Las Oposiciones (Parte 4 de 4): ¿¡Tengo ya La Plaza!?

Antes, que nada, no se me asusten, no he escrito antes por meras cuestiones logísticas y de compromisos familiares (lo que tiene guasa, lo bien y directos que me salieron los primeros tres post, para dejar en el total cliffhanger a cualquier aventurado lector que se pasease por aquí).

Ahora ya, sin más dilación

Bueno, ahora ya lo sabéis: he aprobado las Oposiciones y soy un don señor funcionario (en prácticas).

Estos días anteriores, sin tenerlo planificado (aunque todo estaba en mi cabeza y ha sido rápido escribirlo), os he estado contando como ha sido todo este proceso (CINCO AÑOS EN TOTAL). Ahora, estoy en disposición de contaros cómo ha sido el proceso de este año (¡que también ha tenido sus peculiaridades!), y cómo es el panorama que se me presenta a continuación.

La margarita del destino: tengo plaza/no tengo plaza

Creo que ustedes queridos lectores, si son sagaces y me conocen una mititilla desde 2005 que llevamos escribiendo en este bloj, deberán saber que de nuevo y para sorpresa de nadie, no he sido un estudiante ejemplar. Incluso teniendo mucho a favor: no teniendo compromisos familiares ni personales, estando en un lugar tranquilo y sin distracciones, suficientes años ya de experiencia y tablas, y las lecciones aprendidas de haber pasado por dos oposiciones antes, lo que redunda tanto en conocimientos concretos del temario, como en saberes nivel emocional y estratégico/táctico/operativo.

En mi contra: yo. Y la desidia, y la falta general de motivación. Y la quemazón. Y el miedo al fracaso y que te vuelva a doler tanto (hace difícil que te entregues igual). E incluso, ojo a lo que voy a decir, cierto síndrome de Estocolmo; cierta sensación de secuestro por ser un eterno opositor; como que se me había olvidado como era la vida sin tener que estudiar, e incluso le tenía cierto miedo al vacío una vez completado este objetivo, ¿es posible que en cierto momento me estuviera auto-saboteando?

El último puente de Mayo se me hizo especialmente difícil (con lo bien que hubiera estado yo en las cruces de Granada…)

Resumiendo: que me la he jugado. Incluso teniendo mucho a favor, con muchos puntos de baremo, y sobre todo, muchas plazas ofertadas (dependiendo de cómo contemos, hasta casi 500, cuando en los otros años fueron en torno a 150-200), no he sido esa persona entregada al cien por cien, que madrugaba para estudiar, arañaba horas al día y empleaba hasta los fines de semana con maratones de 6, 8 o 10 horas diarias de estudio empezando desde Septiembre. No. 6 diarias, las hacia las últimas semanas, y dando las gracias. Eso, en este ámbito, es jugársela.

Por mucho que llevase hasta 35 temas defendibles, por mucho que ya me supiera de coraçao la flamante nueva Ley Orgánica de Educación del perro Sanxe (famosa LOMLOE y correspondientes decretos), por mucho que tuviera ya aradas y trilladas las relaciones de problemas y tuviese en la mochila una programación ya bien fermentada. No lo llevaba bien. Lo llevaba con pinzas, justito, y ha habido un factor suerte; tanto que de hecho en la primera fase he pasado raspado, con un 5.11 haciendo media y ojo, suspendiendo la parte práctica con un 3.7 -por fortuna saqué un 6,5 en el tema, lo que tampoco es para tirar cohetes, y bastó para hacer media consiguiendo ese 5,11 y pasar a segunda fase-. Segunda fase que, esta vez si, he aprobado también (con un 6,5), aprobando por tanto las Oposiciones, y además, obteniendo la perseguidísima plaza.

Sé que lo estoy contando rápido, pero voy a lo que voy. Aunque no hice cálculos a priori, los números ahora me demuestra que si hubiera sacado solo un 5,00 pelado en las oposiciones, es decir, APROBANDO A SECAS (y con mis puntos de baremo), iba a tener plaza.

Vaya que si me conocía el edificio, como que era la tercera vez ya…

Y aquí me preguntáis, ¿Ibas a propósito solo a por un 5?. Y tal vez más relevante aún ¿Te enorgulleces de haber sacado plaza, con poco más que un 5?

No. Y No.

No iba justo a por el cinco: primero porque (y a pesar de lo vaguete que soy, como repetidas veces hemos establecido ya) por fortuna HACE AÑOS APRENDÍ QUE TIENES QUE APUNTAR MÁS ALTO QUE TU OBJETIVO. Y segundo, porque en mi defensa alegaré que solo conseguir un aprobado (sin plaza) en oposiciones tiene un mérito que te cagas: a las estadísticas me remito, y que aproximadamente solo un 25% lo consigue.

¿Estoy orgulloso? Tampoco. Ya lo dejé caer en anteriores entradas, en cierto momento uno dice: llego a donde llego, y lo que tenga que ser, será. No soy Alex Honnold, no voy a ser ingeniero astroespacial interestelar de la vida, ni neurocirujano ni alto diplomático de la ONU. Uno empieza el curso diciendo ‘este año tiene que ser el mío, lo voy a dar todo’, más adelante uno se ‘sorprende’ no dándolo todo; y entonces, uno elige: o aplicar los aprendizajes emocionales ya adquiridos por experiencias anteriores, o machacarme y torturarme por no ser lo que debería ser hasta ser mi peor enemigo.

Y elegí lo primero: aceptar.

Aceptar que en mi estado actual, soy incapaz de hacer más, sin haber previamente hecho a nivel interno los deberes que me debo desde hace años, y aceptar que siendo así, me la estaba jugando, iba a depender de la suerte (‘la esperanza del mediocre’, que la llamaba mi profesor), y a pesar de todo el sufrimiento pasado y todas las oportunidades presentes, lo mismo se me volvía a considerar no merecedor de una plaza.

