Imaginemos un caso. Digamos que de buena fe te presto mi cámara de fotos, y te la llevas a tu casa. Pues bien, estrictamente y con la ley en la mano, yo podría ir a la comisaría y denunciarte por hurto. Eso me convertiría en un loco, peligroso y malintencionado hijodeputa, pero es estrictamente posible que lo haga.
Y sin embargo, a nadie parece preocuparle que esto pueda pasar. La cosa se atascaría en un ‘tú palabra contra la mía’, y aunque encontraran la cámara en tu casa, hablaríamos de un indicio que en si, no demuestra nada. Una investigación policial más profunda descubriría el engaño, y añadamos aquí, existe el delito de falsificación de delito, y tiene sus castigos correspondientes, para tranquilidad de todo el mundo.
Sin embargo, a muchos parece preocuparle la posibilidad de que de prosperar las modificaciones de la ley que se persiguen; en el futuro, una mujer, decida en mitad del acto sexual ‘arrepentirse’ (o lo más terrible, hacerlo a posteriori), y como loca del coño que normalmente son todas las mujeres (*nótese la ironía, par favar), se acercara a comisaría a denunciar un caso de violación, dejando al hombre totalmente indefenso.
(…)
Mucho se ha hablado del caso de «La Manada» y esto desde luego me ha arrastrado, como a muchos de vosotros, a muchas conversaciones recientemente sobre este tema, con lo que he aprendido y evolucionado mucho. Existen los garantistas y necesarios conceptos jurídicos de ‘presunción de inocencia’ y de ‘duda razonable’, que no pongo en duda. El de la violación es un tipo de delito especialmente delicado e incluso legalmente incómodo desde cierto punto de vista, pues es difícil de demostrar per se. Más allá de restos de fluidos, que de nuevo, solo demuestran el acto sexual, es difícil demostrar la violación en si; la cual no tiene por qué dejar otros rastros físicos, al contrario que un robo o una agresión, y obliga a valerse de indicios (que un correcta investigación discerniría). Pero me asombra la cantidad de gente que opina y cuestiona ‘lo que es delito y lo que no’ y ‘lo que es denunciable y lo que no’, sin pararse a pensar ¿Por qué iba alguien a querer denunciar?¿Qué lo provoca? ¿Qué es lo que está bien, y lo que no? ¿He hecho algo por lo que tendría que preocuparme?
Este certero (y viral) corto de Samuel Miró y conocido reparto (Alejo Sauras y Kira Miró), sencillo, incómodo, muestra una realidad brutal: una violación, con todas las letras. Algo que la RAE nos recuerda claro lo que es (subrayado mío)
«Tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad»
No es este un tema sobre el que me suela pronunciar, nunca me he visto en situación de ‘tener que aclarar’ mi postura (y probablemente siga sin tener que aclarar nada; como de costumbre, nadie me ha pedido que escriba en este, mi blog), pero al leer la sarta de comentarios que he leído bajo el vídeo, se me ha encendido una luz de alarma y verdadera preocupación, ante la retahila de barbaridades de personas que probablemente tienen buen concepto de si mismas; cosas que podría escuchar en boca de bastantes de mis conocidos, lugares comunes que reconozco, yo mismo podría haber pronunciado hace algún tiempo…
Veo, analizo, masco el vídeo, y lo veo del siguiente modo. Tal vez sea un análisis un poco burdo, un análisis llevado por cierta amargura, rabia y calor del momento, pero este es mi humilde análisis para gente que parece necesitarlo; gente que no sabe bien lo que es ‘violar’ aunque asumo que son capaces de diferenciar lo que está bien de lo que está mal, y así mismo se lo he dejado como respuesta a algunos de los que han escrito ciertos comentarios.
