Antes, que nada, no se me asusten, no he escrito antes por meras cuestiones logísticas y de compromisos familiares (lo que tiene guasa, lo bien y directos que me salieron los primeros tres post, para dejar en el total cliffhanger a cualquier aventurado lector que se pasease por aquí).
Ahora ya, sin más dilación
Bueno, ahora ya lo sabéis: he aprobado las Oposiciones y soy un don señor funcionario (en prácticas).
Estos días anteriores, sin tenerlo planificado (aunque todo estaba en mi cabeza y ha sido rápido escribirlo), os he estado contando como ha sido todo este proceso (CINCO AÑOS EN TOTAL). Ahora, estoy en disposición de contaros cómo ha sido el proceso de este año (¡que también ha tenido sus peculiaridades!), y cómo es el panorama que se me presenta a continuación.
La margarita del destino: tengo plaza/no tengo plaza
Creo que ustedes queridos lectores, si son sagaces y me conocen una mititilla desde 2005 que llevamos escribiendo en este bloj, deberán saber que de nuevo y para sorpresa de nadie, no he sido un estudiante ejemplar. Incluso teniendo mucho a favor: no teniendo compromisos familiares ni personales, estando en un lugar tranquilo y sin distracciones, suficientes años ya de experiencia y tablas, y las lecciones aprendidas de haber pasado por dos oposiciones antes, lo que redunda tanto en conocimientos concretos del temario, como en saberes nivel emocional y estratégico/táctico/operativo.
En mi contra: yo. Y la desidia, y la falta general de motivación. Y la quemazón. Y el miedo al fracaso y que te vuelva a doler tanto (hace difícil que te entregues igual). E incluso, ojo a lo que voy a decir, cierto síndrome de Estocolmo; cierta sensación de secuestro por ser un eterno opositor; como que se me había olvidado como era la vida sin tener que estudiar, e incluso le tenía cierto miedo al vacío una vez completado este objetivo, ¿es posible que en cierto momento me estuviera auto-saboteando?
Resumiendo: que me la he jugado. Incluso teniendo mucho a favor, con muchos puntos de baremo, y sobre todo, muchas plazas ofertadas (dependiendo de cómo contemos, hasta casi 500, cuando en los otros años fueron en torno a 150-200), no he sido esa persona entregada al cien por cien, que madrugaba para estudiar, arañaba horas al día y empleaba hasta los fines de semana con maratones de 6, 8 o 10 horas diarias de estudio empezando desde Septiembre. No. 6 diarias, las hacia las últimas semanas, y dando las gracias. Eso, en este ámbito, es jugársela.
Por mucho que llevase hasta 35 temas defendibles, por mucho que ya me supiera de coraçao la flamante nueva Ley Orgánica de Educación del perro Sanxe (famosa LOMLOE y correspondientes decretos), por mucho que tuviera ya aradas y trilladas las relaciones de problemas y tuviese en la mochila una programación ya bien fermentada. No lo llevaba bien. Lo llevaba con pinzas, justito, y ha habido un factor suerte; tanto que de hecho en la primera fase he pasado raspado, con un 5.11 haciendo media y ojo, suspendiendo la parte práctica con un 3.7 -por fortuna saqué un 6,5 en el tema, lo que tampoco es para tirar cohetes, y bastó para hacer media consiguiendo ese 5,11 y pasar a segunda fase-. Segunda fase que, esta vez si, he aprobado también (con un 6,5), aprobando por tanto las Oposiciones, y además, obteniendo la perseguidísima plaza.
Sé que lo estoy contando rápido, pero voy a lo que voy. Aunque no hice cálculos a priori, los números ahora me demuestra que si hubiera sacado solo un 5,00 pelado en las oposiciones, es decir, APROBANDO A SECAS (y con mis puntos de baremo), iba a tener plaza.
Y aquí me preguntáis, ¿Ibas a propósito solo a por un 5?. Y tal vez más relevante aún ¿Te enorgulleces de haber sacado plaza, con poco más que un 5?
No. Y No.
No iba justo a por el cinco: primero porque (y a pesar de lo vaguete que soy, como repetidas veces hemos establecido ya) por fortuna HACE AÑOS APRENDÍ QUE TIENES QUE APUNTAR MÁS ALTO QUE TU OBJETIVO. Y segundo, porque en mi defensa alegaré que solo conseguir un aprobado (sin plaza) en oposiciones tiene un mérito que te cagas: a las estadísticas me remito, y que aproximadamente solo un 25% lo consigue.
