Nota: esta entrada, al contrario que la anterior, la he redactado nueva casi al completo, interpretando las notas que dejé en su día.
Os debo, me debo, esta entrada; y creo que hoy es un momento tan bueno como cualquier otro para hablar de Dinamarca, país en el que viví once meses a lo largo de 2010 y 2011. Tal vez sean muchas las cosas que quiero o que habría que decir, pero dado que siempre le he ido dando de laillo, y he ido dejando muchas migajas en post sueltos, creo que es buena idea tener un resumen, un concentrado sobre lo que viene siendo la danesidad (o jutlandidad, si quereis), y ya si eso, hurgáis por vuestra cuenta en los numerosos enlaces que ireis encontrando en este mismo post.
Decía que es hoy un momento tan bueno como cualquier otro, aunque ahora si venga algo a cuento cuando en las tertulias políticas está de moda mencionarles, a ellos y por extensión al resto de países nórdicos, como referencia de la que copiar muchas maneras de hacer las cosas. Por supuesto con matices, estoy bastante de acuerdo en tenerlos como modelo del que coger bastantes buenas ideas. A ello vamos.
Ahora: desde el principio he de dejar claro este punto: apenas tuve contacto con ningún danés. ¡Buena forma de empezar cualquier análisis sobre cualquier sociedad! Aparte de profesores y dependientes de supermercado, solo tuve cierto contacto regular con un estudiante de Hörning, novio de una muchacha española… Y ya está. Y no aprendí nada de danés a excepción de unas cuantas palabras puntuales.
Con este expediente, ¿cómo me atrevo entonces a hablar de los daneses? Solo viví allí 11 meses -no como los 2 años que estuvo este estadounidense en España-, pero, al igual que nuestro amigo americano, no es tanto lo que he aprendido sobre Dinamarca, sino lo que aprendidí sobre España, y si me apuráis, sobre la condición humana.
Y es que cualquiera que haya vivido en otro país sabe a qué me refiero, a aprender a verse a uno mismo desde fuera, hallar tu lugar en el mundo y descubrir que en verdad perteneces a todos los lugares, a cualquiera, al que quieras, no sin amar aún más si cabe el lugar de donde vienes.
Recapitulemos un poco: España
Sobre España, El País de la Pandereta, por si no se hubieran dicho ya cosas (con lo fácil que es hablar), ya también he hablado. Pues bien, de las múltiples cosas que se podrían intentar concluir, de las pocas que he sacado en claro es que el clima tiene mucho que ver.
Porque amodorra, amodorra la conciencia, el civismo, el sentido de la responsabilidad, yo que sé…: es más fácil ser feliz con menos si tienes sol y cañas. No sé si es bueno o malo, pero pudiendo tomarnos unas cañas al sol (que en verdad, es a la sombra, ya sabemos) con los colegas nos da más igual que haya corrupción, ineficiencia, picaresca e incluso miseria, mientras sea la del vecino.
Oye, que me parece cojonudo lo del sol y las cañas, yo estando en Reino Unido he sido el primero que las ha echado de menos (¡y eso que yo no creía ser de sol y cañas!), de hecho eso lo saben ellos mejor que nosotros -bien que se vienen aquí de vacaciones-, pero en esas latitudes, o te esfuerzas más en construir una vida plena, completa y basada en pilares sólidos, (de los cuales la sociedad y el estado son dos bastante importantes), o hundes las penas en alcohol.
Bien, de lo segunda opción, ya hablé hace poco (y eso que no son los daneses quien beben vodka para acompañar la comida como quien bebe vino o cerveza). ¿Y de lo primera, es decir, hacer las cosas bien?
Más que enlazarme, me cito a pi pismo yendo directos al párrafo que quiero que leáis:
Compararé (de nuevo) España con Dinamarca. Porque es lo que conozco, porque he vivido un año allí. (…) vine con unas ideas muy claras sobre las tremendas, tremendísimas diferencias entre los conceptos que ellos tienen sobre honestidad, civismo, conciencia ciudadana (además de ecologismo, igualdad, tolerancia, respeto, derechos humanos, y hasta de los animales…), y los nuestros, que son, siendo generosos, mucho más reducidos. Los nórdicos tienen sus taras, si, y cosas que no me gustan, pero me veo objetivamente obligado a aceptar que son una sociedad netamente más avanzada que la nuestra.
Todo esto que dije está muy bien. Pero hoy quiero extenderme, e ir a detalles concretos, algunos superficiales, otros con más chicha de la que aparentan. Ahí van unos cuantos.
Los abuelillos paseando por la calle.
