Sobre Olas de Piedra, ver la curvatura de la Tierra; y que mientras más lejos, más cerca: cosas que piensa uno al cumplir 40. (Parte 1)

Aquí me tenéis. Cumpliendo cuarenta tacos.

En realidad hace ya unos meses de esta foto (los cumplí en diciembre de 2023), pero este evento, y unas cuantas ideas asociadas al respecto, merecen qué menos que un par de entradas o tres. Vamos al lío.

(Si quereis, también podeis leer lo que pensaba a los 25 y a los 35)

‘Crisis de la mediana edad’

Empezaré diciendo que mi ‘crisis de los cuarenta como tal’ no ha tenido lugar, porque ya tuve una a los 37.

Tiene mucho que ver con lo que ya conté en la serie de entradas anteriores, mi fracaso mayúsculo en las Oposiciones de 2021 y comprender que entonces, ni bajo la más generosa de las métricas, me podía a mi mismo considerar ‘joven’.

Si, ya ya… me direis lo de que la ‘juventud se lleva dentro’ y tal, ‘es una actitud’, ‘un estado mental’… si si, estoy de acuerdo y de eso ya hablaremos. Pero hoy me refiero no tanto a mantener una actitud ‘joven y fresca’ frente a la vida (algo con lo que estoy de acuerdo), sino a que a los 37, ya no valía la vida disipada de un adolescente tardío, ya no me ‘pintaba’, igual que no me pintaba ir en sudadera y/o camiseta. Resumo para los recién llegados, en 2021 se me juntaron dos fracasos gordos; uno, una ruptura sentimental bastante dolorosa; y dos, el mencionado suspenso en las oposiciones.

Ambas cosas se me juntaron, y unidos a cumplir una cifra relativamente inocua como ’37’ y que poco después me ‘cancelaban‘, me sumergió en una crisis existencial sin precedentes. Sentía que se me escapaba el tren de la vida, que todos mis coetáneos estaban haciendo ‘algo’ con sus vidas (AKA: matrimonio, hijos, casas, sentar la cabeza, etc…), mientras yo, con mi pesado equipaje, estaba apuntado en la lista de quedarme en la cuneta: interino y soltero de por vida, saltando cada año a un destino distinto de Andalucía sin poder poner el huevo en ningún sitio… así, hasta mi jubilación y mi muerte.

A toro pasado sé que rocé la depresión profunda, incluso pensé en ir a un psicólogo (cosa que debería haber hecho, y no hice por pura vagancia), pero apoyándose en amigos, apretando los dientes, y dejando algo tan sencillo como que el tiempo hiciese su labor, salí mentalmente adelante. Estar haciendo un máster me tuvo entretenido, e incluso me lo pasé bastante bien el par de años que estuve en Estepona. Y eventualmente, en verano de 2023, a la tierna edad de 39 años, conseguí mi plaza en mi tercera intentona de Oposiciones.

Mientras, mi padre.

Mi padre, en lo alto del Campanario de la Catedral de Baeza, este Enero de 2024. Esta misma mañana que escribo esto (Mayo de 2024) estaba recogiendo habas en su huerto. Disfrutando de lo lindo.

Como iba contando, saco mis oposiciones en Junio de 2023, y pasa al mismo tiempo algo muy importante y necesario contar para entenderlo todo, pero por lo que no sé si pasar de puntillas, o explayarme.

Dudo, porque por un lado evidentemente quiero respetar la privacidad de mi padre (yo mismo he borrado todo rastro de mi nombre en este blog, lo que lo hace esencialmente imposible de encontrar por mi nombre); pero por otra parte, mi padre merece un libro. Pero todo eso, en su momento.

Insistió en subir las empinadísimas escaleras espirales de la torre de la catedral, apenas un mes más tarde de acabar su quimioterapia. Como un campeón.

Me limitaré rápidamente a contar que en mayo de 2023, estando yo sumergido a tope en el proceso opositor, mi padre empezó a perder peso (que controla rigurosamente desde que hace 20 años le diagnosticaran diabetes tipo 2), sin aparente explicación, al tiempo que se le disparaba el azúcar en sangre. A priori no nos quisimos (o al menos no me quiso) preocupar, pero diligentemente y tras todas las pruebas pertinentes, se revelaba un tumor había inutilizado su páncreas y era necesario extirparlo.

