Damas y caballeros, me digno a bajar aquí para dejar por escrito y contarles algo que no puedo (ni debo) descargar en toda su extensión a alguien en persona. Seguramente violaría varios puntos de la Carta Universal de Derechos Humanos si en persona cuento todo esto y de una sentada a mis amigos, familia, compañeros de trabajo, alumnos… (lo cual no quita que, a trozos, unos y otros la conozcan). Por cansinez, por respeto y por supuesto por afán documental, he de dejar esto registrado en este humilde y veterano blog; por mucho que dar clase me haya drenado de ganas de escribir, por mucho que lleve encadenados CINCO años de los cuales cuatro he estado estudiando/empantanado de un modo u otro… (o con oposiciones, incluso unas covid-canceladas, o con un máster del que creo que también he hablado) y me haya arrebatado hobbies, ocio y sobre todo separado de estar con los que quiero y me quieren, en tantas ocasiones, prefiero no pensar demasiado en ellas…
Quiero dejar por escrito como es este proceso de atravesar unas oposiciones. Y no he pasado por ellas una ni dos, tres veces ya. Con un ‘triunfo fracasal’ la primera vez en 2018 (saqué una notaza altísima pero me quedé sin plaza por no tener puntos de experiencia); con topetazo brutal al encontrarme en 2021 el inconsolable golpe de un suspenso en toda la cara; y en la tercera….
Mientras escribo esto aún no sé los resultados de la tercera vez. Solo puedo decir que superé la primera fase, hice la segunda hace unos pocos días, y que aún espero las notas de esta.
Pero les cuento, les cuento. Primero, un poco de contexto.
«Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen»
Quiero desde aquí brevemente dar mi apoyo al pueblo ucraniano, y también a su hermano el pueblo ruso, ambos víctimas de la locura de un gobernante que o bien ha perdido los cabales, o bien estaba terriblemente mal informado y alejado de la realidad.
Siempre he odiado la frase ‘no me creo que a estas alturas, en este año, esté pasando esto’ . Pero aquí estamos, en 2022, saliendo de una pandemia que parece que hemos olvidado instantáneamente, y una crisis climática a la que damos de lado siempre que podemos.
¿Qué hay en la cabeza de Putin? ¿Qué esperaba ganar? ¿Aferrarse a la poltrona, caldeando los ánimos patrióticos? ¿Ganar unas pequeñas provincias con recursos valiosos, los que ya tiene de sobra en sus 17 millones de km2? ¿Ganar de nuevo el amor de esa exnovia, Ucrania, que legítimamente mira en otra dirección, mediante el uso de la violencia? ¿Anexionar unos terrenos habitados por rusoparlantes, aunque en el proceso haya que matar miles de hermanos ucranianos?
¿Y tal vez esperaba solucionarlo con una guerra relámpago, de pocos días? ¿Con un ejército obsoleto, desorientado, desmotivado, incluso desinformado, poco preparado -a la vista está-, y en un terreno -insisto- hermano? ¿Esperaba que su maltrecha economía lo aguantase, Rusia, un país con nuestro PIB? ¿Que la comunidad internacional no respondería de un modo u otro? ¿Y esperaba que los ucranios les recibiesen bien? ¿Que no aguantarían? ¿Que no apretarían los dientes y defenderían de todos los modos posibles su terreno?
¿De verdad creía Putin, que serían los buenos de la historia? ¿Que sus oligarcas, que sus servicios de seguridad, que su propio pueblo, sabio y capaz de entrever a través de la cortina de propaganda y desinformación, no lo cuestionaría?
No lo sé. Sin duda Putin es un hombre inteligente, capaz de mantenerse en el poder durante 24 años. Probablemente se ha rodeado de hombres ‘si a todo’, pero me sigue costando creer que haya llegado a semejantes niveles de delirio.
Solo sé que esto acaba de dos maneras. O mal; muy muy muy mal para todos, o con Rusia retrocediendo, tal vez con una revuelta interna de carácter civil, militar o ambas, que acabe deponiendo la cúpula del gobierno ruso. Tal vez para sustituirla por otro hombre duro, o tal vez conduciendo a Rusia finalmente a la familia de las democracias occidentales, y dejando sola a China como gran gigante autoritario. Por soñar…
Confío en que el pueblo ruso, y/o sus poderes fácticos (aunque prefiero lo primero) se den cuenta más pronto que tarde del tremendo error y profundo pantano en el que su líder les ha metido, y del que solo hay una solución rápida: salir.
