de pequeño me quedaba a dormir en su casa, le hacía más caso a un libro que él tenía sobre ella que a entrenerme en jugar con él. Hasta recuerdo tener sueños en los que la lanzadera aterrizaba en mi pueblo o cosas por el estilo. La lanzadera, que a muchos les puede parecer un autobús viejo (no en vano su diseño esencial tiene casi cuarenta años), a mi me parece guay, cool. No bonita, tal vez ni siquiera estilizada, pero si de lineas rotundas, poderosas (en contraste a su comprobada fragilidad), un referente en todo lo que se refiere al diseño de naves espaciales, y que como podéis imaginar, siempre he tenido muy presente al garabatear ingenios. Es interesante que un objeto cuyo aspecto está absolutamente determinado por aspectos prácticos y sin concesiones a la estética se pueda considerar bello, pero un viejo dicho en aeronáutica dice que un avión feo no puede volar bien (y no hay que alejarse mucho en la historia de la aviación: vosotros mismos entenderéis porque, por ejemplo, el Boeing X32 perdió la competición por ser fabricado en serie frente al que ahora es el F-35). Pero tan determinado estaba el diseño de la lanzadera, por distintos compromisos (y no solo aeronáuticos), que este mismo diseño ha supuesto su deposición.
El principal fallo, probablemente, es el hecho de que la lanzadera se encuentra en su despegue al lado, y no encima, del lanzador, es lo que por unas razones o por otras provocaron los dos accidentes que conocemos. Esto ha hecho de la lanzadera ni más ni menos que el vehículo espacial más inseguro de cuantos se han conocido, provocando además que un vehiculo destinado a abaratar de forma definitiva los viajes al espacio, se convirtiera a última hora en un costosísimo tumor que la NASA necesitaba extirparse a toda cosa en una época de recortes descorazonadores. Y a pesar de ello, la lanzadera ha durado 30 años. Más del doble del tiempo que la civilización lleva presente en el espacio, el panorama ha estado dominado (y limitado) a ella.
Y a pesar de tantos fallos que tenía, la lanzadera representaba un sueño. Representaba una esperanza, el paso siguiente a un viaje que no debería ya acabar nunca, un viaje inevitable, el destino manifiesto de la raza humana: la conquista del espacio.
Lo cierto es que empezamos la carrera espacial a lo grande, por todo lo alto. En apenas 12 años se pasó de la nada, a tener un pie en la Luna. Era un momento en el que llegar a la Luna llego a costar a los EEUU un 4% de su PIB durante unos cuantos años. Era entonces hasta lógico pensar que para principios de los 80, los EEUU pudieran tener una base permanentemente habitada en nuestra compañera sideral. La tecnología existía y por supuesto sigue existiendo. Pero no nos podemos olvidar que todo aquello no fue más que una carrera por ver quien la tenía más larga. EEUU y la URSS sacando sus pollas y poniéndolas encima de la mesa. Cualquier cosa llamada ‘conocimiento’, ‘ciencia’ o ‘avance de la humanidad’ no deja de ser un elemento propagandístico que disimulaba la única verdad: reafirmar el ego de una nación, a costa del de la otra. En ese sentido, hay que dar las gracias a la URSS, ¡gracias por existir!, sin ella, con total seguridad, no se hubiese llegado a la Luna cuando se hizo. Y eso que los intentos por plantar batalla que la Madre Rusia hizo, oficiales y extraoficiales, fueron definitivamente desastrosos.
- ¿Qué tal unos malvaviscos a la lanzadera?
Y entonces se agotó el interés. El interés que en lo sesenta se vivió por el espacio era sencillamente una burbuja, una borrachera tremenda de la que 40 años después aun estamos viviendo la resaca. Mientras que en los primeros 25 años de Era Espacial pasamos del Sputnik a la Lanzadera, en los 30 años siguientes, hemos pasado de la Lanzadera… a la nada. Nada de lo que sorprenderse. Aquel sueño que representaba la Lanzadera, de hecho, no duró ni cinco años. Rusia sigue con sus Soyuz (más sabe el diablo por viejo…); los chinos, atenazados únicamente por su deseo de tener su momento en el Mundo globalizado, también consiguen interesantes avances (con una copia de la Soyuz, que poco les pinta ¬¬), y mientras tanto Europa, Japón y EEUU han perdido rumbo, protagonismo y grandes objetivos. Lo mismo que en política: ¿porque en un artículo donde se empieza hablando de espacio se suele acabar hablando de geopolítica? Porque son lo mismo.
La putada es que yo mismo lo entiendo, yo mismo lo reconozco. Aunque me duela horrores, reconozco que hay problemas y urgencias más graves en este momento de la historia aquí, con los pies en la Tierra (jodida y literalmente), y que la punta de lanza de la investigación espacial no es precisamente una de las prioridades en esta coyuntura. Por supuesto que la investigación y la ciencia son y serán siempre necesarias, pero no la del chichinabo que parece hacerse a costes extemporaneos y en gran parte provocados por el deseo razonable pero desatado de implicar a humanos, con todo lo que cuesta subir con ellos los sistemas de soporte vital. La ciencia, aunque tengo menos poesía, visto está que se hace también de puta madre con robots, munchísimo más baratos. Y que lo demás no es más que un proceso retroalimentado por la falta de ambiciones, y la consecuente falta de resultados, y de ahí de fe, visión y finalmente, de presupuesto.
Otra verdadera pasada de foto, de la penúltima misión de la lanzadera, en este caso la Endeavour.
Aquí lanzaba yo unas cuantas preguntas sobre esta foto, a ver si alguien me las contesta.
La lanzadera, que suponía un sueño, ha volado por última vez. Con el programa Constellation desesperanzadoramente cancelado, cualquier previsión de sustituto llegaría no antes de 2016 (y que como estan las cosas ni hace falta explicar nada).
Y con este último sueño, también se va otro para mi: el de ver alguna vez un despegue de ella. Tal vez alguna vez viaje a Cabo Cañaveral, tal vez alguna vez vea despegar algún otro cohete, probablemente más potente, y sentir desde 5 km de distancia esa bestialidad de ondas sonoras en mi pecho mientras saltan las alarmas de los coches a mi alrededor. Tal vez lo vea, y sin duda será impresionante. Pero nunca, con total y absoluta seguridad, será una lanzadera espacial.
Y es que está por ver qué será lo próximo, y a donde nos llevará. El espacio, nuestro propio destino, siempre va a estar ahí. Lo que empieza a ser evidente es que probablemente no vamos a estar ahí somos nosotros para verlo.
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