Porque además el no estudiar no es una decisión tomada deliberadamente como fruto de un ejercicio intelectual, sino tomada como fruto de verme sencillamente arrastrado por mi propia apatía. En esos momentos es también necesaria la solemnidad de reconocerlo, y decirme:

“Esto ya lo te ha pasado antes, sabes lo que tienes que hacer para corregirlo, sigo sin entender por qué no lo haces, pero ahora ya sabes y reconoces a dónde te puede llevar este camino de no hacer nada, y estás obligado a reconocerlo, y si suspendes, aceptarlo”.

Y aún así, hice lo que pude, jugué, y gané.

Y ojo, también lo digo, igual que antes hablo de ‘ser un vago’ y el tremendo trabajo que cuesta arrancar y jugar, ¡vaya si al final jugué! Los últimos dos meses son mortales; tu día empieza al llegar a casa desde el trabajo, sabiendo perfectamente el único plan posible para toda la tarde. Así que venga a subrayar, repasar, esquematizar y resumir temas, y venga a rehacer relaciones de problemas, ya vistos, ya trillados. Y forcejeando con esa tentación que suponen el móvil y el ordenador al lado, como una luz de neón que te atrae como a una polilla hacia una lenta muerte…

¿Estoy alegre, contento?

Bueno, esta pregunta, si bien no tiene mucha más chicha que las anteriores, no la puedo responder con la misma rotundidad que a la de si iba por el 5 o si estoy orgulloso. Me alegra mucho, no sabéis cuanto, de poder darle esta alegría y tranquilidad a mi familia, y especialmente a mi padre. Para mi, puedo decir que esa esa es la alegría más grande, yo en mi mismo no siento gran cosa (si acaso, alivio), pero veo como la alegría ilumina a quienes me quieren, y eso se me refleja a mi.

En lo que a mi respecta, pues si, alivio. Me llama la atención (y esto lo he compartido con más opositores) que la gente te felicita con mucha más efusividad e intensidad que la alegría con la que realmente te sientes (aún así, uno es educado y da las gracias).

Pero hay tres sensaciones: una que de la que ya estaba avisado, otra que me la esperaba, y otra que me ha pillado por sorpresa.

La que ya me habían avisado

La emoción sobre la que ya estaba avisado era, que efectivamente, la alegría no es inmediata. Has dejado ya de estudiar, si, y es muy afortunado que sea verano, y haga sol, piscina, vacaciones, etc. Se celebra, pero eso no es distinto a lo que pasó en las dos anteriores oposiciones, no es nuevo. Además, viene ahora un año de prácticas, y todavía me queda papeleo, y la incógnita de saber dónde me mandan… (Nota: cuando escribía este borrador no lo sabía, ahora puedo anunciarlo: Málaga capital). Nuevo, será cuando ya el año que viene no tenga que estudiar, no esté con ese peso y esa agonía, cuando lo sepa. Me lo decía un compañero, ‘no me dí cuenta hasta que a la primavera siguiente me encontré pudiendo ver todos los partidos de la Eurocopa’. Yo no soy nada futbolero, pero creo que con el ejemplo se entiende. Es decir, ya me habían avisado que la alegría de sacar unas oposiciones es de efectos retardados.

La que esperaba

La que me esperaba, es la sensación de que esto ya era debido. De que ya era hora. Cuando acabé la carrera en 2012 me alegré mucho al ver la nota de la última asignatura que me quedaba (un sobresaliente que no esperaba y que supuso un verdadero subidón), pero no tanto de lo que eso suponía: ya estaba titulado, ya era Diseñador Industrial, tras diez arrastradísimos años… (chupándole en el proceso algo de vida a mis padres). Ya pasó la hora de celebraciones, ya tocaba. La plaza me la tendría que haber sacado si acaso en 2021, y estar ya casado, y con hijos, y dos coches y dos casas…. no sé si me entendéis. Cinco años empantanado, y parece que solo ahora la vida empieza.

La que no me ha pillado por sorpresa

Y la que no me esperaba: la falta de orgullo, la falta de lustre. He reconocido antes que hubo un factor de aceptación de mis limitaciones actuales, de lo que tenga que ser, será. Si suspendía, lo aceptaría, pues reconocía no había dado todo lo que se considera que hay que dar, y tampoco me podía torturar y maltratar tanto como lo hice en 2021 (hay que aprender también a ser amables con uno mismo). Pero no anticipé la otra cara de la moneda: si conseguía la plaza, tampoco iba a ser con relumbrón. Nada de notas rozando el 10, nada de quedar de los primeros de la lista. El nº 200 de hecho, en la mitad de la lista (han aprobado 422 en Andalucía), en la mediocridad. No da ni para alegrarse por haberlo conseguido por los pelos. No, es como… meh, si bueno… como si esto logro del chichinabo diese para escribir un libro o cuatro parrafadas casi infinitas en un blog… ¬¬

En resumen: que lo he sufrido, lo he sudado y llorado, y lo he obtenido acorde a Ley, sin trampas y mereciéndolo. Vaya que si lo he sudado: ahí están esos cinco años en la docencia danzando por Andalucía, además de un máster, llevar coordinaciones y planes, idiomas, cursos, etc…Pero también me queda el regusto de que lo he acabado consiguiendo solo por cansino, sacrificando tal vez cosas que no debía sacrificar (tiempo, años), y solo cuando más fácil era y más a favor tenía; y aún así, por los pelos. Una plaza, permitídmelo, como de saldo.

Pero creo que necesito dejar registrado todo esto. Precisamente para poder pasar página.