Quiero creer que el pueblo ruso, a pesar de la propaganda y la desinformación, es sabio; pero claro, también vivimos en tiempos en los que nuestras ‘informadísimas’ y libres democracias, gente como Trump o Boris Johnson salen elegidos. Así que… soy incapaz de calibrar hasta qué punto la población rusa sabe, o sabrá, cuando todo esto le empiece de verdad a afectar también a ellos.
Un país que vive en la práctica pobreza, ¿Por qué son siempre los pobres los que entran en guerras? ¿Son sencillamente demasiado ignorantes para saber mejor? ¿No saben lo que se pierden, con la paz y prosperidad mutuas? ¿O sencillamente no tienen nada que perder?
No lo sé. Muchas, muchas preguntas. Mucha sorpresa. Mucho rechazo acentuado por mi parte, cada vez más, a cualquier tipo de nacionalismo, identitario, centrípeto, centrífugo…., de rechazo a todo el que subraya la diferencia, en vez de lo que nos une.
Y sobre todo, mucho dolor, mucha tristeza, muchas lágrimas. Espero que todo esto se resuelva de una forma lo más pacífica posible y constructiva para todos. Mientras, todo mi apoyo al pueblo ucraniano; y también al ruso, para que deponga antes de que sea demasiado tarde, a su tirano. Слава Україні!
Y a todos los que creen que una línea en el mapa vale más que una sola vida humana: buena estancia en el infierno. No tendréis que hacer cola a la entrada.
Hola que tal, otro añito nos volvemos a ver por aquí…
Se da la circunstancia de que he escrito cosas que me apetece compartir aquí, pero necesitan un contexto previo; y ya de paso, aprovecho para hacer un post genérico de ponernos al día (y también probar a refrescar un poco el aspecto del blog).
Los últimos post que escribí iban sobre lo que significa ser profesor (algo que tiene pinta de durar mucho tiempo). Este indirectamente, también está relacionado con eso. Como podréis imaginar, el año pasado -que pasé en Almuñecar, estupendo lugar- me sometí de nuevo a todo el farragoso proceso de pasar unas oposiciones; lo que probablemente no sabéis, es que no las superé.
No es solo que no conseguí plaza (era una convocatoria difícil y hasta cierto podía esperarlo), es que de hecho suspendí la última fase (tal vez la más importante, en la que hay que defender una unidad didáctica), con lo que me eliminaron del proceso. Tal vez me confié (conseguí una nota engañosamente alta en 2018), tal vez bajé los brazos una vez superada la primera fase, tal vez sencillamente mi sistema de estudio no es el adecuado. El caso, es que aunque la consecuencia suspender no es distinta a sencillamente aprobar sin plaza (sigo ejerciendo, por supuesto como interino, este año en Estepona), suspender fue un golpe demoledor.
Golpe de que te pitan los oídos durante meses. Lo digo en serio, algo que te ‘coloca en tu sitio’, te obliga a replantearte todo lo que estás haciendo, ‘cómo te lo tienes montado’ (en el fondo sé que había, y hay, cosas que tengo que cambiar), entender también tus limitaciones y capacidades (había cosas que sé que podría mejorar, pero otras que honestamente sigo sin saber cómo hacerlo)… resumiendo, ha sido un golpe de realidad, que unido a los años que voy cumpliendo (38 ya, gracias!), me ha sumergido en una crisis -transformadora y todo lo que querais- que me ha tenido catatónico, si es que no abiertamente en pre-depresión, durante unos meses.
Pero tranquilos, que estoy mejor. Saliendo del covid mientras escribo esto (¡no kidding! ¡en parte el estar de baja por el covid es lo que me hace lanzarme a escribir esto!), pero estoy bien.