Es una de las cosas que más me llamó la atención. Allí ves a los abueletes octogenarios, con su andador, o carrito eléctrico, yendo solos por la calle, comprando en los supermercados, caminando al lado de la carretera. Insisto, no hablo de recién jubilados en los mejores años de su otoño vital, sino gente muy entrada en el invierno de su vida, el tipo de abueillo que tú conoces porque así recuerdas a tus abuelos, de los que aún se ven en las calles de los pueblos de España pero no en las de ciudad porque sencillamente sería una puta locura. Aquí, que se yo, les robarían, les atropellarían, les empujarían cayendose y fracturándose no se cuantos huesos en el proceso. Allí se les respeta, se les quiere, y creo que algo mucho más importante y sano para la sociedad: se hacen ver, no se les esconde como trastos feos sino aceptando la vejez tardía como una parte natural de la vida, que es lo que es.
Edición (Feb 2017): con los años y varias conversaciones, me he dado cuenta de una segunda lectura del hecho recién expuesto: Si, los abuelos salen a la calle, a menudo, por que no les queda otra. Los hijos se independizan muy pronto, y no solo los padres se desentienden de ellos, sino que también pasa que los hijos de desentienden de sus padres. Y eso quien tiene hijos: mucha gente se queda soltera, por los problemas para socializar que tienen, pero ese es otro tema. El caso es que muchos, muchos ancianos sencillamente viven solos. Y ahí va otro dato: es normal que la policía reciba varias a llamadas al mes de ciudadanos quejandose del mal olor que desprende la casa de su octogenario vecino, al que hace semanas que no ve. Sacad vuestras conclusiones.
La delgadez.
Oh si, la delgadez, aunque debería sencillamente decir el vientre plano. Hombres y mujeres, jovenes y adultos, es la puñetera norma: la gente en general está en forma.
Vamos a ver una cosa: allí también hay gordos, pero los que hay son gordos-gordos, obesos mórbidos, individuos que se han abandonado en lo personal, se han entregado a la comida. ¿Hay más de esos allí que en España? No sabría decirlo, pero lo que si sé decir es que destacan mucho más, llaman mucho más la atención.
Llaman la atención en una sociedad en la que, más allá de encontrarte gente atlética (tanto porque hacen ejercicio, como por una buena alimentación), sencillamente esa curva de la felicidad tan española, de la cerveza y el salchichón, esa lorza que incluso al más pintado le empieza a aparecer al entrar en la treintena (y que yo mismo visto desde hace décadas), es allí algo asombrosamente difícil de encontrar. Iker Jimenez, te doy un encargo.
El detalle gracioso de que te pagan por devolver las botellas.
Te devolvían un dinerillo al traer de vuelta los cascos de las botellas, tanto de vidrio como de plástico. Era un proceso muy automatizado y eficiente, los dejabas caer en una especie de contenedores con lector de código de barras en cada supermercado, y se te devolvía un ticket con cierto valor que podías usar en ese supermercado. Como estudiante, era un detalle muy simpático volver a verte a veces con hasta 5 o 10€ al cambio. Y las calles estaban jodidamente limpias de cascos.
La vegetación y el clima.
De esto no tienen ‘la culpa’ ellos, pero no es para hablar mal, sino al contrario, para hablar con envidia. Aún viviendo en una ciudad relativamente grande (la séptima en tamaño de Dinamarca), el campo estaba cercano y era accesible, y las zonas verdes, abundantes. Vivir al lado del mar ayudaba a evitar un clima continental duro. El otoño fue amable, el invierno muy blanco y entrañable, y la primavera fue abriendose poco a poco a una ristra de barbacoas y paseos en bicicleta de los que tengo grabadas en la memoria unas cuantas imágenes memorables. Lo peor, el deshielo y lo molestos que eran esos charcos de barro y nieve sucia. Entre lo mejor, las noches cercanas al solsticio de verano. Ay, esa vegetación, esa exhuberancia, esos colores del otoño, ese sol tan rico en mayo… Como habitante de la España seca, solo puedo decir que les envidio. De verdad.
Los jardines.
Los jardines, la arquitectura urbana de ladrillo rojo y madera, el elegante cuidado que ponen en los pequeños detalles. Por gustarme, me gustaban hasta los cementerios, solemnes lugares de paz y verdor de muy agradable visita.
La belleza de las Danesas.
Ay, si, que la belleza está en los ojos del que mira. Y además, que igual que digo esto, puedo decir ‘las bielorrusas son muy guapas, las brasileñas son muy guapas, las indonesias son muy guapas, las españolas son muy guapas’. Si, si, si, si y si. Pero, ay, las danesas… y ay, mi profesora de Inglés…
Las bicicletas.
Evidentemente tenía que hablar de ellas. Es sencillo: allí el ciclista tiene presencia, es visible, y se le respeta. El carril bici es ubicuo, pero es irónicamente a menudo innecesario: carreteras anchas, conductores sensatos y responsables, y ciclistas también conscientes de su lugar, que no es menos importante.