¿Estoy orgulloso? Tampoco. Ya lo dejé caer en anteriores entradas, en cierto momento uno dice: llego a donde llego, y lo que tenga que ser, será. No soy Alex Honnold, no voy a ser ingeniero astroespacial interestelar de la vida, ni neurocirujano ni alto diplomático de la ONU. Uno empieza el curso diciendo ‘este año tiene que ser el mío, lo voy a dar todo’, más adelante uno se ‘sorprende’ no dándolo todo; y entonces, uno elige: o aplicar los aprendizajes emocionales ya adquiridos por experiencias anteriores, o machacarme y torturarme por no ser lo que debería ser hasta ser mi peor enemigo.
Y elegí lo primero: aceptar.
Aceptar que en mi estado actual, soy incapaz de hacer más, sin haber previamente hecho a nivel interno los deberes que me debo desde hace años, y aceptar que siendo así, me la estaba jugando, iba a depender de la suerte (‘la esperanza del mediocre’, que la llamaba mi profesor), y a pesar de todo el sufrimiento pasado y todas las oportunidades presentes, lo mismo se me volvía a considerar no merecedor de una plaza.
Porque además el no estudiar no es una decisión tomada deliberadamente como fruto de un ejercicio intelectual, sino tomada como fruto de verme sencillamente arrastrado por mi propia apatía. En esos momentos es también necesaria la solemnidad de reconocerlo, y decirme:
«Esto ya lo te ha pasado antes, sabes lo que tienes que hacer para corregirlo, sigo sin entender por qué no lo haces, pero ahora ya sabes y reconoces a dónde te puede llevar este camino de no hacer nada, y estás obligado a reconocerlo, y si suspendes, aceptarlo».
Y aún así, hice lo que pude, jugué, y gané.
Y ojo, también lo digo, igual que antes hablo de ‘ser un vago’ y el tremendo trabajo que cuesta arrancar y jugar, ¡vaya si al final jugué! Los últimos dos meses son mortales; tu día empieza al llegar a casa desde el trabajo, sabiendo perfectamente el único plan posible para toda la tarde. Así que venga a subrayar, repasar, esquematizar y resumir temas, y venga a rehacer relaciones de problemas, ya vistos, ya trillados. Y forcejeando con esa tentación que suponen el móvil y el ordenador al lado, como una luz de neón que te atrae como a una polilla hacia una lenta muerte…
¿Estoy alegre, contento?
Bueno, esta pregunta, si bien no tiene mucha más chicha que las anteriores, no la puedo responder con la misma rotundidad que a la de si iba por el 5 o si estoy orgulloso. Me alegra mucho, no sabéis cuanto, de poder darle esta alegría y tranquilidad a mi familia, y especialmente a mi padre. Para mi, puedo decir que esa esa es la alegría más grande, yo en mi mismo no siento gran cosa (si acaso, alivio), pero veo como la alegría ilumina a quienes me quieren, y eso se me refleja a mi.
En lo que a mi respecta, pues si, alivio. Me llama la atención (y esto lo he compartido con más opositores) que la gente te felicita con mucha más efusividad e intensidad que la alegría con la que realmente te sientes (aún así, uno es educado y da las gracias).
Pero hay tres sensaciones: una que de la que ya estaba avisado, otra que me la esperaba, y otra que me ha pillado por sorpresa.
La que ya me habían avisado
La emoción sobre la que ya estaba avisado era, que efectivamente, la alegría no es inmediata. Has dejado ya de estudiar, si, y es muy afortunado que sea verano, y haga sol, piscina, vacaciones, etc. Se celebra, pero eso no es distinto a lo que pasó en las dos anteriores oposiciones, no es nuevo. Además, viene ahora un año de prácticas, y todavía me queda papeleo, y la incógnita de saber dónde me mandan… (Nota: cuando escribía este borrador no lo sabía, ahora puedo anunciarlo: Málaga capital). Nuevo, será cuando ya el año que viene no tenga que estudiar, no esté con ese peso y esa agonía, cuando lo sepa. Me lo decía un compañero, ‘no me dí cuenta hasta que a la primavera siguiente me encontré pudiendo ver todos los partidos de la Eurocopa’. Yo no soy nada futbolero, pero creo que con el ejemplo se entiende. Es decir, ya me habían avisado que la alegría de sacar unas oposiciones es de efectos retardados.