Porque al final, una cosa que tuve clara es que lo siguiente: esto tiene que acabar. En cierto punto es lo que más, si es que no lo único que te motiva: que acabe, en si, es suficiente razón para acabar. Es decir, no tener que volver a estudiar, no tener que volver a pasar por esto, es lo que al final te impulsa a hacer ahora el último esfuerzo y estudiar y terminarlo ya. Llega cierto momento en que casi no piensas en otra cosa, porque empiezas a pensar en esos paseos en bici, las cervezas en la playa, los soles y conciertos de primavera, las escapaditas rurales, un paseo a solas de noche con tu pareja por la Alhambra… No puedo volver a perderme todo esto. He de hacer lo que sea para que esta tortura, este desierto, no tenga que volver a cruzarlo

Y en términos más generales, pues también piensas en tu trabajo, en tu gente, en las cosas que dejas de lado y estás dejando de atender. Ser mejor padre, pareja, amigo… He dicho varias veces que admiro a quienes tienen responsabilidades familiares (especialmente hijos pequeños) y aún así consiguen sacar el tiempo ni sé muy bien cómo y se sacan una plaza. Pero si lo entiendo: aparte de una organización y un sacrificio exquisitos, tienen una motivación clara: acabar, acabar por ellos, por estar cerca, por poder por fin pasar tiempo.

Y también por ser mejor profesional, mejor profesor, ¿no he acaso dejado las clases de lado? ¿no he dejado de embarcarte en proyectos, en actividades, en construcciones más ambiciosas, originales, intrincadas, activas? ¿No me han notado mis alumnos que estaba más alejado, menos risueño? ¿No te decían que ya no hacías tantos chistes, que te reías menos? ¿Y qué hay de las actividades extraescolares? ¿Y de aquel viaje con tu grupo de tutoría que no pudiste ir aunque te lo pidieron tus propios alumnos?

¿Lo mejor de sacar las oposiciones? La ilusión por todos los planes nuevos, las cosas a las que me voy a dedicar: a ser mejor hijo, mejor hermano, mejor amigo, mejor pareja, y desde luego, mejor profesor. En los proyectos que quiero hacer, aprender, divertirme, o todo al mismo tiempo. Los experimentos que quiero montar, los cacharros que quiero probar, las lecciones que quiero aprender y que quiero enseñar.
Ahora que soy libre: dedicarme a ser mejor.

Un saludo y gracias :)

Oposiciones Parte 1: El Origen
Oposiciones Parte 2: La Sombra
Oposiciones Parte 3: Cancelado
Oposiciones Parte 4: ¿Tengo ya plaza?

Las Oposiciones (Parte 2 de 4). La Oscuridad.

(Viene de aquí, donde hablo de cómo fueron las primeras oposiciones de 2018, y un repaso general a cómo han sido estos años).

Las oposiciones de 2021 fueron distintas a las de 2018, porque sin duda podía decir que iba mejor preparado. Tenía ya experiencia docente; y eso es bueno tanto porque me colocaba mejor por puntos, como porque ya sabía cómo es realmente una clase y estar en el frente de batalla, cosa que cuando me presenté en 2018 era totalmente ignorante y analfabeto. Y también empecé a estudiar antes, y con la ventaja de que no era la primera vez. Lo único malo, es que se ofertaban menos plazas; ¿sería la mía?

La procrastinación, vieja amiga.

Hablemos entonces de la procrastinación, que ya nos conocemos.

¿Empecé a estudiar en Septiembre? Naaaah… Llegan las navidades y se van igual, y tal vez hasta febrero no empecé sistemáticamente todas las tardes a echar un rato, y solo adquirí la velocidad de crucero en abril. (Si no tenéis ni idea de qué hablo ni de cómo funcionan una Oposiciones, podéis enteraros en la primera parte de esta serie)

Pero al primer exámen llegué preparado, incluso se me humedecieron los ojos cuando vi “las bolas”: salió el tema 20, uno de los míos. Conseguí un 8 con ese tema. En la parte práctica de problemas, algo menos: un 5 raspado. Aprobado y pasaba a la siguiente fase, pero no acababa de ser algo para tirar cohetes. La verdad, ese cinco me desanimó.

Y entonces vino mi fallo, mi pecado. Bajé los brazos.

Ya desde el principio, calculé mal mis energías, como si el primer examen fuese la meta, y no una de las metas... como si se me hubiera olvidado que aún quedaba un segundo objetivo a superar, una segunda montaña a escalar.

Llegué a la segunda prueba con todo cogido con pinzas. Remoloneé y perdí el tiempo, en esas casi tres semanas preciosas que hay que aprovechar endemoniadamente. Dormí poco y mal la noche anterior…

Muchas cosas salieron mal en la presentación. Una, creo que no ayudó mi actitud de ‘desembarcar’, tan trajeado (fuí con americana como a una entrevista de trabajo, ¡en Julio!), dejando caer demasiadas veces que que yo ya estaba en la docencia, que ya era del gremio. Hice una defensa de la programación sin cagadas pero tampoco nada destacable: estimaron que valía un 6. Y inmediatamente después, una defensa de la unidad didáctica que no me preparé nada. Y eso que vale el 70% de la nota. La presenté en 15 minutos, de los 30 que tenía. Deslavazada, desorganizada, sin ensayar. Improvisada, que es el peor pecado.

Me pusieron un 4.

Haciendo la media, eso es un suspenso. Me eliminaban del proceso.

Lo peor, es que lo del 4, tardé una semana en saberlo. Quiero decir, que no lo supe al acabar, no fui inmediatamente consciente de que había hecho una puta mierda. Me sorprendió el suspenso cuando se publicaron las notas porque yo acabé honestamente creyendo que no lo había hecho tan mal. Creía que había hecho correctamente, que lo llevaba bien… que aquel churro era bueno, cuando hablamos de algo que realmente debe estar firme, bien empaquetado, presentado como un proyecto serio, pensado, planificado, sólido… ¡Incluso sostenía en mi cabeza, que lo había hecho mejor que en el 2018, que me pusieron un 7,5! No, suspendí, y lo peor es que me sorprendió.

Hubo personas, tesoros, que quisieron consolarme, ‘es el tribunal’, ‘es que es cuestión de suerte’, ‘lo mismo no estaban de humor y ya está’… Fue un familiar mio me lo comunicó, que se acercó a ver el tablón. No has pasado.

