Sobre la guerra en Ucrania

“Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”

Atardecer desde el Castillo de Canena. Slava Ukraini!

Quiero desde aquí brevemente dar mi apoyo al pueblo ucraniano, y también a su hermano el pueblo ruso, ambos víctimas de la locura de un gobernante que o bien ha perdido los cabales, o bien estaba terriblemente mal informado y alejado de la realidad.

Siempre he odiado la frase ‘no me creo que a estas alturas, en este año, esté pasando esto’ . Pero aquí estamos, en 2022, saliendo de una pandemia que parece que hemos olvidado instantáneamente, y una crisis climática a la que damos de lado siempre que podemos.

¿Qué hay en la cabeza de Putin? ¿Qué esperaba ganar? ¿Aferrarse a la poltrona, caldeando los ánimos patrióticos? ¿Ganar unas pequeñas provincias con recursos valiosos, los que ya tiene de sobra en sus 17 millones de km2? ¿Ganar de nuevo el amor de esa exnovia, Ucrania, que legítimamente mira en otra dirección, mediante el uso de la violencia? ¿Anexionar unos terrenos habitados por rusoparlantes, aunque en el proceso haya que matar miles de hermanos ucranianos?

¿Y tal vez esperaba solucionarlo con una guerra relámpago, de pocos días? ¿Con un ejército obsoleto, desorientado, desmotivado, incluso desinformado, poco preparado -a la vista está-, y en un terreno -insisto- hermano? ¿Esperaba que su maltrecha economía lo aguantase, Rusia, un país con nuestro PIB? ¿Que la comunidad internacional no respondería de un modo u otro? ¿Y esperaba que los ucranios les recibiesen bien? ¿Que no aguantarían? ¿Que no apretarían los dientes y defenderían de todos los modos posibles su terreno?

¿De verdad creía Putin, que serían los buenos de la historia? ¿Que sus oligarcas, que sus servicios de seguridad, que su propio pueblo, sabio y capaz de entrever a través de la cortina de propaganda y desinformación, no lo cuestionaría?

No lo sé. Sin duda Putin es un hombre inteligente, capaz de mantenerse en el poder durante 24 años. Probablemente se ha rodeado de hombres ‘si a todo’, pero me sigue costando creer que haya llegado a semejantes niveles de delirio.

Solo sé que esto acaba de dos maneras. O mal; muy muy muy mal para todos, o con Rusia retrocediendo, tal vez con una revuelta interna de carácter civil, militar o ambas, que acabe deponiendo la cúpula del gobierno ruso. Tal vez para sustituirla por otro hombre duro, o tal vez conduciendo a Rusia finalmente a la familia de las democracias occidentales, y dejando sola a China como gran gigante autoritario. Por soñar…

Confío en que el pueblo ruso, y/o sus poderes fácticos (aunque prefiero lo primero) se den cuenta más pronto que tarde del tremendo error y profundo pantano en el que su líder les ha metido, y del que solo hay una solución rápida: salir.

Quiero creer que el pueblo ruso, a pesar de la propaganda y la desinformación, es sabio; pero claro, también vivimos en tiempos en los que nuestras ‘informadísimas’ y libres democracias, gente como Trump o Boris Johnson salen elegidos. Así que… soy incapaz de calibrar hasta qué punto la población rusa sabe, o sabrá, cuando todo esto le empiece de verdad a afectar también a ellos.

Un país que vive en la práctica pobreza, ¿Por qué son siempre los pobres los que entran en guerras? ¿Son sencillamente demasiado ignorantes para saber mejor? ¿No saben lo que se pierden, con la paz y prosperidad mutuas? ¿O sencillamente no tienen nada que perder?

Recuerdo lo exagerada que me pareció entonces esta portada. Lo que son las cosas.