La que esperaba
La que me esperaba, es la sensación de que esto ya era debido. De que ya era hora. Cuando acabé la carrera en 2012 me alegré mucho al ver la nota de la última asignatura que me quedaba (un sobresaliente que no esperaba y que supuso un verdadero subidón), pero no tanto de lo que eso suponía: ya estaba titulado, ya era Diseñador Industrial, tras diez arrastradísimos años… (chupándole en el proceso algo de vida a mis padres). Ya pasó la hora de celebraciones, ya tocaba. La plaza me la tendría que haber sacado si acaso en 2021, y estar ya casado, y con hijos, y dos coches y dos casas…. no sé si me entendéis. Cinco años empantanado, y parece que solo ahora la vida empieza.
La que me ha pillado por sorpresa
Y la que no me esperaba: la falta de orgullo, la falta de lustre. He reconocido antes que hubo un factor de aceptación de mis limitaciones actuales, de lo que tenga que ser, será. Si suspendía, lo aceptaría, pues reconocía no había dado todo lo que se considera que hay que dar, y tampoco me podía torturar y maltratar tanto como lo hice en 2021 (hay que aprender también a ser amables con uno mismo). Pero no anticipé la otra cara de la moneda: si conseguía la plaza, tampoco iba a ser con relumbrón. Nada de notas rozando el 10, nada de quedar de los primeros de la lista. El nº 200 de hecho, en la mitad de la lista (han aprobado 422 en Andalucía), en la mediocridad. No da ni para alegrarse por haberlo conseguido por los pelos. No, es como… meh, si bueno… como si esto logro del chichinabo diese para escribir un libro o cuatro parrafadas casi infinitas en un blog… ¬¬
En resumen: que lo he sufrido, lo he sudado y llorado, y lo he obtenido acorde a Ley, sin trampas y mereciéndolo. Vaya que si lo he sudado: ahí están esos cinco años en la docencia danzando por Andalucía, además de un máster, llevar coordinaciones y planes, idiomas, cursos, etc…Pero también me queda el regusto de que lo he acabado consiguiendo solo por cansino, sacrificando tal vez cosas que no debía sacrificar (tiempo, años), y solo cuando más fácil era y más a favor tenía; y aún así, por los pelos. Una plaza, permitídmelo, como de saldo.
Pero creo que necesito dejar registrado todo esto. Precisamente para poder pasar página.
Porque al final, una cosa que tuve clara es que lo siguiente: esto tiene que acabar. En cierto punto es lo que más, si es que no lo único que te motiva: que acabe, en si, es suficiente razón para acabar. Es decir, no tener que volver a estudiar, no tener que volver a pasar por esto, es lo que al final te impulsa a hacer ahora el último esfuerzo y estudiar y terminarlo ya. Llega cierto momento en que casi no piensas en otra cosa, porque empiezas a pensar en esos paseos en bici, las cervezas en la playa, los soles y conciertos de primavera, las escapaditas rurales, un paseo a solas de noche con tu pareja por la Alhambra… No puedo volver a perderme todo esto. He de hacer lo que sea para que esta tortura, este desierto, no tenga que volver a cruzarlo
Y en términos más generales, pues también piensas en tu trabajo, en tu gente, en las cosas que dejas de lado y estás dejando de atender. Ser mejor padre, pareja, amigo… He dicho varias veces que admiro a quienes tienen responsabilidades familiares (especialmente hijos pequeños) y aún así consiguen sacar el tiempo ni sé muy bien cómo y se sacan una plaza. Pero si lo entiendo: aparte de una organización y un sacrificio exquisitos, tienen una motivación clara: acabar, acabar por ellos, por estar cerca, por poder por fin pasar tiempo.
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Y también por ser mejor profesional, mejor profesor, ¿no he acaso dejado las clases de lado? ¿no he dejado de embarcarte en proyectos, en actividades, en construcciones más ambiciosas, originales, intrincadas, activas? ¿No me han notado mis alumnos que estaba más alejado, menos risueño? ¿No te decían que ya no hacías tantos chistes, que te reías menos? ¿Y qué hay de las actividades extraescolares? ¿Y de aquel viaje con tu grupo de tutoría que no pudiste ir aunque te lo pidieron tus propios alumnos?
¿Lo mejor de sacar las oposiciones? La ilusión por todos los planes nuevos, las cosas a las que me voy a dedicar: a ser mejor hijo, mejor hermano, mejor amigo, mejor pareja, y desde luego, mejor profesor. En los proyectos que quiero hacer, aprender, divertirme, o todo al mismo tiempo. Los experimentos que quiero montar, los cacharros que quiero probar, las lecciones que quiero aprender y que quiero enseñar.
Ahora que soy libre: dedicarme a ser mejor.
Un saludo y gracias :)
Oposiciones Parte 1: El Origen
Oposiciones Parte 2: La Sombra
Oposiciones Parte 3: Cancelado
Oposiciones Parte 4: ¿Tengo ya plaza?
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