Y estoy bien, entre otras cosas, porque después del golpe (mediados de julio de 2021) supe enseguida que lo más importante para quitarme las telarañas de encima, era ponerme en marcha enseguida. Uno de los consejos que me dieron es que de puntos iba un poquito escaso (3 años de experiencia, dos certificados de idiomas*, los cursillos del chichinabo que todo cristo tiene, y un título de Ingeniero Técnico de un plan pre-Bolonia que me habilita para ejercer, pero no me da puntos), así que ¿Por qué no hacer un Máster?
*Los que conocéis las oposiciones por dentro ya sabéis lo retorcido y ridículo que puede llegar a ser el sistema de puntuación: dos puntos por tres cursos online que se hace cada uno en un fin de semana, 0,5 por cada título de idiomas (¡aunque sea del mismo idioma! ¡yo tengo 1 punto por que tengo el B2 y el C1 de inglés!) ¡pero apenas 0,7 por cada año de experiencia!
Bien, venga, vamos con el máster a muerte, a ver ¿qué hay por ahí? Tiene que ser online, claro, y tiene que ser oficial para que se me reconozca UN punto, para ser más competitivo, para cargarme a hostias a cualquier oponente opositor que me quiera plantar cara ¡¡¡¡si solo necesito una plaza!!!!
La oferta, bueno… hay de todo. Vi uno en el que daban cosas en 3d (3ds Max, Unreal y V-Ray) que se me hacía la boca agua… pero no era oficial. Hay un huevo de máster relacionados con la educación (Máster en Tecnología Educativa y Competencias Digitales, en Psicopedagogía, en Prevención y Mediación de Conflictos en Entornos Educativos, en Educación Especial, en Innovación Educativa… puedo seguir, la lista puede ser larga de verdad) pero, lo digo aquí que no nos lee nadie, me saturan un poco… hablando en serio, me considero ingeniero/técnico antes que educador, y busco algo que me motive más alejado de la educación en si misma. Y honestamente, busco mi mísero punto, no tengo mayores ambiciones. Me hablan también de uno sobre Prevención de Riesgos Laborales ‘que está tirao’ y es solo de ‘hacer test y entregar trabajitos’ que se puede sacar fácil y como un trámite… pero aún así sé que por mucho que me lo vendan como algo fácil en algún momento me va a tener ‘empantanao’, y sigo queriendo algo que me motive.
Y entonces ahí lo veo,«Máster en Astronomía y Astrofísica». Como podeis imaginar los ojos se me hicieron pesicola. No es barato, y el proceso de admisión (un poquito teatral a mi entender, aprovecho para decirlo) sigue pasando por enviar una carta de motivación y cumplir ciertos requisitos.
Me lo miré bien, lo sopesé con calma, no fue una decisión para nada precipitada, pero para que os hagáis una idea de las ironías al tiempo que determinación que la que me quería matricular del máster, el destino quiso que el día que me confirman la admisión y con un plazo breve para ejecutar el primer pago, me pillara en uno de los sitios con menos señal posible de la serranía Norte de Jaén. Me teníais que ver, literalmente, aguantando el teléfono móvil y el portátil en mitad del monte, para pillar algo de señal con la que enviar los datos y ejecutar el pago (que no voy ni a decir la cantidad)
Todo salió bien y aquí estoy: me está encantando el máster, estoy aprendiendo sobre todo cómo se hace la ciencia (para mi fortuna, y no voy a ser falsamente humilde, cuento con una buena base teórica y unos buenos fundamentos, y de momento nada de lo que hemos impartido me ha sonado a chino), pero lo que si puedo decir es que me he tirado por primera vez en mi vida unas navidades de empollar y redactar que no lo había visto en la vida. No había trampa, como profe sabía que contaba con ese tiempo y lo empleé bien (de hecho, me sobraron unos días al final), pero, os que erais igual de malos estudiantes que yo en la universidad (dificil) ¿os acordais cuando decíamos, cada navidad, ‘voy a estudiar’, y los apuntes se tiraban 15 días calentando banquillo? Pues esta vez, no. Esta vez he estado empantanado, pero bien.