No quiero crear suspense ni subrayar el drama: ha pasado casi un año y mi padre está vivo, entero y todo lo recuperado que se puede estar tras haberle extraído el páncreas por un cáncer en fase 1 a sus 75 años, tras una cirugía, un postoperatorio y una quimioterapia que nunca son amables (y comparativamente con otros casos, lo fueron). Hoy el cáncer muestra todos los signos de estar erradicado y sin intención de volver, y se nos queda en el cuerpo un susto brutal, y que otra vez, te obliga a hacer y a replantearte muchas cosas.

Ese es el resumen.
¿Fue fácil? No, ni por supuesto para él, ni para mi hermana, ni tampoco para mi.
¿Se hizo todo lo que se tenía que hacer? Creo que a la vista está que si. Creo que se hizo a tiempo, que se hizo con diligencia, que lo hicimos bien.

Continuaré en la segunda parte.

Las Oposiciones (Parte 4 de 4): ¿¡Tengo ya La Plaza!?

Antes, que nada, no se me asusten, no he escrito antes por meras cuestiones logísticas y de compromisos familiares (lo que tiene guasa, lo bien y directos que me salieron los primeros tres post, para dejar en el total cliffhanger a cualquier aventurado lector que se pasease por aquí).

Ahora ya, sin más dilación

Bueno, ahora ya lo sabéis: he aprobado las Oposiciones y soy un don señor funcionario (en prácticas).

Estos días anteriores, sin tenerlo planificado (aunque todo estaba en mi cabeza y ha sido rápido escribirlo), os he estado contando como ha sido todo este proceso (CINCO AÑOS EN TOTAL). Ahora, estoy en disposición de contaros cómo ha sido el proceso de este año (¡que también ha tenido sus peculiaridades!), y cómo es el panorama que se me presenta a continuación.

La margarita del destino: tengo plaza/no tengo plaza

Creo que ustedes queridos lectores, si son sagaces y me conocen una mititilla desde 2005 que llevamos escribiendo en este bloj, deberán saber que de nuevo y para sorpresa de nadie, no he sido un estudiante ejemplar. Incluso teniendo mucho a favor: no teniendo compromisos familiares ni personales, estando en un lugar tranquilo y sin distracciones, suficientes años ya de experiencia y tablas, y las lecciones aprendidas de haber pasado por dos oposiciones antes, lo que redunda tanto en conocimientos concretos del temario, como en saberes nivel emocional y estratégico/táctico/operativo.

En mi contra: yo. Y la desidia, y la falta general de motivación. Y la quemazón. Y el miedo al fracaso y que te vuelva a doler tanto (hace difícil que te entregues igual). E incluso, ojo a lo que voy a decir, cierto síndrome de Estocolmo; cierta sensación de secuestro por ser un eterno opositor; como que se me había olvidado como era la vida sin tener que estudiar, e incluso le tenía cierto miedo al vacío una vez completado este objetivo, ¿es posible que en cierto momento me estuviera auto-saboteando?

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Las Oposiciones (Parte 3 de 4). Cancelado.

Cancelado.

Cuando la Junta de Andalucía nos comunica informáticamente a los docentes interinos nuestro próximo destino, lleva algunos veranos teniendo la curiosa costumbre de enunciar que has cumplido con todas las formalidades burocráticas en negativo. Es decir, en vez de declararte como «Admitido» y debajo poner «Si», te encuentras con un «No» como respuesta a «Excluido». Ese es el primer microinfarto. Imagínate además la situación de algunas de mis compañeras ese año: como destino les aparece «Cancelada«. Infarto total. Lo que tal vez ustedes no sepan es que Cancelada era una antigua colonia agrícola (sus cortijos decimonónicos que aún se mantienen en pie) flotando en lo que por otra parte es hoy una interminabilidad de urbanizaciones, chalets modernos y campos de golf perteneciente a la localidad de Estepona, en la Costa del Sol, a medio camino entre dicha localidad (a 15 km de ella) y Marbella.

Tres horazas largas de coche, y que solo pilla de paso… si quieres ¿invadir Gibraltar?.

