Dejaba la el capítulo anterior de esta serie, de cómo he llegado a ser ateo, empezando a hablar de Stephen Hawking.
Pero no vamos todavía a eso a hablar del muchacho de la silla de ruedas y voz electrónica. Este es mi viaje, mi blog, he venido a hablar de mi libro. Ya dije antes que vengo de una familia mitad religiosa, mitad rebotada. Yo estoy bautizado, iba a catequesis, hice la comunión y todas esas cosas. Ir misa me aburría cosa soberana, cosa normal en un niño, pero por lo demás, de haber tenido ambos padres religiosos y practicantes probablemente yo hubiera salido igual; no eran severos, y yo nunca hubiera sentido necesidad de rebelarme contra nada.
Solo que no.
Mi padre no iba a misa.
No decía nada, no se quejaba de que mi madre nos llevara a misa, pasaba de cualquier discusión al respecto. Pero no hacía falta que dijera nada: su inacción era todo lo que hacía falta, la chispa para encender la mecha, la pregunta que me hice desde ya muy pequeño: «si mi padre no va a misa, irá al infierno; pero él obviamente no puede ir al infierno porque es bueno y es mi padre, ¿cómo explicar esto?»
Única explicación posible: todo esto es una chorrada. It’s that simple.
Y ya está. Dejé de seguir el dogma y todas esas cosas, aunque nunca dudé de la existencia un Dios, cristiano o no, durante unos cuantos años. Para cuando tenía 14 o 15 años, lo de ir a misa lo había dejado ya mucho antes (y no es que la tenga lejos: de hecho, está casi pared con pared a mi casa), pero es por entonces cuando me empecé a plantear las preguntas inevitables: ¿existe Dios? ¿cuál es el sentido de todo? ¿por qué hay hambre, por qué hay miseria, por qué hay guerras? ¿por qué está ahí el sol y fluyen los ríos? ¿por qué existimos? ¿Por qué, por qué, POR QUÉ ZEÑÓ POR QUÉ?
El problema es que la puñetera idea no dejó de atormentarme nunca. Ya dije que durante años he oscilado entre distintas posturas. Es que me ha obsesionado, era un puñetero dolor de cabeza a veces. Y el tormento, para colmo, era la certeza de que jamás obtendría una respuesta.
Y además, cuando coqueteaba con la idea de No-Dios, ¡joder!, daba un vértigo pensar que no había nada… mejor pensar en un ‘algo’, indeterminado, pero al menos pensar que hay algo más, ¿no? Pero ya volveré a esto.
Y por fin, a lo que vamos: Stephen Hawking. Hace tres años me leí su libro, ‘El Gran Diseño’. En general, como persona de ciencia que me considero, la mayoría de atrevidas ideas que acomete no me resultaban ajenas. Son conceptos con nombres divertidos, de esos que asustan mucho a la mayoría de los que sois de letras (lo siento), tales como entrelazamiento cuántico, entropía, teoría unificada, multiversos, o principio antrópico, entre otros. Además, introduce del concepto, traducido libremente, de «realismo dependiente del modelo». Tranquila muchachada, que no vamos a entrar al lio porque no quiero asustar al personal, y excepto lo de los multiversos y el principio antrópico, todo lo demás no me resulta útil para llegar a mi punto.
Pero es que ojo al dato, voy más lejos: no me acuerdo mucho del libro.
(Si. xDDD)
A ver, entre que me leí en inglés, hace tres años, casi de una sentada en un viaje en tren Interrail de 18 horas, y que en los últimos capítulos iba en modo lectura diagonal porque sabía que por mucho que me empeñase no me iba a enterar… pues eso, que no me enteré del 100% de las cosas, con lo que no puedo hablar mucho del libro en si, y le debo claramente una relectura. Y eso que es divulgativo y en plan mascado, sin fórmulas matemáticas.
Ojo, que me pareció interesantísimo y lo recomiendo mucho, tanto como que fue el empujón que me faltaba para cambiar definitivamente mis creencias y volverme definitivamente ateo (algo importante en mi vida, ¿no?), que es de lo que va todo esto. Pero es que la clave de todo esto es que no fueron las preguntas que lanzaba el libro en si, sino las que me planteé a mi mismo después de leerlo.
Eso si, en cierto capítulo recuerdo que Hawking acomete el origen el Universo, el Big Bang. En general consideramos el Big Bang un momento de creación (‘antes no había nada y luego si hay algo’), en su sentido más general y absoluto, y es asumido que la ciencia nunca podrá explicarlo. Pero Hawking si se atreve a sugerir que la creación del Universo, de la materia, del mismo tiempo, pueden ser procesos sencillamente espontáneos, y por supuesto lo hace con argumentos, y basado en observaciones experimentales.
