(Viene de aquí, donde hablo de cómo fueron las primeras oposiciones de 2018, y un repaso general a cómo han sido estos años).
Las oposiciones de 2021 fueron distintas a las de 2018, porque sin duda podía decir que iba mejor preparado. Tenía ya experiencia docente; y eso es bueno tanto porque me colocaba mejor por puntos, como porque ya sabía cómo es realmente una clase y estar en el frente de batalla, cosa que cuando me presenté en 2018 era totalmente ignorante y analfabeto. Y también empecé a estudiar antes, y con la ventaja de que no era la primera vez. Lo único malo, es que se ofertaban menos plazas; ¿sería la mía?
La procrastinación, vieja amiga.
Hablemos entonces de la procrastinación, que ya nos conocemos.
¿Empecé a estudiar en Septiembre? Naaaah… Llegan las navidades y se van igual, y tal vez hasta febrero no empecé sistemáticamente todas las tardes a echar un rato, y solo adquirí la velocidad de crucero en abril. (Si no tenéis ni idea de qué hablo ni de cómo funcionan una Oposiciones, podéis enteraros en la primera parte de esta serie)
Pero al primer exámen llegué preparado, incluso se me humedecieron los ojos cuando vi «las bolas»: salió el tema 20, uno de los míos. Conseguí un 8 con ese tema. En la parte práctica de problemas, algo menos: un 5 raspado. Aprobado y pasaba a la siguiente fase, pero no acababa de ser algo para tirar cohetes. La verdad, ese cinco me desanimó.
Y entonces vino mi fallo, mi pecado. Bajé los brazos.
Ya desde el principio, calculé mal mis energías, como si el primer examen fuese la meta, y no una de las metas... como si se me hubiera olvidado que aún quedaba un segundo objetivo a superar, una segunda montaña a escalar.
Llegué a la segunda prueba con todo cogido con pinzas. Remoloneé y perdí el tiempo, en esas casi tres semanas preciosas que hay que aprovechar endemoniadamente. Dormí poco y mal la noche anterior…
Muchas cosas salieron mal en la presentación. Una, creo que no ayudó mi actitud de ‘desembarcar’, tan trajeado (fuí con americana como a una entrevista de trabajo, ¡en Julio!), dejando caer demasiadas veces que que yo ya estaba en la docencia, que ya era del gremio. Hice una defensa de la programación sin cagadas pero tampoco nada destacable: estimaron que valía un 6. Y inmediatamente después, una defensa de la unidad didáctica que no me preparé nada. Y eso que vale el 70% de la nota. La presenté en 15 minutos, de los 30 que tenía. Deslavazada, desorganizada, sin ensayar. Improvisada, que es el peor pecado.
Me pusieron un 4.
Haciendo la media, eso es un suspenso. Me eliminaban del proceso.
Lo peor, es que lo del 4, tardé una semana en saberlo. Quiero decir, que no lo supe al acabar, no fui inmediatamente consciente de que había hecho una puta mierda. Me sorprendió el suspenso cuando se publicaron las notas porque yo acabé honestamente creyendo que no lo había hecho tan mal. Creía que había hecho correctamente, que lo llevaba bien… que aquel churro era bueno, cuando hablamos de algo que realmente debe estar firme, bien empaquetado, presentado como un proyecto serio, pensado, planificado, sólido… ¡Incluso sostenía en mi cabeza, que lo había hecho mejor que en el 2018, que me pusieron un 7,5! No, suspendí, y lo peor es que me sorprendió.
Hubo personas, tesoros, que quisieron consolarme, ‘es el tribunal’, ‘es que es cuestión de suerte’, ‘lo mismo no estaban de humor y ya está’… Fue un familiar mio me lo comunicó, que se acercó a ver el tablón. No has pasado.
Has suspendido.
Me pitan los oídos.
Todavía tardó en llegar el dolor, pero empezar a pensar, piensas inmediatamente en lo que significa. Primero aclaremos: en la práctica, no significa nada. Desde el punto de vista de un interino que ya tiene tiempo de servicio, es igual aprobar sin plaza (que hubiera sido el resultado más probable). Te quedas igual, sigue siendo interino, y te seguirán llamando (aunque para algún sitio más lejos, como se vería más tarde). «¡No te vengas abajo, que no importa!»
Empiezo a ver las estrellas.
Pero a nivel interno, emocional, es demoledor. Tarda unos días en asentarse, pero es que no te han dicho un ‘pasas, y ya veremos’. No. Te han parado y te han dicho: No Vales.
El portero no me ha dejado entrar en la discoteca. Yo quería entrar, ya sabía que probablemente no me iba a comer una rosca, pero también sabía que llegar ahí era difícil, así que solo pasar ya era un logro y estaría con la conciencia tranquila. Pero no, me pararon en la puerta.
El lobo de la depresión asoma
Esta parte es difícil de explicar y aún se me atraganta. Tuve el apoyo de amigos y familia, pero sé que para mi padre, esto también fue un palo. Salí varias veces ese verano a ver a amigos, obligándome a mi mismo pues sabía que era necesario y sanador, pero me costó horrores. Gané kilos, y me volví totalmente pasivo y autoindulgente, ese verano no hice absolutamente nada más que no quisiera hacer.
Verano de sombras
Me vinieron entonces muchos pensamientos negativos. También alguno positivo, a continuación los exploraré con vosotros también. Pero los primeros, los sentimientos negativos, estaban dominados por la sensación de humillación y de derrota. No es lo mismo aprobar sin plaza (‘vales, pero no has llegado’), que además, suspender: te están señalando, casi como un apestado, o así lo sentía yo al menos. Y sobre todo, también era una señal, el universo me hablaba.