No lo sé. Muchas, muchas preguntas. Mucha sorpresa. Mucho rechazo acentuado por mi parte, cada vez más, a cualquier tipo de nacionalismo, identitario, centrípeto, centrífugo…., de rechazo a todo el que subraya la diferencia, en vez de lo que nos une.

Y sobre todo, mucho dolor, mucha tristeza, muchas lágrimas. Espero que todo esto se resuelva de una forma lo más pacífica posible y constructiva para todos. Mientras, todo mi apoyo al pueblo ucraniano; y también al ruso, para que deponga antes de que sea demasiado tarde, a su tirano. Слава Україні!

Y a todos los que creen que una línea en el mapa vale más que una sola vida humana: buena estancia en el infierno. No tendréis que hacer cola a la entrada.

Una reflexión personal ¿Seremos nosotros los extraterrestres? Parte 2: La actualidad de la exploración espacial

Siglo XX

(Viene de aquí)

Los avances en tecnología aérea y espacial, que no se pueden calificar de otro modo que espectaculares en la primera mitad del Siglo XX, nos hicieron soñar con una pronta e inmediata colonización de otros astros; un tiempo que sirvió como caldo de cultivo para la ferviente imaginación de prolíficos autores de ciencia ficción, tanto en sus vertientes más “duras” (como por ejemplo “Tau Cero” de Poul Anderson), como sus más optimistas y populares (“Buck Rogers”, “Flash Gordon”, “Star Trek”), sin dejar de mencionar a prolíficos autores como Isaac Asimov, gran referente de la ciencia ficción del S XX.

De hecho, ¡nos es difícil ahora concebir que del primer vuelo de los hermanos Wright a la pisada de Armstrong en la Luna apenas pasaron 66 años! Pero esto se comprende mejor cuando tenemos en cuenta dos desafortunados conflictos en forma de Guerras Mundiales, y las tensiones entre bloques, ahora en un mundo en el que el armamento nuclear ya existía, a lo largo de la Guerra Fría.

Precisamente esta “Guerra Fría” tal vez nunca se convirtió en caliente, no solo debido al supuesto poder disuasorio de un peligrosísimo y masivo arsenal nuclear, sino al afortunado hecho de que las dos principales potencias decidieran medirse de forma “civilizada”, ‘a ver quién tenía la pistola más larga’, si se nos permite la expresión. Es decir, la celebrada Carrera Espacial no fue otra cosa que un un ‘sprint’ de demostración de poderío tecnológico y militar, que no era otra cosa que poderío económico: quién tenía el misil más grande, capaz de enviar no solo satélites sino cabezas nucleares de forma fulminante al enemigo…

Esta carrera por llegar más lejos, más rápido, más alto, era económicamente agotadora, y como cualquier sprint, fue de corto recorrido; y su principal motor fue el político, que sabemos que nunca marca unos objetivos a largo plazo. Kennedy, gran impulsor del programa Apollo, reconoció en numerosas ocasiones que no tenía el más mínimo interés en averiguar de qué estaban hechas unas rocas lunares. Y en su apogeo, en torno a 1967, el programa Apollo llegó a absorber un 4% del presupuesto del gobierno federal estadounidense (solo superado por la cada vez más impopular guerra de Vietnam); y como solo supimos décadas más tarde, esta carrera dejó totalmente exhausta a la Unión Soviética, que ‘apenas’ consiguió lanzar cuatro gigantescos y carísimos cohetes N-1, que acabaron todos catastróficamente esparcidos por la estepa kazaja.

Si algo quedó claro es que la exploración espacial, y cualquier cosa parecida a poner cosas en el espacio, es abrumadoramente costosa, y lejos del alcance incluso para muchos gobiernos.