El caso es que fui para allá muy escéptico. Es curioso cómo funciona el cerebro, miraba el mapa (pega a la provincia de Cádiz), ¡y me parecía lejísimos!. Aunque ya fui profesor el año anterior en Almuñecar (y me enamoré un poco), siempre he sido un chico de interior, y el supuesto encanto de la Costa del Sol nunca se lo encontré. Buen clima, si, pero me parecía un lugar un tanto deshumanizado, con alma de ‘terminal de aeropuerto’, listo para atraer turistas adinerados del Norte y Este de Europa. Mucho chalet, urbanizaciones diseminadas, alojamientos turísticos, conurbanizaciones sin personalidad, sin caminos ni aceras para pasear… Para colmo unos precios de alquiler desorbitados, y una carretera, la Autovía del Mediterraneo, criminalmente sobreexplotada (si aprendes a conducir allí, entre coches alemanes de color negro, sabrás desenvolverte en cualquier sitio -de España al menos), y dónde uno es testigo de todos los abusos urbanísticos que sucesivos gobiernos del Jabba del Jacuzzi y acólitos perpetraron durante tantos años.

¿Me gustaba el sitio? No. ¿Me gustó el Instituto? Me encantó.

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Las Oposiciones (Parte 2 de 4). La Oscuridad.

(Viene de aquí, donde hablo de cómo fueron las primeras oposiciones de 2018, y un repaso general a cómo han sido estos años).

Las oposiciones de 2021 fueron distintas a las de 2018, porque sin duda podía decir que iba mejor preparado. Tenía ya experiencia docente; y eso es bueno tanto porque me colocaba mejor por puntos, como porque ya sabía cómo es realmente una clase y estar en el frente de batalla, cosa que cuando me presenté en 2018 era totalmente ignorante y analfabeto. Y también empecé a estudiar antes, y con la ventaja de que no era la primera vez. Lo único malo, es que se ofertaban menos plazas; ¿sería la mía?

La procrastinación, vieja amiga.

Hablemos entonces de la procrastinación, que ya nos conocemos.

¿Empecé a estudiar en Septiembre? Naaaah… Llegan las navidades y se van igual, y tal vez hasta febrero no empecé sistemáticamente todas las tardes a echar un rato, y solo adquirí la velocidad de crucero en abril. (Si no tenéis ni idea de qué hablo ni de cómo funcionan una Oposiciones, podéis enteraros en la primera parte de esta serie)

Pero al primer exámen llegué preparado, incluso se me humedecieron los ojos cuando vi «las bolas»: salió el tema 20, uno de los míos. Conseguí un 8 con ese tema. En la parte práctica de problemas, algo menos: un 5 raspado. Aprobado y pasaba a la siguiente fase, pero no acababa de ser algo para tirar cohetes. La verdad, ese cinco me desanimó.

Y entonces vino mi fallo, mi pecado. Bajé los brazos.

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Las Oposiciones (Parte 1 de 4). El Origen.

Damas y caballeros, me digno a bajar aquí para dejar por escrito y contarles algo que no puedo (ni debo) descargar en toda su extensión a alguien en persona. Seguramente violaría varios puntos de la Carta Universal de Derechos Humanos si en persona cuento todo esto y de una sentada a mis amigos, familia, compañeros de trabajo, alumnos… (lo cual no quita que, a trozos, unos y otros la conozcan). Por cansinez, por respeto y por supuesto por afán documental, he de dejar esto registrado en este humilde y veterano blog; por mucho que dar clase me haya drenado de ganas de escribir, por mucho que lleve encadenados CINCO años de los cuales cuatro he estado estudiando/empantanado de un modo u otro… (o con oposiciones, incluso unas covid-canceladas, o con un máster del que creo que también he hablado) y me haya arrebatado hobbies, ocio y sobre todo separado de estar con los que quiero y me quieren, en tantas ocasiones, prefiero no pensar demasiado en ellas…

El bueno de Willem también se presentó a unas Oposiciones. Aquí su primer día.

Quiero dejar por escrito como es este proceso de atravesar unas oposiciones. Y no he pasado por ellas una ni dos, tres veces ya. Con un ‘triunfo fracasal’ la primera vez en 2018 (saqué una notaza altísima pero me quedé sin plaza por no tener puntos de experiencia); con topetazo brutal al encontrarme en 2021 el inconsolable golpe de un suspenso en toda la cara; y en la tercera….

Mientras escribo esto aún no sé los resultados de la tercera vez. Solo puedo decir que superé la primera fase, hice la segunda hace unos pocos días, y que aún espero las notas de esta.

Willem, hoy. Lleva 5 oposiciones fallidas y aún le quedan por conocer los resultados de la última.

Pero les cuento, les cuento. Primero, un poco de contexto.

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