Has suspendido.

Me pitan los oídos.

Todavía tardó en llegar el dolor, pero empezar a pensar, piensas inmediatamente en lo que significa. Primero aclaremos: en la práctica, no significa nada. Desde el punto de vista de un interino que ya tiene tiempo de servicio, es igual aprobar sin plaza (que hubiera sido el resultado más probable). Te quedas igual, sigue siendo interino, y te seguirán llamando (aunque para algún sitio más lejos, como se vería más tarde). “¡No te vengas abajo, que no importa!”

Empiezo a ver las estrellas.

Pero a nivel interno, emocional, es demoledor. Tarda unos días en asentarse, pero es que no te han dicho un ‘pasas, y ya veremos’. No. Te han parado y te han dicho: No Vales.

Ahora me rio, pero me acuerdo que entonces lo sentí como una ‘caricia’ de Bud Spencer

El portero no me ha dejado entrar en la discoteca. Yo quería entrar, ya sabía que probablemente no me iba a comer una rosca, pero también sabía que llegar ahí era difícil, así que solo pasar ya era un logro y estaría con la conciencia tranquila. Pero no, me pararon en la puerta.

El lobo de la depresión asoma

Esta parte es difícil de explicar y aún se me atraganta. Tuve el apoyo de amigos y familia, pero sé que para mi padre, esto también fue un palo. Salí varias veces ese verano a ver a amigos, obligándome a mi mismo pues sabía que era necesario y sanador, pero me costó horrores. Gané kilos, y me volví totalmente pasivo y autoindulgente, ese verano no hice absolutamente nada más que no quisiera hacer.

Verano de sombras

Me vinieron entonces muchos pensamientos negativos. También alguno positivo, a continuación los exploraré con vosotros también. Pero los primeros, los sentimientos negativos, estaban dominados por la sensación de humillación y de derrota. No es lo mismo aprobar sin plaza (‘vales, pero no has llegado’), que además, suspender: te están señalando, casi como un apestado, o así lo sentía yo al menos. Y sobre todo, también era una señal, el universo me hablaba.

Me decía: “ASÍ, NO”.

Me estaban diciendo que mi desorden, mi caos, mi tendencia a la improvisación, a hacer las cosas a última hora, de forma inconstante y con exabruptos y espectaculares triples con tirabuzón, no eran aceptables ni podían continuar. Que así no soy digno ni de una plaza de oposiciones, ni de mantener relacionas humanas cercanas, sanas y consistentemen constructivas, ni de muchas otras cosas. Que la ausencia de un sistema no es un sistema válido.

Todo se me vino encima, pensé por supuesto en asistir a psicólogo, ¿lo hice? ¡Por supuesto que no! Error que no voy a disculpar ni soslayar; apoyo y defiendo que la gente pueda ir y vaya a psicólogo como quien va al médico de cabecera, pero no fue mi caso, no encontré el momento. Entre otras cosas, al lugar donde me mandarían no me lo puso fácil en ese sentido (bastante lejos, ya lo veréis), y esa distancia tampoco me ayudó a mantener relaciones cotidianas con mis amigos, familia, etc. Me aislé mucho, al menos al principio, lo que en esta situación es un error total. Y me atormenté, por mi neurodivergencia, por mis más que probables Asperger y TDA* sin diagnosticar ni tratar, mis malos hábitos de horarios, de comida, de falta de puntualidad, de incapacidad de seguir un plan que yo mismo he trazado…

Toda mi vida me había ido funcionando eso de hacer las cosas a última hora, me servía para ir tirando. Pero había que cambiar cosas: ya no valía más.

*Aclaro que lo de mis supuestos Asperger y TDA ni están diagnosticados oficialmente, ni me los invento del todo, ni sobre todo, los uso como excusa. Tal vez lo responsable sería ir a un psicólogo a mirármelo; pero, además de haber leído suficiente, como docente he tratado ya con suficientes alumnos, tutores y departamentos de orientación, como para saber que ‘esa misma cosa que dicen que tiene este alumno y está documentada’, la reconozco y he reconocido de siempre en mi mismo…

¿Caí en una depresión? No lo dudo.

Insisto, los meses que siguieron al verano de 2021 fueron meses sombríos. Encontré alguna cosas, algunas personas y eventos que me ayudaron a alegrarme, y también yo mismo supe detectar el momento en el que tocaba decirme ¡basta de revolcarse en la mierda! Con todo, siempre he solido ser una persona alegre y optimista, y aparte de cierta ganancia de peso, no llegué a tener pensamientos autodestructivos y mucho menos suicidas. Pero insisto en que el aislamiento que tuve esos siguientes meses no ayudó. Y esto es interesante, pues respecto a la depresión, recuerdo tener el siguiente pensamiento: toda mi vida me resultó incomprensible que la gente pensara en suicidarse. De joven siempre me pareció un pensamiento remoto, casi alienígena. Pero esos meses recuerdo pensar “me sigue resultando un pensamiento alejado, pero ahora entiendo que la gente lo considere e incluso lo haga”. Entendí que alguien sumido en ese estado de desánimo, de derrota (mucho más que el mío), lo contemplase como opción legítima.

Y aún más, cosas que no he mencionado: también se me vino encima el fin de una relación sentimental de tres años; aunque la ruptura fue la navidad anterior, no me vino todo hasta acabadas las oposiciones. Y también, que vas cumpliendo años (la cifra de 37, por lo que sea, me sentó especialmente mal, como que ya ni la más generosa de las definiciones de ‘joven’ que yo mismo hacía, podía abarcar esa cifra).

Y vamos a acabar de rematarlo: aunque sin mayor novedad en septiembre me llamaron para cubrir una nueva vacante (algo de lo que no me puedo quejar), me mandaban a tomar por culo: a una pedanía de Estepona. Que por mucha Costa del Sol que sea, eso me resultaba algo de ultramar. Tres horazas de coche, lejos casi de todo, y para colmo con unos precios de alquileres endemoniados. No sé cómo se las apañaba la Junta de Andalucía, que a cada año que pasaba, en vez de acercarme a Jaén, me enviaban cada vez más lejos… vamos, que lo sentí como un destierro.