La actualidad

Una vez finalizado el programa Apollo, los humanos nunca hemos vuelto a salir de una órbita terrestre baja. Con cohetes tradicionales el coste de poner un kg en órbita baja ronda los 20.000 $. Se estima que poner un solo hombre en Marte costaría lo mismo (con ajustes de inflación) que todo el programa Apollo, que recordemos colocó 12 hombres en la Luna: del orden de 100.000 millones de dólares, que es 10 veces lo presupuestado para la construcción del ITER. Y es que una cosa es lanzar un robot, o una sonda espacial, y otra cosa lanzar un humano, lo que conlleva complejos y sin duda pesados sistemas de soporte vital que fastidiosamente necesitamos.

Incluso los que somos de una generación que crecimos fascinados con aquel ‘autobús viejo’ que era el Transbordador Espacial, entendemos que este, como tantos otros programas de las agencias espaciales internacionales, carecían y carecen demasiadas veces de un objetivo claro, o poseen una encomiable ambición que rara vez se ve igualada por unos presupuestos cada vez más magros. Hemos enviado y seguimos enviando sondas robóticas que nos han traído descubrimientos científicos absolutamente maravillosos y fascinantes, y sobre los que redunda subrayar su importancia. 

Y sin embargo, los que profesamos amor a la ciencia y la exploración espacial, a veces nos vemos en la difícil tesitura de explicarles y justificar, a familiares y seres queridos por nosotros, los extraordinarios gastos asociados a la exploración espacial

“¿De qué sirve gastar ‘chorrocientos’ millones en un telescopio, cuando el gobierno no puede pagar hospitales y escuelas?
¿¡De qué sirve buscar agua en Marte, cuando hay niños muriendo de sed en la Tierra!?”

Esas son las cosas que a veces nos toca escuchar.

De poco sirve explicar que se puede -y debe- hacer todo al mismo tiempo.
De poco sirve explicar que el valor del conocimiento adquirido es incuantificable.
De poco sirve explicar que el presupuesto de los programas espaciales es minúsculo comparado con los necesarios programas sociales, y ridículo al lado de lo que los gobiernos gastan en ejércitos y guerras estúpidas.
De poco sirve explicar que ese dinero no se tira, quemado, espacio, sino que es el sueldo de científicos, ingenieros, investigadores, ensambladores… que hacen mucho bien aquí, en la Tierra.
De poco sirve explicar que cada euro invertido en investigación y tecnología aeroespacial ve su retorno multiplicado por diez.
De poco sirve explicar que aprender a buscar agua en Marte, sirve para encontrarla también más fácilmente aquí, en la Tierra.

De poco sirve, porque entiendo que hay un punto de legitimidad en sus cuestiones, un punto de verdad en el fondo de sus preguntas. 

¿¿Cómo tenemos el valor, de emplear miles de millones de dólares en buscar un reemplazo de esta, nuestra querida Tierra, cuando no estamos moviendo ni un dedo por cuidarla, ya que la tenemos??

Y es una ironía, porque lo que parece una obviedad, también parece una verdad que pocas veces se nos recuerda: que no tenemos ‘planeta B’. 

Si un asteroide gigante estuviese en trayectoria de colisión con nosotros, hubiese una mega erupción volcánica, o una supernova estallase cerca, no tenemos ‘otra cabaña’ en la que refugiarnos. Es decir, uno de los motivos más inmediatos para hallar otros mundos habitables ha sido precisamente, el de tener una morada alternativa.

Pero no es solo una cuestión de buscar refugio. Otro de los motivos que a menudo se propone es que si la humanidad sigue queriendo crecer como especie, eventualmente esta Tierra se nos quedará pequeña*, por lo que es necesario buscar sitios en los que ‘extendernos’ y crecer, del mismo modo que aquellos colonos europeos se extendieron por el continente americano (desplazando si hace falta y sin contemplación, a los nativos), o esas mismas potencias europeas se ‘repartieron’ África con salvajes consecuencias para el continente.

*(aquí es inmediato pensar ¿no lo ha hecho ya?, pero prefiero explorar a esa cuestión más adelante)

Abiertamente, fantaseamos con una humanidad, homo sapiens, colonizando, viajando y viviendo en otros planetas, del mismo modo en que ahora cogemos un avión y nos plantamos en unas horas, en lo que hace un par de siglos llevaba semanas de viaje.