Pero no os engañéis: Dinamarca también pasó por un mínimo en su uso en la década de los 70, pero el gobierno reaccionó y volvió a incentivar su uso, hasta llegar a unos porcentajes difíciles aún de imaginar en España (irónicamente, país de grandes ciclistas, como sagazmente observo el profesor danés que excelentemente me tuteló este proyecto). Más ciclistas, que van al trabajo, a la escuela, a hacer la compra… equivale a menos congestión urbana, menos contaminación, menos accidentes (también al haber menos coches), y creo que lo mejor consecuencia, una población más sana, lo que implica menos gastos en Sanidad. Mientras, aquí en España, país en el que mal que nos pese seguimos siendo nuevos ricos, sigue sin ser difícil encontrar a gente que con una chispa de confianza no duda en sincerarte contigo confesándote que si por ellos fuera, habría que matar a todos los ciclistas. Mientras, allí son las bicis las que tienen problemas de aparcamiento…
Y podría seguir, pero Eulez ya tiene un excelente panegírico dedicado a los daneses y sus bicicletas.
El «Hygge»
No tuve la fortuna de experimentarlo, pero dicen que los largos inviernos son combatidos por los daneses creando y buscando el máximo confort, seguridad y calidez posibles en el hogar. La palabra ‘hygge’ es un concepto muy danés cuya mejor y aún pobre traducción sería ‘bienestar’. Para explicarlo, ellos lo suelen ilustrar con esta imagen: una generosa y tranquila cena en casa, descalzos, en compañia de tus más cercanos y queridos, vino, una buena charla, y todo esto a la luz de las velas y/o de un buen fuego. Como mínimo cada fin de semana.
Yo que queréis que os diga, pero me apuntaba.
En general, el sistema de bienestar.
Al parecer, cuando los liberales alcanzaron el poder después de décadas en manos de los socialdemócratas (y con consciencia y propiedad uso palabras tan light como ‘liberales’ y ‘socialdemócratas’, porque allí no cabe hablar de ‘rojos’ y ‘fachas’), plantearon un referendum: decidir si querían bajar los impuestos o no. La gente dijo no. Efectivamente, los impuestos allí son altos, pero se ve a donde va a parar ese dinero. Efectivamente, los beneficios, ayudas, becas, servicios sociales, infraestructuras, y sistemas de pensiones, sanidad y educación tienen un alto estándar. A la gente le gusta, y el sistema funciona. Las ayudas a la maternidad, por ejemplo, son brutales, y aparte de una generosísima baja de maternidad/paternidad, un niño tiene esencialmente un sueldo desde que nace hasta que acaba la universidad. Claro que hay gente, como he dicho antes, en los rebordes del sistema (canis, yonkis, maltratadores, etc), pero son una franca minoría, y no se puede decir que la sociedad en general ‘se apoltrone’ con tantas ayudas, ni que el sistema impositivo cercene la iniciativa privada ni los pequeños emprendedores. Son gente seria en lo que hay que ser serio, gente eficiente, y gente a la que le gusta moverse.
(…)
Ojo, que también tienen cosas malas, y menciono algunas de ellas.
Una, que ya lo he dicho, son un poco borrachos (un pecadillo perdonable, no es cosa de ensañarse).
Dos, son un tanto cuadriculados, y cualquier cosa que les cambie los planes les agobia. En general, no se les da bien improvisar; ni trabajar bajo presión; ni saben ‘hacer el avío’ cuando los medios son escasos.
Y tres, el egalitarismo del que tanta bandera hacen también perjudica a aquel que destaca, algo que queda especialmente bien condensado en la infame «Ley de Jante», que casi les define tan bien como a nosotros el Lazarillo de Tormes…
Está mal visto presumir (lucir cochazo así como cualquier otro adorno de mal gusto), pero también está mal visto liderar, marcar el paso, o por poner un ejemplo concreto, recibir educación privada, o especial, si hablamos de personas de alta capacidad.
Sin duda, tienen sus rarezas, pero se les puede considerar gente bastante apañada (y puedo corroborar casi todos los puntos de ese enlace)
Ahora, ¿son fríos, distantes? Ni de coña. Son respetuosos, silenciosos, algo cuadriculados si se quiere… pero para cuadrículados ellos, nosotros cabezones; para reservados ellos, nosotros malafollás; y para serios, ya os digo que nos ganan en alcoholismo. ¿Herméticos? Tampoco, aunque mi opinión sobre la inmigración, ya la expresé al final de esta entrada.