Hasta aquí, lo malo que debía expurgar. También fui elemento activo y motor de eventos en mi propia vida que resultaron ser transformadores y sanadores. Aún quedaba en mi, en ese momento, algo de fuego, y sabía que para quitarme telarañas, necesitaba ponerme en marcha, sentir que estaba haciendo ya algo para solucionarlo.

Ese mismo verano de 2021 me matriculé en un Máster, de Astronomía y Astrofísica, pues para el baremo de Oposiciones te dan un punto por ello, y sabía que necesitaría sentirme activo. También la matrícula costó un pico considerable; y lo peor, te tiras un año empantanado, casi igual que si fuera para las mismas oposiciones. ¡Y lo hice! Acabé el Máster (no he escrito sobre eso, más que en historias de Instagram), y con bastante buena nota. Pero esa es otra historia.

Y en lo que respecta a la depresión, de la sombra, poco a poco, fui saliendo. Sabía que era necesario reflexionar, eran necesarios cambios, era necesario crecer.

Pero también, que era necesario TIEMPO.

Pero ya no solo del tiempo, sino de ese tiempo en la Costa del Sol hablo en la siguiente entrada. Y también cómo han sido allí los dos años (que al final, pedí repetir, lo que es buena señal), y cómo ha sido este último proceso de Oposiciones.

¡Hasta la próxima!

Oposiciones Parte 1: El Origen
Oposiciones Parte 2: La sombra
Oposiciones Parte 3: Cancelado
Oposiciones Parte 4: ¿Tengo ya plaza?

Las Oposiciones (Parte 1 de 4). El Origen.

Damas y caballeros, me digno a bajar aquí para dejar por escrito y contarles algo que no puedo (ni debo) descargar en toda su extensión a alguien en persona. Seguramente violaría varios puntos de la Carta Universal de Derechos Humanos si en persona cuento todo esto y de una sentada a mis amigos, familia, compañeros de trabajo, alumnos… (lo cual no quita que, a trozos, unos y otros la conozcan). Por cansinez, por respeto y por supuesto por afán documental, he de dejar esto registrado en este humilde y veterano blog; por mucho que dar clase me haya drenado de ganas de escribir, por mucho que lleve encadenados CINCO años de los cuales cuatro he estado estudiando/empantanado de un modo u otro… (o con oposiciones, incluso unas covid-canceladas, o con un máster del que creo que también he hablado) y me haya arrebatado hobbies, ocio y sobre todo separado de estar con los que quiero y me quieren, en tantas ocasiones, prefiero no pensar demasiado en ellas…

El bueno de Willem también se presentó a unas Oposiciones. Aquí su primer día.

Quiero dejar por escrito como es este proceso de atravesar unas oposiciones. Y no he pasado por ellas una ni dos, tres veces ya. Con un ‘triunfo fracasal’ la primera vez en 2018 (saqué una notaza altísima pero me quedé sin plaza por no tener puntos de experiencia); con topetazo brutal al encontrarme en 2021 el inconsolable golpe de un suspenso en toda la cara; y en la tercera….

Mientras escribo esto aún no sé los resultados de la tercera vez. Solo puedo decir que superé la primera fase, hice la segunda hace unos pocos días, y que aún espero las notas de esta.

Willem, hoy. Lleva 5 oposiciones fallidas y aún le quedan por conocer los resultados de la última.

Pero les cuento, les cuento. Primero, un poco de contexto.

Si ustedes, queridos lectores, me han leído estos años, quedó claro que nunca fui muy buen estudiante. Tardé 10 añazos en acabar una Ingeniería Técnica en Diseño Industrial (aunque algunos muebles salvamos, alguna cosa más hice en ese tiempo). No empecé a cotizar hasta casi cumplidos los 30, y aquí viene una cosa graciosa: apenas duré tres meses trabajando en algo relacionado con talleres, industria e ingeniería, que ya me di cuenta que yo no quería ejercer como ingeniero. Quería ser lo mismo que mi padre, que mi abuelo, que mi tío, que dos de mis primos hermanos.

Quería dedicarme a la docencia.

Eso fue en 2014 (también coincidió con la pérdida de alguien muy cercano, y eso te aclara mucho las prioridades), y me embarqué en hacer el famoso Máster de Profesorado que te habilita para ser profesor de Secundaria. Vamos, lo que es tratar con adolescentes, un complejo grupo de población con el que no trataba desde que yo mismo lo fui.

Me metí en ello pensando que me gustaba mucho la ingeniería y la tecnología, y creo que también algo que era vox populi, que me gustaba explicar y divulgar cosas (a la vista está, la propia existencia de este blog). Fastforward varios años, acabé siendo profesor, y sorpresa brutal, lo que más miedo e incógnitas me generaba que era cómo sería el trato con chavales, acabo siendo mi parte preferida de la docencia.

Yo también soy hinjeniero, Willem, yo también…

Pero ojo, que eso no es un camino rápido. Acabé el Máster en 2015, y todavía trabajé otros tres años en empresas relacionadas con el mundo técnico y de la ingeniería. En 2017, de pura chiripa, me salió un trabajo a media jornada como docente en una escuela privada de Diseño en Granada (ESADA), y eso nos coloca ya en 2018, el momento en el que empieza esta historia opositora.

En 2018, por primera vez en ocho añazos el Estado volvía a convocar unas oposiciones para profesores de Tecnología (por culpa de la crisis, las últimas que se habían hecho de tecnología fueron en 2010). Pero antes, creo que merece un poco que les cuente cómo son unas oposiciones (si ya lo sabéis, os lo podéis saltar)

Explicación aburrida y contextual sobre cómo-coño-son-unasputas-oposiciones.