La mayoría han sido entregas, si no aburridas (me ha molado hacerlas) tampoco es pertinente ahondar en ellas: análisis espectral de asteroides, cálculo de las características de un exoplaneta por el método de la profundidad de tránsito y la velocidad radial, transformación de sistemas de coordenadas esféricas, cálculo de características orbitales, arqueología digital en bases de datos para búsqueda de enanas rojas y astrofotografía galáctica…
Pero ha habido una, en la que sencillamente teníamos vía libre. Ni siquiera una actividad obligatoria, sino de esas para ‘subir puntos’. En la asignatura de «Exoplanetas y Astrobiología», una disertación (tema abierto), sobre la asignatura.
Lo titulé «¿Seremos nosotros los extraterrestres?»
Quince páginas escritas en una noche, y me quedé tan ancho.
No digo más, os lo comparto (en cómodos episodios).
PD.: Aunque no me veais mucho en este blog, no significa que no esté activo en redes (aunque reconozco que menos que antaño). Efectivamente el hecho de ser profesor más que ocuparme, ‘drena’ mis ganas de escribir como ya expliqué en esta entrada, pero por instagram (personal y docente) me podeis seguir con bastante facilidad (suelo contar muchas tonterías en las stories). Espero que esteis todos bien. ¡Un saludo!
Los avances en tecnología aérea y espacial, que no se pueden calificar de otro modo que espectaculares en la primera mitad del Siglo XX, nos hicieron soñar con una pronta e inmediata colonización de otros astros; un tiempo que sirvió como caldo de cultivo para la ferviente imaginación de prolíficos autores de ciencia ficción, tanto en sus vertientes más “duras” (como por ejemplo “Tau Cero” de Poul Anderson), como sus más optimistas y populares (“Buck Rogers”, “Flash Gordon”, “Star Trek”), sin dejar de mencionar a prolíficos autores como Isaac Asimov, gran referente de la ciencia ficción del S XX.
De hecho, ¡nos es difícil ahora concebir que del primer vuelo de los hermanos Wright a la pisada de Armstrong en la Luna apenas pasaron 66 años! Pero esto se comprende mejor cuando tenemos en cuenta dos desafortunados conflictos en forma de Guerras Mundiales, y las tensiones entre bloques, ahora en un mundo en el que el armamento nuclear ya existía, a lo largo de la Guerra Fría.
Precisamente esta “Guerra Fría” tal vez nunca se convirtió en caliente, no solo debido al supuesto poder disuasorio de un peligrosísimo y masivo arsenal nuclear, sino al afortunado hecho de que las dos principales potencias decidieran medirse de forma “civilizada”, ‘a ver quién tenía la pistola más larga’, si se nos permite la expresión. Es decir, la celebrada Carrera Espacial no fue otra cosa que un un ‘sprint’ de demostración de poderío tecnológico y militar, que no era otra cosa que poderío económico: quién tenía el misil más grande, capaz de enviar no solo satélites sino cabezas nucleares de forma fulminante al enemigo…
Esta carrera por llegar más lejos, más rápido, más alto, era económicamente agotadora, y como cualquier sprint, fue de corto recorrido; y su principal motor fue el político, que sabemos que nunca marca unos objetivos a largo plazo. Kennedy, gran impulsor del programa Apollo, reconoció en numerosas ocasiones que no tenía el más mínimo interés en averiguar de qué estaban hechas unas rocas lunares. Y en su apogeo, en torno a 1967, el programa Apollo llegó a absorber un 4% del presupuesto del gobierno federal estadounidense (solo superado por la cada vez más impopular guerra de Vietnam); y como solo supimos décadas más tarde, esta carrera dejó totalmente exhausta a la Unión Soviética, que ‘apenas’ consiguió lanzar cuatro gigantescos y carísimos cohetes N-1, que acabaron todos catastróficamente esparcidos por la estepa kazaja.
Si algo quedó claro es que la exploración espacial, y cualquier cosa parecida a poner cosas en el espacio, es abrumadoramente costosa, y lejos del alcance incluso para muchos gobiernos.
La actualidad
Una vez finalizado el programa Apollo, los humanos nunca hemos vuelto a salir de una órbita terrestre baja. Con cohetes tradicionales el coste de poner un kg en órbita baja ronda los 20.000 $. Se estima que poner un solo hombre en Marte costaría lo mismo (con ajustes de inflación) que todo el programa Apollo, que recordemos colocó 12 hombres en la Luna: del orden de 100.000 millones de dólares, que es 10 veces lo presupuestado para la construcción del ITER. Y es que una cosa es lanzar un robot, o una sonda espacial, y otra cosa lanzar un humano, lo que conlleva complejos y sin duda pesados sistemas de soporte vital que fastidiosamente necesitamos.