Irónicamente, los daneses tienen fama de ser los ‘mediterraneos’ entre los nórdicos, y en mi experiencia, son ciertamente mucho más cercanos, sonrientes y afables que sus vecinos noruegos o suecos (recuerdo el detalle de una pareja en Aarhus que se me acercó a preguntarme si necesitaba que me orientaran porque me vieron cara de perdido mirando un mapa…)
Pero, ahora, con todo y con eso, no olvidéis que el que esto escribe, este al que leéis, es una persona introvertida. Tengo claro que no soy el típico español, sociable, cercano, extrovertido. Al contrario. Tiendo a evitar las situaciones de compromiso social, soy celoso de mi espacio vital, a veces soy seco en el trato; y aunque a menudo me apetece estar en compañía, jamás me aburro solo, cosa que si me pasa, y no pocas veces, estando con gente. ¿Los daneses, los escandinavos son así? Por supuesto, no creo que se pueda generalizar, pero aparentemente si, y para mi, estrictamente en ese sentido, es una sociedad en la que creo que me sentiría muy cómodo viviendo.
Y al fin, la pregunta del millón: ¿Cambiaba Dinamarca por España?
No. (Aunque sería mi segunda opción).
No me quedaba con el desfase alcohólico de los daneses. No me quedaba con su carácter a veces anodino, ni con su seguimiento a veces demasiado a rajatabla de las normas; ni con su equidad algo forzada. Si me quedaba con su saber hacer. Con su respeto al prójimo. Con su eficiencia, su honestidad, su conciencia ciudadana. Y si, con el verdor de sus jardines y bosques.
Y no me quedo con nuestra picaresca. Ni con nuestra idolatración a la mediocridad y chabacanería. Ni con nuestro afán de entrometernos y de criticar por criticar, deseando ver como el otro se da de piños contra el suelo, posiblemente con ayuda de nuestra zancadilla. Ni con nuestra incompetencia, ni falta de formalidad. Si me quedo con nuestro saber vivir. Trabajar para vivir, y no al revés (esto lo saben también los daneses, ojo). Nuestras sobremesas. Nuestro puntillo, con nuestras cañas. Y claro, con nuestro sol.
Querréis recordar que España y Dinamarca -históricamente- han salido en numerosas encuestas entre los mejores países para vivir (crisis aparte y tal, claro…)
Puedo decir que en ningún caso me sorprende.
Nos vemos en la tercera y última parte: Erasmus como experiencia personal.
(…)
*Adenda
A raiz de este post, me han preguntado cómo nos ven los daneses a nosotros. Insisto en que no tuve mucho contacto con ellos, pero por el poco que tuve, diría que nos tienen por un país de excelente clima, de gente alegre y fiestera, de excelentísima comida (todo lo que insista en esto es poco) y de grandes deportistas. Se sorprendían de que no fuésemos los grandes bebedores (es decir, borrachos) que ellos, como ya he insistido varias veces, si son. Tal vez por educación, no escuché ninguno de los tópicos malos sobre nosotros (corruptos, vagos, etc; aunque si si acaso ruidosos), en incluso nos valoraban como buenos currantes (algo que por cierto creo que demostramos). Creo que los italianos acaparaban más esa imagen negativa de impuntuales, poco serios, y ser muy de fachada y poca sustancia, y si acaso, el resto de tópicos (vagos, informales) creo que nos lo reparten a partes iguales los países mediterraneos, siendo los españoles los «menos malos». En Dinamarca tienen una imagen modesta de si mismos (lo más conocido que tienen son Lego, las galletas y la Sirenita, sin grandes actores, marcas de coche o grupos de música), son un país pequeño, y cuando miran a los países físicamente grandes de Europa, les despertamos admiración, creo yo. Si a eso añadimos el punto exótico que tenemos los españoles (que no tienen para ellos los alemanes o ingleses, con los que históricamente han tenido sus más y menos), definitivamente salimos ganando. Diría que si, que les gustamos…
Que les gustamos, aquí quiero decir, en nuestro país xD
Referencias:
«Dinamarca, el País más feliz del mundo»
http://www.huffingtonpost.com/2013/10/22/denmark-happiest-country_n_4070761.html
«Los Daneses son raros»
http://magnuskjoeller.dk/danes-are-weird/
Entradas en este blog sobre mi Erasmus:
De esta serie:
De otras series
- Miniguía Util para Erasmus en Horsens (1, 2, y 3)
- Mi Autumn Break (1, 2, 3, 4, 5, 6 +fotos)
- Mi Winter Break (fotos)
- Cuando decidí irme + Cuando me dieron permiso para irme
- Erasmus, todas las entradas etiquetadas como tal
- Galería de fotos
Y ahí van unas penúltima selección de fotos, la mayoría de ellas inéditas (podéis ver la totalidad en este álbum)
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ese rufo! he leido solo el segundo post, ahora me pondre con los otros dos, pero muy chulo, que de recuerdos… un abrazo cuidate! y a todos los que me lean igual claro!! buenos momentos nos echamos!
Me alegro de que te haya gustado, un abrazo grande nene!
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