Esta búsqueda de un ‘planeta B’ no solo nos parece de una fantasía salvaje, sino incluso un sueño con un punto pernicioso, pues lo encontramos totalmente inviable, punto que nos disponemos a argumentar en las siguientes entradas.

¿Seremos nosotros los extraterrestres?

Una reflexión personal ¿Seremos nosotros los extraterrestres? Parte 1: El Pluralismo Cósmico

Por Rufino Herrera García

Nota: este es un texto que he escrito para la asignatura de Asignatura de Astrobiología y Astrofísica, para el Máster de Astronomía y Astrofísica por la Universidad Internacional de Valencia. Una explicación y contexto más amplios los doy en esta entrada

Introducción

Quiero empezar con una aclaración: con el título de esta entrada no pretendo enunciar una hipótesis conjugada en tiempo presente (como en “¿somos nosotros de origen extraterrestre?”) sino una hipótesis conjugada en futuro: ¿Seremos alguna vez nosotros los extraterrestres? 

Establecido esto, haré primero un breve repaso a cómo se ha visto a lo largo de la historia la posible existencia y colonización de otros mundos habitables y existencia de civilizaciones en estos. A continuación, comentamos la situación actual de la exploración espacial; para desembocar en cuatro escenarios hipotéticos en los que exploramos un posible futuro de nuestra civilización encaminada a la exploración de las estrellas. Finalmente, cierro compartiendo algunas reflexiones personales.

El pluralismo Cósmico

Edad Clásica

En la Época Antigua, los clásicos creían que la Tierra era única y era el centro del Universo Conocido, mientras que el resto de astros eran representaciones de deidades en las distintas culturas y cosmologías, cuando no meras piezas colocadas en los cielos asociadas a seres mitológicos. El concepto de “múltiples mundos” se circunscribía a debates filosóficos sin las implicaciones cosmológicas que tenemos hoy en día; filósofos griegos como Anaximandro y Anaxarco eran firmes defensores de esa idea de ‘múltiples mundos’, haciendo este último famosamente llorar a Alejandro Magno, del que era amigo personal; pues ni siquiera había sido capaz de conquistar uno.

Renacimiento e Ilustración

Sin embargo, tan pronto como la revolución copernicana demostró que la Tierra no era más que una pieza más un Universo poblado de incontables objetos, se empezó a fantasear con la idea de civilizaciones que poblaran esos astros. 

Fig 1. Giordano Bruno (Fuente: Wikipedia)

De los primeros en explorar esta idea fue Giordano Bruno (imagen) ya dijo que otros mundos “no tienen menos virtud ni naturaleza diferente a la de nuestra tierra” y, como la Tierra, “contienen animales y habitantes”. Juan Maldonado, ya fantaseó en su obra “Somnium” (1532) con la posibilidad de un viaje a los astros, a lomos de lo actualmente conocemos como el cometa Halley, para acabar en Mercurio, dónde encuentra una “sociedad perfecta”. Precisamente Johannes Kepler, aplicando ya la ciencia y con cierta vocación divulgativa, volvería un siglo más tarde a explorar la misma idea (y con el mismo nombre: también llamó a su novela “Somnium”), en la que soñaba con la idea de ‘barcos celestiales, con velas adaptadas a los vientos de los cielos, llenas de tripulantes que no se asustarían con la vastedad del espacio’. Él igualmente hablaba también de imaginarios habitantes de los astros; e intelectuales de siglos posteriores como Benjamin Franklin o Immanuel Kant, ya durante la Ilustración, abrazaron la idea de “pluralismo cósmico”, abordado ahora desde un punto de vista más científico y no estrictamente desde el campo de la filosofía.

