(Viene de aquí: «Las semanas siguientes»)
Oh, ¡Verano! ¡Prodigioso verano, que ya se acaba! Verano de funcionario, ¡¡de docente!! Y es que así es, señoras y señores, dos mesezacos de vida de gorrino pachón, de hacer dos viajes gordacos (a Irlanda, 10 días, y a Galicia, otros 10 días), además de varios viajes a Granada a estar con amigos y queridos, y alguna aventurilla más. Y mucho estar en casa. Y piscina. Y chapucillas. Y cosas creativas. Y hasta estudiar un poco. Y no hacer nada (que también)
Tanto no hacer nada, que ni he escrito, ni publicado posts que tenía pendientes. No obstante, ya que ya sé donde me envían para este curso que entra (a Pozoblanco, en el mal llamado «Valle» de los Pedroches… y si, donde murió Paquirri), es hora de saldar esa deuda.
Y es que quiero seguir hablando de como ha sido la experiencia de primer año como profesor, (os recuerdo, un año en Luque, también en Córdoba); hablar de alguna cosa por la que ya me habéis preguntado (sobre qué supone ser tutor de un grupo y con ello, un poco un ‘padre’, pero lo quiero dejar para la última entrada). Pero la tutoría trae aparejadas algunas cosas ‘laterales’ que si no se saben gestionar, pueden resultar un poco incomodas, y en el peor de los casos, y aunque no ha sido el caso, hasta peligrosas.
¿Vivir en el pueblo, o irse a la ‘ciudad’?
Una de las primeras cosas que tuve que decidir, al saber que me concedían vacante para todo el año, era decidir si me quedaba a vivir en el mismo Luque, de 3000 habitantes, o irme a otra localidad cercana más grande (Baena en este caso, que conforme escribía el primer borrador de esta entrada estaba con su ‘tamborada’ a full throttle), con más habitantes, más servicios, más vida… y más anonimato.
Insisto, Luque puede ser y es un pueblo precioso. Con lo bueno y lo malo que es un pueblo. Provengo de uno aún más pequeño, así que creedme, sé de lo que hablo. Puede ser hogareño, entrañable, que la gente te salude, te pare, te hable por la calle. Un lugar donde a la figura del docente todavía se la tiene en buena estima, con cierta aura de respetabilidad. También de tutorías gratis cada vez que compres el pan, y de no poderse tomar una cerveza tranquilo. Y también, lo sé por casos de conocidos míos, un lugar donde por ejemplo, tus alumnos les puede dar por rallarte el coche o se pueden presentar debajo de tu balcón a las 3 de la mañana de un fin de semana solo por hacer la puta broma, porque saben dónde vives.
Con todo, aunque yo sabía lo que quería, lo consulté con varias personas cercanas a mi sobre esta decisión; unas pensaban vehementemente que la opción correcta era el pueblo («no necesitarás coche, logísticamente es lo mejor, la tranquilidad que tendrás allí es impagable»), y otros razonaban como yo: lo mejor es separar, incluso físicamente, la vida laboral de la personal. Y Baena fue mi elección, a 10 km, yendo y viniendo todos los días (en mi coche, de lo que hablo luego), en un pisillo pequeño que me alquilé, con linea de fibra de 500 MB simétricos (ojo, ¡eso no lo hubiera tenido en el pueblo!), y con una cosa que valoro mucho: el anonimato
La ‘filtración’
Pues bien, tanto como dice el menda que valora su anonimato, atended a la ocurrencia graciosa que tuvo: la susodicha ‘filtración’ fue ni más ni menos que de mi teléfono móvil particular. Los padres y los alumnos se hicieron con mi número de teléfono privado, lo que no es otra cosa que una imprudencia e incluso un peligro, y pasó por no otra que por mi propia culpa.
Sencillamente, inocente de mi, en mi primer encuentro al tercer día con unos padres por la calle, se lo di. No solo mi correo asignado como funcionario, no solo el teléfono del instituto, sino mi número de teléfono personal. En el pasado lo he dado, a mis alumnos particulares, a los de la escuela privada, y en ese momento me pareció una buena idea.
¡Pero que no acaba ahí la cosa!: no contento con ello (de los padres todavía cabe esperar cierta discreción), y cuando empezaba a oler mi error, a los pocos días tuve la feliz idea de poner en el proyector mi propio Curriculum, para enseñarles un ejemplo (dentro de la asignatura de ‘Iniciación a la Actividad Empresarial y Emprendedora’…). Un curriculum que no había editado (busqué el que tengo en LinkedIn) y que, si, contiene mi número de teléfono. Y ese si lo vieron los alumnos. Los de 4º, además, algunos de los cuales andan*, irredentos, buceando en las profundidades de la adolescencia más insolente xD.
*(andaban, entre que escribí esto y lo publico ahora, han pasado meses y he notado cómo han cambiado 👌)
En los siguientes días recibí varias llamadas desde números anónimos, intentando trollearme, algo que supe cortar de raíz; y alguno me ha rondado el instagram, cosa que he solucionado bloqueando gente (aunque he de decir, con los meses he relajado y se ha relajado la cosa). El «daño» quedó contenido, pero lo peor no fueron los alumnos (diré que en general son buenos, muy inocentes y carentes de maldad); lo más incómodo, pueden ser ciertos padres. Pero hablaré más tarde de eso.
El coche
Otra de las cosas que quiero mencionar (aunque con brevedad), pues ciertamente me hace ilusión: todo esto de ser funcionario, tener un sueldo, y tener unas necesidades de transporte, pasan por adquirir el que sería, y es, mi primer coche.
Un señor Volkswagen Golf VI, 1.6 TDI de 105 caballos, y que en los 15.000 km que le llevo hechos (lo adquirí con 87.000), se ha portado de putísima madre – incluyendo por ejemplo, ir a Galicia y volver a través de Portugal este mismo mes.
Y esto que empecé pensando ‘me pillo algo tiraete, por 2000 o 3000€, un Megane* o un Focus como el de mi padre, pa salir del paso’, pero fui subiendo, me fueron liando (me fuí liando), y cuando el Golf apareció en escena y mi padre sencillamente dijo que me lo financiaba, la decisión se volvió inequívoca.
*Las lineas externas del Renault Megane de 2002 son un diseño que siempre me ha puto tenido enamorado, y durante años pensé que ese sería mi primer coche. No obstante, no pudo ser.
Hace ilusión tener un cochecillo, es «mi primer coche», y he de decirlo, un Golf no es ‘un cochecillo’, sino un cacharro que si lo cuido bien me dura fácil 10 o 15 años. Me resistía un poco a tener el Volkswagen frente a otros (un Golf tiene algo de icono, como la «manzanita» de Apple, y me negaba a pagar más por lucir esa chapa), pero por cuestiones de seguridad, construcción, posibilidades de reventa y otras más que me pusieron encima de la mesa, me acabaron convenciendo.
Y hasta aquí por hoy. Aunque para la quinta y última entrada la guardaré para hablar de todo lo que ha supuesto ser tutor y la experiencia humana con esos encantadores y queribles demonios que son tus alumnos 😂… en la siguiente entrada, hablaré de viajes, asignaturas que no son mías, y ¡ojo cuidao!, robos… 😱