«Los dos quieren sexo. Hasta aquí bien, ella accede, él accede. Sin embargo, en cierto momento, bien porque no llevan protección, bien porque él le está haciendo daño a ella, bien porque si; ella le pide a él, LE PIDE, que pare. Pero él no para. Ni la escucha. Él, ni caso. Oye, entiendo que es molesto que estando en mitad ya del proceso te digan ‘para’, ahí llego. Muchos lo justifican ‘ella es una calientapollas’, ‘es imposible parar en ese momento’, ‘y el dolor de huevos que se te quedaría…’, ‘es una barbaridad lo que le pide’, ‘uno no se enciende y se apaga así de fácil’… lo que sea… Pero, por favor, pregúntate ¿Hace él bien en seguir, cuando ella ha pedido, por la razón que sea, que pare? ¿Se puede pedir ‘parar’ hasta justo antes de empezar, pero una vez ahí, es imposible? ¿Una vez ahí, todo vale? ¿Tiene él ahí uso de razón? ¿Sigue él siquiera unas normas básicas de educación y respeto? ¿Se puede de verdad justificar? ¿Está bien eso? ¿Es correcto?
Pero usaré una analogía que seguro que conoces, tal vez nos ayude a que nos entendamos.
Como el sexo, seguro que te gusta comer. Como a mi, como a la inmensa mayoría de la gente; de hecho comer es una necesidad humana, ¿no? Es como el sexo, ¿A quién no le gusta comer? ¿Quién se puede negar? ¡Nos gusta a todos, a nosotros, a ellas! ¡Tú, yo, siempre estamos dispuestos! De hecho, organizadamente tenemos hambre varias veces al día, y comemos.
Pero por mucho que te guste, sabes que hay veces que no te entra. Que no te apetece. Que estás saciado. Que, por lo que sea, incluso a veces a mitad del plato, ya no quieres más. Es tu elección, y lo dejas. Si eres un invitado, probablemente le moleste al anfitrión que no te acabes el plato que te ha preparado con tanto cariño, pero *no* te pueden obligar a acabarlo. Menos mal que no depende de otra persona; y parar es algo que puedes hacer, y dejar de hacer, libremente, tú solo.
Pero, ¿Y si dependiera de otra persona? ¿Y si te obligaran a seguir comiendo?
¿Recuerdas lo mal que lo pasabas, los berrinches que pillabas cuando de niño te obligaron alguna vez a acabarte el plato? ¿Lo acorralado, débil, *violentado* que te sentías?
¿Te han metido alguna vez una cucharada llena de comida en la boca? ¿Repetidas veces? ¿Cómo lo pasaste? ¿Pedías que parasen?
Imagina ahora que no una inofensiva acelga. Imagina, eso si, la misma indefensión que cuando te obligaban a comerla. Imagina también que lo que está en juego no es un simple berrinche sino una posible enfermedad, un embarazo, o un desgarro interno. Y el trauma de darte cuenta que aún siendo adulto, no eres libre. Imagina ahora que no es una cuchara lo que entra.
Imagina que es una POLLA.»
Me doy por contento con que solo una persona más, sea capaz de entenderlo con este ejemplo. Como siempre, acepto y espero comentarios. Saludos.
En el momento en el que los de la manada se escriben WhatsApps como: «Hay que empezar a buscar el cloroformo, los reinoles, las cuerdas… para no cogernos los dedos porque después queremos violar todos»; «¿Robado y follado mucho?»; «Estas vacaciones son la prueba de fuego para ser un lobo»; «¿Llevamos burundanga? Tengo reinoles tiraditas de precio. Para las violaciones»; «Violaría a una rusa que vea despistada» o «Yo llevo la pistola, no quiero mamoneos, cuando estemos borrachos se saca la pistola» la presunción de inocencia se queda exclusivamente en el lado de la víctima. Pocas veces se pone de manifiesto que pertenecen a cuerpos militares, ni la credibilidad de cuerpos que permiten el acceso a gente tan inhumana como esta, ni la protección que el estado les brinda por estar a su servicio, ni lo diferentes que son para la justicia, creo que el caso de la manada da para varios debates y algunos se pasan por alto.
Es sin duda otro tema aparte, buen debate el que planteas. Es como si hablamos de un profesor pederasta, que trabaja día a día con niños. Eso si erosiona la credibilidad del cuerpo, como dices, como este lo ha hecho si no con los cuerpos policiales, si con la misma justicia. Quien te debe proteger, es quien te agrede.