Como ya hemos dicho, hacen falta tres ingredientes: tu propia titulación (vale cualquier grado o título superior, y en casos específicos, también valen algunas diplomaturas del plan antiguo); unos estudios que te habiliten como docente (el susodicho Máster de profesorado, o lo que antes era el ‘CAP’, que se hacía en tres semanillas); y por supuesto, que al Estado se le plante en los huevos convocar unas oposiciones para tu especialidad, donde se ofertan X plazas (digamos, 200 para tu comunidad autónoma).

Lo normal es que se convoquen cada dos años pero de lo mío, Tecnología, hacía 8 años que no se convocaban, así que cuando volvió a haber oferta en 2018, había mucho ‘tapón’ de aspirantes. De la organización se encargan las Comunidades Autónomas, y aunque es ligeramente distinto en cada comunidad, tienen en común una estructura y es que que hay tres ‘pruebas’ o fases, (cada una de las cuales vale un 33%, al menos este año).

Opositor clásico viendo la que se le viene encima.

Hablaré antes de la tercera fase, que no es una prueba como tal, sino que lo llaman ‘concurso de méritos’ y son puntos de baremo que consigues por cosas como tu expediente académico de la carrera, tu propia experiencia docente si la tienes, títulos de máster, idiomas, cursillos, etc.

La primera fase como tal, es una prueba específica de tu especialidad, y se parece bastante a un examen clásico, tipo selectividad, donde te preguntan de lo tuyo (Inglés, Matemáticas, Geografía e Historia…). Te tienes que saber básicamente toda tu asignatura, con un temario de 1993 (algo especialmente sangrante en el caso de la Tecnología, ¡con la de cosas que han cambiado!), y en el que durante 4 horas y media, sentado, tienes, por un lado, que desarrollar en texto un tema al azar de tu especialidad (entre cinco que salen por sorteo, de un total de aproximadamente 70). Y por otro, resolver problemas o situaciones típicas de tu especialidad; en mi caso por ejemplo; se trata de problemas de circuitos eléctricos, hidráulica, mecanismos, resistencia de materiales, dibujo técnico, etc… con tu buena calculadora 100tífika y regla al lado.

Y si superas este examen (eliminatorio) pasas unas semanas más tarde a la segunda fase; donde esta vez se te examina como pedagogo y docente, y defiendes de pie, a viva voz y con pizarra delante de un tribunal y durante una hora, lo que llamamos: a) una ‘programación didáctica’, que es la planificación de todo un curso; y b) una ‘unidad didáctica’, que para entendernos, es un tema de esa programación. Por ejemplo: cómo voy a enseñar a mis alumnos, a lo largo de X horas que tenga planeadas, el tema de palancas y poleas, y cómo lo van a aprender, y se lo voy a evaluar, y todo con pelos y señales.

Si superas estas dos fases (son eliminatorias), se junta con tus puntos de baremo, se te da una nota global, y se te pone en una lista. Y si había, pongamos, 200 plazas, pues a los doscientos primeros de esa lista, le dan una.

Y ale, ya eres funcionario de carrera. ‘Fasil y censillo’, que decía un profesor mío; que luego haya que estar un año de prácticas, y varios años esperando de un lado a otro hasta que te dan una plaza definitiva, son ya detalles sin importancia…

Por otro lado, si apruebas pero no te llega para conseguir plaza, pasas a una bolsa de trabajo en la que, eventualmente te llamarán para trabajar como interino (hay gente para la que pasan años), haciendo primero sustituciones, cada vez más largas, y cuando ya coges puntos, pues te llaman para una vacante que es estar un curso entero en un sitio, algo que idealmente ya se repetirá todos los años. Y si, te interesará volver a estudiar para las siguientes oposiciones…

Y por supuesto, si suspendes, pues te quedas como estás. Que si no has estudiado, pues nada, pero si si, normalmente además te quedas con cara de gilipollas, que supongo, es bastante graciosa desde fuera.

Willem, con la misma cara que se me quedó a mi en 2021, cuando supimos nuestro suspenso…

La primera vez que me presenté fue en 2018.

Entonces tenía trabajo (de hecho, ¡dos trabajos!) y no tenía pensado ir a por ellas, pero cosas de la vida, me quedé solo con uno de ellos (el de profesor en la Escuela de Diseño). Y estando solo a media jornada, lo vi blanco y en botella. Por resumir, diré que empecé a estudiar apenas en febrero (solo 5 meses, cuando lo normal es que la gente estudie por años), me estudié a saco todo lo relativo a la primera prueba sobre Tecnología, ¡Y vaya que si lo saqué!, hice bien los problemas, y desarrollé un tema que me miré la noche de antes… ¡Saqué un 8!, la tercera nota más alta de mi provincia.

Pero a la segundo fase, llegué como a una liebre cuando le dan las largas. Por unos meses estuve con dos buenos amigos preparando el documento que debes defender (la famosa programación didáctica), y yo nunca supe bien lo que estábamos haciendo. No sin razón, eso me costó la amistad con uno de ellos. Y aún así, llegué al examen, que no sé ni cómo lo hice, ¡Me pusieron un 7,5! Incluso uno de los del tribunal me animó, literalmente me dijo en el patio mientras fumaba un cigarrillo ‘serás un buen profesor’…

Pero no tenía puntos de baremo. Así que no me daba la nota global para conseguir una plaza. De esto ya escribí en este blog un largo borrador que nunca compartí, pero básicamente manifestaba el conflicto interno entre la rabia de haberme quedado tan cerca de la plaza, y la satisfacción (¡me podía haber dado con un canto en los dientes!), de haber entrado con firmeza en bolsa, dado que además, en realidad… ni siquiera había estudiado tanto. Os comparto aquí un párrafo de lo que escribí en su día:

