Experiencia e inteligencia

Como dice el puto refrán, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Si alguien es inteligente tal vez sea capaz de aprender de la experiencia de otros, y si es excepcionalmente listo, tal vez tiene la sagacidad de, en cada nueva situación, ser capaz de encontrar en esas décimas de segundo de margen la respuesta correcta, pues ni tan siquiera le hace falta la experiencia: es capaz de encontrarla por si solo, y además, suficientemente rápido. Pero esos son solo unos pocos elegidos, unos iluminados, unos House. El resto de los mortales, esos que aún en nuestra inseguridad mantengamos la creencia de que tenemos un resquicio mínimo de inteligencia, seguimos sin tener esa sagacidad para saber reaccionar a tiempo. Y sin ella, nuestra supuesta inteligencia no nos sirve de nada.

‘Eso’, lo que quiera que sea, nos pasará esa vez, y esa será la experiencia, la experiencia de haberte equivocado. Y la experiencia llega justo cuando ya no nos hace falta. Habrá pasado el momento, nos daremos cuenta de lo que ha sucedido, y entonces ya tendremos la experiencia; pues con suerte la próxima vez seremos capaces de que no nos vuelva a pasar lo mismo (y eso quien es capaz de aprender, pues hay quien ni eso). Pero el momento, ese momento, HABRÁ PASADO. Tal vez esa era la ÚNICA OPORTUNIDAD que había, y sencillamente te quedaste pasmado, mirando al vacío, sin saber reaccionar, intentando futilmente conseguir una respuesta válida, para encontrarla tal vez y solo cuando ya es demasiado tarde… y mientras tanto la oportunidad pasó, ya está lejos, sin ninguna garantía de que vuelva alguna vez (aunque puedas intentar provocarla de nuevo), pero solo te queda lamentarte por ello…

El tonto del coche
Que fácil

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