Incluso los que somos de una generación que crecimos fascinados con aquel ‘autobús viejo’ que era el Transbordador Espacial, entendemos que este, como tantos otros programas de las agencias espaciales internacionales, carecían y carecen demasiadas veces de un objetivo claro, o poseen una encomiable ambición que rara vez se ve igualada por unos presupuestos cada vez más magros. Hemos enviado y seguimos enviando sondas robóticas que nos han traído descubrimientos científicos absolutamente maravillosos y fascinantes, y sobre los que redunda subrayar su importancia.
Y sin embargo, los que profesamos amor a la ciencia y la exploración espacial, a veces nos vemos en la difícil tesitura de explicarles y justificar, a familiares y seres queridos por nosotros, los extraordinarios gastos asociados a la exploración espacial
“¿De qué sirve gastar ‘chorrocientos’ millones en un telescopio, cuando el gobierno no puede pagar hospitales y escuelas? ¿¡De qué sirve buscar agua en Marte, cuando hay niños muriendo de sed en la Tierra!?”
Esas son las cosas que a veces nos toca escuchar.
De poco sirve explicar que se puede -y debe- hacer todo al mismo tiempo. De poco sirve explicar que el valor del conocimiento adquirido es incuantificable. De poco sirve explicar que el presupuesto de los programas espaciales es minúsculo comparado con los necesarios programas sociales, y ridículo al lado de lo que los gobiernos gastan en ejércitos y guerras estúpidas. De poco sirve explicar que ese dinero no se tira, quemado, espacio, sino que es el sueldo de científicos, ingenieros, investigadores, ensambladores… que hacen mucho bien aquí, en la Tierra. De poco sirve explicar que cada euro invertido en investigación y tecnología aeroespacial ve su retorno multiplicado por diez. De poco sirve explicar que aprender a buscar agua en Marte, sirve para encontrarla también más fácilmente aquí, en la Tierra.
De poco sirve, porque entiendo que hay un punto de legitimidad en sus cuestiones, un punto de verdad en el fondo de sus preguntas.
¿¿Cómo tenemos el valor, de emplear miles de millones de dólares en buscar un reemplazo de esta, nuestra querida Tierra, cuando no estamos moviendo ni un dedo por cuidarla, ya que la tenemos??
Y es una ironía, porque lo que parece una obviedad, también parece una verdad que pocas veces se nos recuerda: que no tenemos ‘planeta B’.
Si un asteroide gigante estuviese en trayectoria de colisión con nosotros, hubiese una mega erupción volcánica, o una supernova estallase cerca, no tenemos ‘otra cabaña’ en la que refugiarnos. Es decir, uno de los motivos más inmediatos para hallar otros mundos habitables ha sido precisamente, el de tener una morada alternativa.
Pero no es solo una cuestión de buscar refugio. Otro de los motivos que a menudo se propone es que si la humanidad sigue queriendo crecer como especie, eventualmente esta Tierra se nos quedará pequeña*, por lo que es necesario buscar sitios en los que ‘extendernos’ y crecer, del mismo modo que aquellos colonos europeos se extendieron por el continente americano (desplazando si hace falta y sin contemplación, a los nativos), o esas mismas potencias europeas se ‘repartieron’ África con salvajes consecuencias para el continente.
*(aquí es inmediato pensar ¿no lo ha hecho ya?, pero prefiero explorar a esa cuestión más adelante)
Abiertamente, fantaseamos con una humanidad, homo sapiens, colonizando, viajando y viviendo en otros planetas, del mismo modo en que ahora cogemos un avión y nos plantamos en unas horas, en lo que hace un par de siglos llevaba semanas de viaje.
Esta búsqueda de un ‘planeta B’ no solo nos parece de una fantasía salvaje, sino incluso un sueño con un punto pernicioso, pues lo encontramos totalmente inviable, punto que nos disponemos a argumentar en las siguientes entradas.