Revolución Industrial

Con los portentosos avances que trajo la Revolución Industrial, autores en el siglo XIX y primeros del XX como H.G. Wells, C.S Lewis o Edgar Burroughs, hablaban de ‘selenitas’ y ‘marcianos’ en sus obras (“La Guerra de los Mundos”, “Los primeros Hombres en la Luna”, “John Carter de Marte”, “Trilogía Espacial”), si bien infundiendo un fuerte componente científico en sus obras (especialmente en el caso de H.G Wells, visionario en muchos campos de la tecnología)

Sin embargo, este optimismo, esta ‘facilidad’ para alcanzar estos mundos, como un ‘destino manifiesto’ de la humanidad, no era universalmente compartido. Cecil Rhodes, poderoso magnate y ferviente defensor del colonialismo e imperialismo británico, se lamentaba (de modo similar a Alejandro Magno) de que habría mundos que nunca podría colonizar: “Pensar en estas estrellas que ves en lo alto por la noche, estos vastos mundos a los que nunca podremos alcanzar. Anexaría los planetas si pudiera; A menudo pienso en eso. Me entristece verlos tan claros y tan lejanos “

¿Seremos nosotros los extraterrestres?

Pequeño Update de Vida (O cómo hacerse Youtuber en tiempos de pandemia, y que te paguen de verdad por ello)

Nota: Antes de empezar a hablar y decir bocanadas, espero y deseo que estáis todos bien, y que el confinamiento y el puñetero virus no os haya perjudicado mucho. Todos mis mejores deseos con vosotros. Y ahora, a lo que vamos.

¡Hooola! Que taaal… 😬🙄 …

Esto…. vamos hacer como si no llevase casi un año y como si no pasara nada, ¿verdad? Incluso con el tiempaco libre que (pensareis) he debido de tener con la pandemia (que es verdad, y al mismo tiempo, no), no he tenido ni la poca vergüenza de dejarme caer…
Pues de eso vengo a hablar. Y de más cosas, pero sobre todo de eso.

Porque en verdad, no he dejado de bloguear en estos meses

En realidad, me he vuelto bloguero* a tiempo completo, y me pagan por ello.

Entre otras cosas, yendo con ese sueldecillo a Berlín (pocos días antes del decreto de Estado de Alarma)

Como ya vine contandoos en las [una] [dos] y [tres] entradas anteriores, lo de ser profesor (interino) de Tecnología en los institutos de Educación Secundaria de Andalucía… lo estoy gozando de lo lindo. El año pasado en Luque, un pequeño pueblo de la Subbética cordobesa, y este en Pozoblanco, capital de facto del Valle de los Pedroches, famoso pueblo cordobés conocido por la leche COVAP, porque “la Manada” hizo otra de sus jugadas, y porque aquí murió Paquirri. Ah, y porque la Maranga a veces se aparece en sus carreteras…

Ahora en serio, lo he estado pasando estupendamente en Pozoblanco. Amigos y compañeros estupendos, en el durante me he metido dos viajes del ala (uno a Copenhague y otro a Berlín), y lo más bonito, unos alumnos que son un primor, nobles como ellos solos, y que hasta me trataban de ‘don’ (las entrañables cosas de los pueblos). ¡Y todo eso solo en cuatro meses!

Talleres de Tecnología en las jornadas de “puertas abiertas” para los alumnos de nuevo ingreso.

Claro, hasta que se apareció el tiranovirus

Sigue leyendo

Cosas que piensa uno a los 35

Cuando cumplí 25 hice unas cuentas, algunas de las cuales, evidentemente, no han cambiado. Este noviembre Rick Deckard perseguirá, quien lo duda, replicantes en Los Angeles; Skynet lleva años controlándolo todo sin que nos hayamos dado aún cuenta; y el 31 de diciembre de 2033, si sigo aquí, cumpliré inexorablemente 50 tacos.

