Bueno, sobre esta noticia necesito escribir. Necesito la terapia de escribir algo, para expulsarlo, purgarlo, para reconciliarme con esta impactante realidad, que, las cosas como son, me ha dejado el cuerpo cortado lo que llevamos de semana.
Seguramente lo último que queréis es leer a otro bloguero catastrofista pataleando, y aunque no me voy a autocensurar, os voy a intentar conceder brevedad. Al fin y al cabo llevo escribiendo aquí más de diez años, y negarme a mi mismo esto ahora, o pedir disculpas por opinar* ¡sería el puto colmo!
*(amigos del facebook, me da coraje que os quejéis de que la gente se queje, meteos vuestra queja también por el ojete, o bloqueadme, me da igual)
Como decía, llevo estos días con el cuerpo cortado. Valga decir que Hillary no era ni mucho menos mi candidata ideal (si, me caía mejor Bernie Sanders, pero cometí el error de pensar que Clinton era un valor más seguro a la hora de contener a Trump, que nunca me pareció tener posibilidades realistas). Sin embargo llegó el miércoles por la mañana, con todas las putas encuestas en contra, y la imagen de Trump de presidente me parece muchas cosas y ninguna agradable. Me parece una estampa de chiste, de comedia mala, de república bananera; una broma de mal gusto. Pero lo que siento es más que incredulidad. Me ha costado reconocer por lo que estoy pasando, llamarlo por su nombre: estoy de luto, de duelo.
(…)
Venga ya, hombre, diréis; ¿estoy sobreactuando? ¿Acaso era Hillary perfecta? ¿U Obama un mesías? ¿Es Estados Unidos la luz moral que guía al mundo? ¿No tiene su Constitución los adecuados mecanismos de contrapeso de poderes? ¿No conocemos ya este movimiento pendular, estos ciclos de acción y reacción entre progresismo y conservadurismo? ¿Es nueva la a veces asquerosa condición humana? Me lo repito a mi mismo: bastantes cosas pasan en el mundo, en España; y ya sobrevivimos a Bush Jr y el mundo siguió girando; esto no puede ser tan malo.
Empezaré por sacar algo bueno, y ahí va: es que la democracia ha funcionado. Si si, ha funcionado, no os engañéis. Limpiamente, con la tal vez injusta ley electoral en la mano, pero sin amaños ni pucherazos (por eso decidiré obviar el detalle de que Clinton ha ganado en número de votos). De todas maneras, decir esto no es decir mucho: también democráticamente elegidos y refrendados han sido Putin, Berlusconi, Orban, Maduro… pero con un detalle: ellos controlaban los medios. Trump ha ganado a pesar de la supuesta mano invisible (nada invisible sino totalmente visible y real), del dictado de los mercados, de los medios, del sistema, de la casta, incluso de su propio partido. Hasta a pesar de si mismo, Trump ha ganado. Eso es de alguna manera un triunfo, como, lo recordaré varias veces, el Brexit.
Tampoco puedo ignorar que su voto recoge muchas inquietudes y frustraciones que reconozco como legítimas, como la creciente desigualdad de poder adquisitivo, la concentración de poder por parte de las élites, una pérdida de soberanía que no sabemos muy bien a dónde conduce, y una globalización que está muy lejos de beneficiar a todos por igual.
¿Me preocupa? Claro que me preocupa, como en general me preocupan movimientos reaccionarios y conservadores, en Estados Unidos o dónde sea. Me preocupa el maltrato que pueden dar a los colectivos débiles y en minoría (latinos, musulmanes, LGBT) y a los servicios públicos (educación y sanidad); me preocupan su manera de obviar la realidad (suscriben el movimiento antivacunas o el creacionismo (WTF!!!)), y especialmente, muy especialmente -pues es la que más directamente nos puede afectar- su visión negacionista sobre el cambio climático.