Me decía: «ASÍ, NO».
Me estaban diciendo que mi desorden, mi caos, mi tendencia a la improvisación, a hacer las cosas a última hora, de forma inconstante y con exabruptos y espectaculares triples con tirabuzón, no eran aceptables ni podían continuar. Que así no soy digno ni de una plaza de oposiciones, ni de mantener relacionas humanas cercanas, sanas y consistentemen constructivas, ni de muchas otras cosas. Que la ausencia de un sistema no es un sistema válido.
Todo se me vino encima, pensé por supuesto en asistir a psicólogo, ¿lo hice? ¡Por supuesto que no! Error que no voy a disculpar ni soslayar; apoyo y defiendo que la gente pueda ir y vaya a psicólogo como quien va al médico de cabecera, pero no fue mi caso, no encontré el momento. Entre otras cosas, al lugar donde me mandarían no me lo puso fácil en ese sentido (bastante lejos, ya lo veréis), y esa distancia tampoco me ayudó a mantener relaciones cotidianas con mis amigos, familia, etc. Me aislé mucho, al menos al principio, lo que en esta situación es un error total. Y me atormenté, por mi neurodivergencia, por mis más que probables Asperger y TDA* sin diagnosticar ni tratar, mis malos hábitos de horarios, de comida, de falta de puntualidad, de incapacidad de seguir un plan que yo mismo he trazado…
Toda mi vida me había ido funcionando eso de hacer las cosas a última hora, me servía para ir tirando. Pero había que cambiar cosas: ya no valía más.
*Aclaro que lo de mis supuestos Asperger y TDA ni están diagnosticados oficialmente, ni me los invento del todo, ni sobre todo, los uso como excusa. Tal vez lo responsable sería ir a un psicólogo a mirármelo; pero, además de haber leído suficiente, como docente he tratado ya con suficientes alumnos, tutores y departamentos de orientación, como para saber que ‘esa misma cosa que dicen que tiene este alumno y está documentada’, la reconozco y he reconocido de siempre en mi mismo…
¿Caí en una depresión? No lo dudo.
Insisto, los meses que siguieron al verano de 2021 fueron meses sombríos. Encontré alguna cosas, algunas personas y eventos que me ayudaron a alegrarme, y también yo mismo supe detectar el momento en el que tocaba decirme ¡basta de revolcarse en la mierda! Con todo, siempre he solido ser una persona alegre y optimista, y aparte de cierta ganancia de peso, no llegué a tener pensamientos autodestructivos y mucho menos suicidas. Pero insisto en que el aislamiento que tuve esos siguientes meses no ayudó. Y esto es interesante, pues respecto a la depresión, recuerdo tener el siguiente pensamiento: toda mi vida me resultó incomprensible que la gente pensara en suicidarse. De joven siempre me pareció un pensamiento remoto, casi alienígena. Pero esos meses recuerdo pensar «me sigue resultando un pensamiento alejado, pero ahora entiendo que la gente lo considere e incluso lo haga». Entendí que alguien sumido en ese estado de desánimo, de derrota (mucho más que el mío), lo contemplase como opción legítima.
Y aún más, cosas que no he mencionado: también se me vino encima el fin de una relación sentimental de tres años; aunque la ruptura fue la navidad anterior, no me vino todo hasta acabadas las oposiciones. Y también, que vas cumpliendo años (la cifra de 37, por lo que sea, me sentó especialmente mal, como que ya ni la más generosa de las definiciones de ‘joven’ que yo mismo hacía, podía abarcar esa cifra).
Y vamos a acabar de rematarlo: aunque sin mayor novedad en septiembre me llamaron para cubrir una nueva vacante (algo de lo que no me puedo quejar), me mandaban a tomar por culo: a una pedanía de Estepona. Que por mucha Costa del Sol que sea, eso me resultaba algo de ultramar. Tres horazas de coche, lejos casi de todo, y para colmo con unos precios de alquileres endemoniados. No sé cómo se las apañaba la Junta de Andalucía, que a cada año que pasaba, en vez de acercarme a Jaén, me enviaban cada vez más lejos… vamos, que lo sentí como un destierro.
Hasta aquí, lo malo que debía expurgar. También fui elemento activo y motor de eventos en mi propia vida que resultaron ser transformadores y sanadores. Aún quedaba en mi, en ese momento, algo de fuego, y sabía que para quitarme telarañas, necesitaba ponerme en marcha, sentir que estaba haciendo ya algo para solucionarlo.
Ese mismo verano de 2021 me matriculé en un Máster, de Astronomía y Astrofísica, pues para el baremo de Oposiciones te dan un punto por ello, y sabía que necesitaría sentirme activo. También la matrícula costó un pico considerable; y lo peor, te tiras un año empantanado, casi igual que si fuera para las mismas oposiciones. ¡Y lo hice! Acabé el Máster (no he escrito sobre eso, más que en historias de Instagram), y con bastante buena nota. Pero esa es otra historia.
Y en lo que respecta a la depresión, de la sombra, poco a poco, fui saliendo. Sabía que era necesario reflexionar, eran necesarios cambios, era necesario crecer.
Pero también, que era necesario TIEMPO.
Pero ya no solo del tiempo, sino de ese tiempo en la Costa del Sol hablo en la siguiente entrada. Y también cómo han sido allí los dos años (que al final, pedí repetir, lo que es buena señal), y cómo ha sido este último proceso de Oposiciones.
¡Hasta la próxima!
Oposiciones Parte 1: El Origen
Oposiciones Parte 2: La sombra
Oposiciones Parte 3: Cancelado
Oposiciones Parte 4: ¿Tengo ya plaza?
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