Es aquí donde me viene bien meter este vídeo, de una serie cojonuda ‘One Minute Phisics’ (aunque este se pasa de cinco), donde nos obliga a replantearnos lo que normalmente hemos llamado Big Bang y toda la pesca.
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De todas formas, aún asumiendo que hay un principio (la hipótesis del Big Bounce que explica el vídeo está soportada por bien poca evidencia), todavía puedes decir, ‘bueno, alguien tuvo que estar ahí para poner el reloj en marcha, para darle la tacada a las bolas de billar, ¿no? ¿¿NO??’
Pues según Hawking, no.
Hawking propone qué el Big Bang no es necesariamente un acto creador, ni siquiera necesariamente un principio en si mismo del mismo modo que, como explica el vídeo de arriba, no tiene sentido pensar en un ‘antes’. Es en ese momento fue cuando dije para mis adentros «mierda«…
Lo expliqué antes: me apetecía seguir creyendo en ‘Dios’. Es cómodo creer en ello, es complaciente, es lo fácil. Pero es que, tras lo que había leído, ya no quedaba resquicio para mi Dios de los Huecos.
Hey, no tan rápido, es la hipótesis de Hawking, es una opción, un paseo voluntario. Pero ya digo, me seguí haciendo preguntas que antes tal vez no me atreví a hacerme. Y claro, si te atienes a la lógica, a la razón, probablemente te vas a ver obligado a aceptar cosas con las que no te sientas cómodo. Aceptar la realidad como es. El mismo corazón de la ciencia.
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Hace falta cierto valor para llegar a a ciertas conclusiones. Se parece a un despertar, y no es del todo un viaje cómodo. Pero si liberador, necesario, y sano.
Pero todavía no he explicado bien todo. Tras el libro seguía sin tenerlas todas conmigo: sigo sin tener una explicación, sigue sin tener sentido, ¿es posible que exista una solución a la gran pregunta, a la ecuación? Si: la solución trivial. Pero eso ya en las próximas entradas.
(…)
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Comparto, y es difícil ser ateo practicante. Pero mas difícil hubiera sido serlo hace 1000 años. Si pregunto si crees en las deformaciones en el páncreas de las hormigas de asia menor, no sabrás que contestar. En ese aspecto serias agnóstico. Luego al saber que las hormigas no tienen páncreas, ya puedes tomar la decisión y entontes al respecto eres ateo. Difundir ese ateísmo es ser practicante.
Bueno, usas cierta definición de agnóstico que no creo que se pueda aplicar bien, un agnóstico te debería decir «no hay forma ni habrá de saber qué coño pasa con el pancreas de las hormigas», mientras que en la realidad, si que puedo adquirir ese conocimiento diseccionando una hormiga. Con Dios es evidente que no es tan sencillo, y solo podemos recurrir la la lógica y las probabilidades. Por practicante, me refiero que soy un ‘ateo fuerte’, aunque no siento ninguna necesidad de meterle las conclusiones a las que he llegado a nadie por el gaznate. Lo que no quita, que con las personas adecuadas, a veces pueda dar pie a una conversacion muy interesante.
Una vez más queda demostrado, al leer este articulo, que el ateo es una persona traumatizada en su infancia, y llena de prejuicios y rencores. Sólo necesita desahogarse.
El ateo, por sí mismo, no tiene ningun problema. El problema parte del extremista, aquel que intenta llevar su religión atea a los demas, por medio de la imposicion, los dogmas y la burla.
El ateo desprecia el agnostico con inquietudes espirituales. Le desprecia más que al religioso mismo. No pueden soportar a los hombres con inquietudes. La negación por la negación es mero fanatismo.
Caballero, usted no se ha enterado de nada, me temo. No sé a quien se refiere al hablar de esa ‘persona traumatizada en su infancia’ (no entiendo en que linea ha podido usted inferir eso, algo que por otra parte le insisto que, al menos en mi caso, es todo lo contrario, como creo que he dejado claro en el artículo), y en cualquier caso es usted el que se califica al usar semejante argumento para descalificar a su adversario.
Del mismo modo, insisto (por insistir, que no quede), que el sendero que yo he recorrido es uno que no pretendo imponer a nadie, si es que acaso dicha trayectoria se pudiera imponer. Una vez más, no sé donde ha leído usted eso en mi artículo. De hecho ni siquiera me preocupa tanto compartir las conclusiones a las que he llegado como el camino que me ha llevado a ellas, en todo caso, invitar a quien quiera a tener valor y recorrer el mismo camino, y llegar a sus propias conclusiones.
Que confundido anda usted, Señor Carlos, pues no es otro mi deseo que invitar, a quien quiera que pueda leer esto, a hacer preguntas, a mostrar inquietudes, y a no conformarse con el dogma.
Saludos.