Todo lo anterior me preocupa. Lo que es asco, me lo provoca pensar que esta rata naranja con peluca va a estar durante al menos cuatro años en nuestros televisores y portadas de periódicos; asco me provoca pensar que voy a estar cuatro años viéndole la jeta a este payaso, machista, oportunista, ególatra, bocazas, bravucón, sobrado y para colmo, tremendamente destemplado e imprevisible.
(…)
Todo lo anterior me preocupa y me asquea. Pero lo que me duele, no es nada de eso. Lo que me duele es lo que ha ganado, y su nombre no es Trump.
Lo que ha ganado han sido el desprecio a la educación, a la intelectualidad y a la inteligencia. Han ganado las agallas, las tripas. Han ganado las ganas de trolear, incluso. Ha ganado la sinrazón. No ha ganado la mejor parte (y esa parte tampoco era Hillary, no), sino que ha ganado el lado oscuro del ser humano.
Ha ganado la rabia, ha ganado el odio.
Ha ganado el miedo.
(…)
Y estos sentimientos ni siquiera han ganado en el país de La Gran Democracia cuando peor estaban (pues no ha sucedido en la profundidad de una gran depresión, sino cuando estaban ya bien fuera de ella, precisamente en buena medida gracias a las políticas de Obama; unas políticas que estaban funcionando), sino que han sucedido ahora, cuando parecía que les volvían a ir bien las cosas.
(…)
Se suele decir que la democracia es el menos malo de los sistemas que tenemos; pero a mi me gusta enunciar esa frase de la siguiente forma*, y la pongo así con comillas porque queda chulo:
La democracia es tan buena como el pueblo que la ejerce.
*Admite variaciones, claro, se me ocurren ‘la democracia no es mejor que el pueblo que la ejerce’ o ‘es tan buena como el nivel formativo de quienes la ejercen’.
No juzguemos tampoco a todos los ciudadanos estadounidenses ni les obliguemos a pedir disculpas, o que pase lo contrario a cuando salió Bush y entró Obama (muchos ciudadanos estadounidenses en el extranjero notaron instantáneamente un cambio de actitud sustancial hacia ellos), sería muy injusto. Pero este resultado, (¡incluso aunque Trump hubiera perdido!) es un justo retrato, una fotografía, una lección que debemos estudiar y de la que debemos aprender.
Pero sobre todo debe de ser la ocasión para reaccionar, salir de nuestra apatía, y tal vez la sacudida que necesitamos para sacar lo mejor de nosotros mismos.
(…)
Espero que el triunfo de Trump no vaya automáticamente acompañado, como ha pasado con el Brexit, por brotes de violencia, xenofobia y odio de forma espontanea, abusos que la presidencia de un negro, inexplicablemente, no han conseguido reducir.
Por nuestra parte, le debemos a Donald Trump, nos debemos a nosotros mismos, una mente abierta. Pues quién sabe, en su imprevisibilidad, en sus contradicciones, tal vez se desdiga de muchas de sus promesas, y tal vez mantenga otras; tal vez pueda hacer cosas realmente buenas. No ignoro tampoco que ha abrazado las consignas populistas de derechas -las que le han dado la presidencia- solo el los últimos años; y que durante años sus tendencias han oscilado entre la izquierda y la derecha. Tal vez, si sale reelegido dentro de cuatro años, no sea tan mala noticia. Tal vez.
Por lo demás, a lo que dije cuando el Brexit me remito. A los ‘caminantes blancos’ y el peligro de acomodarnos. Volveré, volveremos a hablar de esto, imagino dentro de unos meses, cuando su tendencia se perfile marcadamente, cuando muestre de verdad las cartas, cuando actúe, cuando realmente haya algo que comentar. Por nuestra propia salud mental, concedámosle eso.
Pingback: Bitacoras.com
Pingback: Mientras peor, mejor (1 de 5). Puesta al día. | RIdP
Pingback: Mientras peor, mejor (2 de 5). La Sombra. | RIdP