Pero, también hablaba de la agobiante sensación por el aplastante, implacable, inexorable paso del tiempo, y contaba que me sentía estafado, expresandolo de una forma que ahora, como es natural, encuentro un tanto naif, y bueno, propia de ser diez años más joven. La pregunta es ¿me sigo sintiendo estafado? Pues lo respondo claro y directo: no. Y la respuesta que voy a dar, entiendo que os resulte un tanto estrafalaria, pero es la que encuentro que mejor lo resume: porque no me he aburrido ni he parado quieto. He vivido bastantes experiencias, me han pasado bastantes cosas (buenas y malas), y también he buscado activamente que me pasen otras, la mayoría muy buenas. No me arrepiento de nada, estoy contento de estar donde estoy, y de a dónde (parece) dirigirse mi vida. He aprovechado estos años. Entonces, hace 10, es sencillo entender lo que me pasaba: perdía escandalosa y desastrosamente el tiempo. Conseguí acabar la carrera (hace solo 7 años, eh), he viajado, he estudiado y vivido en el extranjero, he conocido muchas personas maravillosas, me he emancipado, me he enamorado, he vivido… incluso, parece, he madurado… Vamos, que no ha estado mal.

En el Caminito del Rey (Málaga), hace apenas una semana.

Y sigo repasando cuestiones, un tanto más triviales: la incipiente calva que me inquietaba, ahí sigue, avanzando aunque sin consumarse, y lo más importante, sin que me importe demasiado. Tengo al fin una barba plenamente desarollada, como la que siempre admiré en mi padre, que me gusta y cuido mucho. Hago ejercicio (incluso he hecho *mucho* ejercicio, con gimnasio y bicicleta todos los días, aunque no puedo mantener ahora ese ritmo), mi dieta es mucho más variada y equilibrada; y mi estado físico, aunque sin alardes, es en general es bastante mejor que el de hace diez años. He aprendido (y sigo aprendiendo) a organizarme, a trabajar, a ser eficiente. Me conozco mejor, sé lo que me gusta, sé relacionarme mejor conmigo mismo y con los demás. Lejos de entenderlo ‘bien’, si al menos entiendo mejor como funciona todo: yo, las personas, el mundo. A resumidas cuentas, me siento bien.

A la pregunta de ‘qué responder cuando no has acabado la carrera con 28 años y te preguntan en tu primera entrevista de trabajo por tu experiencia laboral’, tengo La Puta Respuesta, que da para otro post ;)

¿Y lo demás? ¿Las chicas? ¿Vivir en pareja? ¿Tener un proyecto de vida? ¿Los niños? Todo en proceso, aunque me queda la última pendiente definitivamente pendiente. Pero por razones por las que muy tonta e infantilonamente me voy a hacer el misterioso (uuuUUUuuuu!!) y guardaré para el demorado aunque intentaré que inmediato, próximo post; diré que ahora mismo tengo niños a raudales* 😁

*Si me seguís en Instagram sabéis a que me refiero.

Aquella vez no me gustó cumplir 25, pero por razones un tanto obvias: entonces no me acababa de gustar mi vida. Era una especie de toque de aviso, de meta volante, de examen parcial, y el resultado de aquella prueba dejaba que desear. Hoy por hoy no es que esté ‘enamorado’ en si de tener 35 (por pedir, pediría tener el potencial y la plasticidad -y especialmente las rodillas- de un chavea de 23 o 24 años), pero el hecho en si de cumplir años, de comprender la unicidad y la fugacidad de la vida de uno, es lo que hacer querer bebérsela a cántaros, a la vez que saborearla dulcemente.

Y, ay, sobre la muerteya me extendí en su día. De la forma más sana y constructiva posible, dejó de obsesionarme. Precisamente asimilando que llegará, y que mientras tanto, nos debemos a nosotros mismo el exprimir la vida al máximo posible. Cómo debe de ser.

Espero llegar a los 100, y llegar bien, y contento al echar la vista atrás. Un saludo ;)