“Es una puta mierda porque, honestamente, sé que podía haber conseguido la plaza y no he hecho lo suficiente. Si, podía escudarme en que solo he tenido cinco meses, pero sé que podía haber hecho más, y la he rozado. No lo dí todo. Como consecuencia, el día que salieron los resultados, me invadieron la rabia, la frustración, el resentimiento, los reproches internos, el remordimiento. Todas emociones humanas, feas, reales. Ese día emanaba oscuridad. Ese día me invitaron a salir, pero preferí quedarme en casa. Sabía que iba a ir cargado de ceniza, iba a amargar las fiestas, sabía que lo responsable, incluso lo sano y honesto, era concederme 24 horas, y en esas 24 horas, regodearme y revolcarme en esa mierda, hundirme de forma cegadora, estelar, caótica, abrazar con fuera y exudar todos esos sentimientos; en resumen, atravesar el proceso, para resurgir limpio y brillante de nuevo… (lo mismo, a la vista del párrafo que acabo de escribir, que acabo de leer, puede parecer que no lo he superado, pero os lo aseguro: estoy bien :P)”

Pero ojo, el caso es que, aunque no me dieron plaza, mi nota fue tan alta, ¡que me llamaron en seguida para una vacante! Ese mismo septiembre me llamaron y me incorporé, para todo el año, en un IES bilingüe de un precioso pueblo de Córdoba: Luque. De eso ya si he hablado aquí; empezaba mi aventura como profesor en la docencia pública (maravilloso, intenso, y agotador a ratos, como pocos trabajos).

Izquierda: Willem, su primer día de profe. Derecha: Willem, hoy, unas semanas más tarde.

Luego estuve otro año en Pozoblanco, y ese año 2020, la pandemia (lo que llevó a retrasar las oposiciones previstas para ese año). Y ya al siguiente curso, me mandaron a la preciosa Almuñecar. Hablamos ya de 2020/21. Volvía a haber oposiciones; y esas, hamigo, esas fueron distintas…

Pero ya de las del 21, hablaremos en otra entrada. ¡Saludos!

Oposiciones Parte 1: El Origen
Oposiciones Parte 2: La sombra
Oposiciones Parte 3: Cancelado
Oposiciones Parte 4: ¿Tengo ya plaza?

Máster de Astronomía y Astrofísica (y otras cosas de la vida)

Hola que tal, otro añito nos volvemos a ver por aquí…

Se da la circunstancia de que he escrito cosas que me apetece compartir aquí, pero necesitan un contexto previo; y ya de paso, aprovecho para hacer un post genérico de ponernos al día (y también probar a refrescar un poco el aspecto del blog).

Los últimos post que escribí iban sobre lo que significa ser profesor (algo que tiene pinta de durar mucho tiempo). Este indirectamente, también está relacionado con eso. Como podréis imaginar, el año pasado -que pasé en Almuñecar, estupendo lugar- me sometí de nuevo a todo el farragoso proceso de pasar unas oposiciones; lo que probablemente no sabéis, es que no las superé.

No es solo que no conseguí plaza (era una convocatoria difícil y hasta cierto podía esperarlo), es que de hecho suspendí la última fase (tal vez la más importante, en la que hay que defender una unidad didáctica), con lo que me eliminaron del proceso. Tal vez me confié (conseguí una nota engañosamente alta en 2018), tal vez bajé los brazos una vez superada la primera fase, tal vez sencillamente mi sistema de estudio no es el adecuado. El caso, es que aunque la consecuencia suspender no es distinta a sencillamente aprobar sin plaza (sigo ejerciendo, por supuesto como interino, este año en Estepona), suspender fue un golpe demoledor.

Golpe de que te pitan los oídos durante meses. Lo digo en serio, algo que te ‘coloca en tu sitio’, te obliga a replantearte todo lo que estás haciendo, ‘cómo te lo tienes montado’ (en el fondo sé que había, y hay, cosas que tengo que cambiar), entender también tus limitaciones y capacidades (había cosas que sé que podría mejorar, pero otras que honestamente sigo sin saber cómo hacerlo)… resumiendo, ha sido un golpe de realidad, que unido a los años que voy cumpliendo (38 ya, gracias!), me ha sumergido en una crisis -transformadora y todo lo que querais- que me ha tenido catatónico, si es que no abiertamente en pre-depresión, durante unos meses.

Pero tranquilos, que estoy mejor. Saliendo del covid mientras escribo esto (¡no kidding! ¡en parte el estar de baja por el covid es lo que me hace lanzarme a escribir esto!), pero estoy bien.

Y estoy bien, entre otras cosas, porque después del golpe (mediados de julio de 2021) supe enseguida que lo más importante para quitarme las telarañas de encima, era ponerme en marcha enseguida. Uno de los consejos que me dieron es que de puntos iba un poquito escaso (3 años de experiencia, dos certificados de idiomas*, los cursillos del chichinabo que todo cristo tiene, y un título de Ingeniero Técnico de un plan pre-Bolonia que me habilita para ejercer, pero no me da puntos), así que ¿Por qué no hacer un Máster?

*Los que conocéis las oposiciones por dentro ya sabéis lo retorcido y ridículo que puede llegar a ser el sistema de puntuación: dos puntos por tres cursos online que se hace cada uno en un fin de semana, 0,5 por cada título de idiomas (¡aunque sea del mismo idioma! ¡yo tengo 1 punto por que tengo el B2 y el C1 de inglés!) ¡pero apenas 0,7 por cada año de experiencia!

Bien, venga, vamos con el máster a muerte, a ver ¿qué hay por ahí? Tiene que ser online, claro, y tiene que ser oficial para que se me reconozca UN punto, para ser más competitivo, para cargarme a hostias a cualquier oponente opositor que me quiera plantar cara ¡¡¡¡si solo necesito una plaza!!!!