Nota: este es un texto que he escrito para la asignatura de Asignatura de Astrobiología y Astrofísica, para el Máster de Astronomía y Astrofísica por la Universidad Internacional de Valencia. Una explicación y contexto más amplios los doy en esta entrada
Introducción
Quiero empezar con una aclaración: con el título de esta entrada no pretendo enunciar una hipótesis conjugada en tiempo presente (como en “¿somos nosotros de origen extraterrestre?») sino una hipótesis conjugada en futuro: ¿Seremos alguna vez nosotros los extraterrestres?
Establecido esto, haré primero un breve repaso a cómo se ha visto a lo largo de la historia la posible existencia y colonización de otros mundos habitables y existencia de civilizaciones en estos. A continuación, comentamos la situación actual de la exploración espacial; para desembocar en cuatro escenarios hipotéticos en los que exploramos un posible futuro de nuestra civilización encaminada a la exploración de las estrellas. Finalmente, cierro compartiendo algunas reflexiones personales.
El pluralismo Cósmico
Edad Clásica
En la Época Antigua, los clásicos creían que la Tierra era única y era el centro del Universo Conocido, mientras que el resto de astros eran representaciones de deidades en las distintas culturas y cosmologías, cuando no meras piezas colocadas en los cielos asociadas a seres mitológicos. El concepto de “múltiples mundos” se circunscribía a debates filosóficos sin las implicaciones cosmológicas que tenemos hoy en día; filósofos griegos como Anaximandro y Anaxarco eran firmes defensores de esa idea de ‘múltiples mundos’, haciendo este último famosamente llorar a Alejandro Magno, del que era amigo personal; pues ni siquiera había sido capaz de conquistar uno.
Renacimiento e Ilustración
Sin embargo, tan pronto como la revolución copernicana demostró que la Tierra no era más que una pieza más un Universo poblado de incontables objetos, se empezó a fantasear con la idea de civilizaciones que poblaran esos astros.
De los primeros en explorar esta idea fue Giordano Bruno (imagen) ya dijo que otros mundos «no tienen menos virtud ni naturaleza diferente a la de nuestra tierra» y, como la Tierra, «contienen animales y habitantes». Juan Maldonado, ya fantaseó en su obra “Somnium” (1532) con la posibilidad de un viaje a los astros, a lomos de lo actualmente conocemos como el cometa Halley, para acabar en Mercurio, dónde encuentra una “sociedad perfecta”. Precisamente Johannes Kepler, aplicando ya la ciencia y con cierta vocación divulgativa, volvería un siglo más tarde a explorar la misma idea (y con el mismo nombre: también llamó a su novela “Somnium”), en la que soñaba con la idea de ‘barcos celestiales, con velas adaptadas a los vientos de los cielos, llenas de tripulantes que no se asustarían con la vastedad del espacio’. Él igualmente hablaba también de imaginarios habitantes de los astros; e intelectuales de siglos posteriores como Benjamin Franklin o Immanuel Kant, ya durante la Ilustración, abrazaron la idea de “pluralismo cósmico”, abordado ahora desde un punto de vista más científico y no estrictamente desde el campo de la filosofía.
Revolución Industrial
Con los portentosos avances que trajo la Revolución Industrial, autores en el siglo XIX y primeros del XX como H.G. Wells, C.S Lewis o Edgar Burroughs, hablaban de ‘selenitas’ y ‘marcianos’ en sus obras (“La Guerra de los Mundos”, “Los primeros Hombres en la Luna”, “John Carter de Marte”, “Trilogía Espacial”), si bien infundiendo un fuerte componente científico en sus obras (especialmente en el caso de H.G Wells, visionario en muchos campos de la tecnología)
Sin embargo, este optimismo, esta ‘facilidad’ para alcanzar estos mundos, como un ‘destino manifiesto’ de la humanidad, no era universalmente compartido. Cecil Rhodes, poderoso magnate y ferviente defensor del colonialismo e imperialismo británico, se lamentaba (de modo similar a Alejandro Magno) de que habría mundos que nunca podría colonizar: “Pensar en estas estrellas que ves en lo alto por la noche, estos vastos mundos a los que nunca podremos alcanzar. Anexaría los planetas si pudiera; A menudo pienso en eso. Me entristece verlos tan claros y tan lejanos «