La oferta, bueno… hay de todo. Vi uno en el que daban cosas en 3d (3ds Max, Unreal y V-Ray) que se me hacía la boca agua… pero no era oficial. Hay un huevo de máster relacionados con la educación (Máster en Tecnología Educativa y Competencias Digitales, en Psicopedagogía, en Prevención y Mediación de Conflictos en Entornos Educativos, en Educación Especial, en Innovación Educativa… puedo seguir, la lista puede ser larga de verdad) pero, lo digo aquí que no nos lee nadie, me saturan un poco… hablando en serio, me considero ingeniero/técnico antes que educador, y busco algo que me motive más alejado de la educación en si misma. Y honestamente, busco mi mísero punto, no tengo mayores ambiciones. Me hablan también de uno sobre Prevención de Riesgos Laborales ‘que está tirao’ y es solo de ‘hacer test y entregar trabajitos’ que se puede sacar fácil y como un trámite… pero aún así sé que por mucho que me lo vendan como algo fácil en algún momento me va a tener ’empantanao’, y sigo queriendo algo que me motive.

Y entonces ahí lo veo, “Máster en Astronomía y Astrofísica”. Como podeis imaginar los ojos se me hicieron pesicola. No es barato, y el proceso de admisión (un poquito teatral a mi entender, aprovecho para decirlo) sigue pasando por enviar una carta de motivación y cumplir ciertos requisitos.

Me lo miré bien, lo sopesé con calma, no fue una decisión para nada precipitada, pero para que os hagáis una idea de las ironías al tiempo que determinación que la que me quería matricular del máster, el destino quiso que el día que me confirman la admisión y con un plazo breve para ejecutar el primer pago, me pillara en uno de los sitios con menos señal posible de la serranía Norte de Jaén. Me teníais que ver, literalmente, aguantando el teléfono móvil y el portátil en mitad del monte, para pillar algo de señal con la que enviar los datos y ejecutar el pago (que no voy ni a decir la cantidad)

Todo salió bien y aquí estoy: me está encantando el máster, estoy aprendiendo sobre todo cómo se hace la ciencia (para mi fortuna, y no voy a ser falsamente humilde, cuento con una buena base teórica y unos buenos fundamentos, y de momento nada de lo que hemos impartido me ha sonado a chino), pero lo que si puedo decir es que me he tirado por primera vez en mi vida unas navidades de empollar y redactar que no lo había visto en la vida. No había trampa, como profe sabía que contaba con ese tiempo y lo empleé bien (de hecho, me sobraron unos días al final), pero, os que erais igual de malos estudiantes que yo en la universidad (dificil) ¿os acordais cuando decíamos, cada navidad, ‘voy a estudiar’, y los apuntes se tiraban 15 días calentando banquillo? Pues esta vez, no. Esta vez he estado empantanado, pero bien.

La mayoría han sido entregas, si no aburridas (me ha molado hacerlas) tampoco es pertinente ahondar en ellas: análisis espectral de asteroides, cálculo de las características de un exoplaneta por el método de la profundidad de tránsito y la velocidad radial, transformación de sistemas de coordenadas esféricas, cálculo de características orbitales, arqueología digital en bases de datos para búsqueda de enanas rojas y astrofotografía galáctica…

Pero ha habido una, en la que sencillamente teníamos vía libre. Ni siquiera una actividad obligatoria, sino de esas para ‘subir puntos’. En la asignatura de “Exoplanetas y Astrobiología”, una disertación (tema abierto), sobre la asignatura.

Lo titulé “¿Seremos nosotros los extraterrestres?”

Quince páginas escritas en una noche, y me quedé tan ancho.

No digo más, os lo comparto (en cómodos episodios).

¿Seremos nosotros los extraterrestres?

PD.: Aunque no me veais mucho en este blog, no significa que no esté activo en redes (aunque reconozco que menos que antaño). Efectivamente el hecho de ser profesor más que ocuparme, ‘drena’ mis ganas de escribir como ya expliqué en esta entrada, pero por instagram (personal y docente) me podeis seguir con bastante facilidad (suelo contar muchas tonterías en las stories). Espero que esteis todos bien. ¡Un saludo!

)

Pequeño Update de Vida (O cómo hacerse Youtuber en tiempos de pandemia, y que te paguen de verdad por ello)

Nota: Antes de empezar a hablar y decir bocanadas, espero y deseo que estáis todos bien, y que el confinamiento y el puñetero virus no os haya perjudicado mucho. Todos mis mejores deseos con vosotros. Y ahora, a lo que vamos.

¡Hooola! Que taaal… 😬🙄 …

Esto…. vamos hacer como si no llevase casi un año y como si no pasara nada, ¿verdad? Incluso con el tiempaco libre que (pensareis) he debido de tener con la pandemia (que es verdad, y al mismo tiempo, no), no he tenido ni la poca vergüenza de dejarme caer…
Pues de eso vengo a hablar. Y de más cosas, pero sobre todo de eso.

Porque en verdad, no he dejado de bloguear en estos meses

En realidad, me he vuelto bloguero* a tiempo completo, y me pagan por ello.

Entre otras cosas, yendo con ese sueldecillo a Berlín (pocos días antes del decreto de Estado de Alarma)

Como ya vine contandoos en las [una] [dos] y [tres] entradas anteriores, lo de ser profesor (interino) de Tecnología en los institutos de Educación Secundaria de Andalucía… lo estoy gozando de lo lindo. El año pasado en Luque, un pequeño pueblo de la Subbética cordobesa, y este en Pozoblanco, capital de facto del Valle de los Pedroches, famoso pueblo cordobés conocido por la leche COVAP, porque “la Manada” hizo otra de sus jugadas, y porque aquí murió Paquirri. Ah, y porque la Maranga a veces se aparece en sus carreteras…

Ahora en serio, lo he estado pasando estupendamente en Pozoblanco. Amigos y compañeros estupendos, en el durante me he metido dos viajes del ala (uno a Copenhague y otro a Berlín), y lo más bonito, unos alumnos que son un primor, nobles como ellos solos, y que hasta me trataban de ‘don’ (las entrañables cosas de los pueblos). ¡Y todo eso solo en cuatro meses!

Talleres de Tecnología en las jornadas de “puertas abiertas” para los alumnos de nuevo ingreso.

Claro, hasta que se apareció el tiranovirus

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