La Cultura Ñorder (oda a la mierda de WhatsApp)

Son las 5 de la mañana. Muy rico esto de levantarse cada díajjfszzzzzzzzz…..

(…)

Me encanta la mierda del Whatsapp.

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Es el fistro de las mierdas. Vale para todo, lo mismo para un roto que para un descosío.
Si la lías por culpa del autocorrector, nada que no puedas solucionar con una buena mierda.

caca1Y es que si ella puede sonreír, nosotros también podemos.caca1

 

 

Como la que he echado esta mañana. Una mierda sólida, íntegra y coherente. Alegre como Kim Jong-Un, y campechana como el Rey Juan Carlos. caca1
Alcanza a clasificarse para la Copa Classics 2014, pero cae en fase eliminatoria.

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La condecoro, a título póstumo. Ñordón de Oro y medalla de Cagarlos III. Las condecoraciones más altas que puede recibir una mierda en este país.

caca1Una buena mierda, me va a costar despedirme de ella. Le deseo un buen viaje.
Le envío una pequeña compañera, para que no se sienta sola. Se nos van siempre los mejores, snif.

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A la pequeña, la he llamado Danny de Vito.

A la grande, Sor Zenegger.

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Buenos días a todos :D

La suerte del observador

Me considero una persona de relajadas costumbres, eso bien lo sabéis los que conocéis, y más de una vez lo he comentado en el blog. Soy tranquilo, remolón, y con una lamentable tendencia a la impuntualidad en situaciones banales. Al mismo tiempo que, diré en me defensa, no solo he sabido cómo hay que hacer las cosas cuando llega el momento, sino que también sé cuándo llega ese momento de ponerme las pilas (cada vez más a menudo, por cierto, y especialmente cumplidos los treinta).

En cualquier caso, tal vez de forma general y un tanto vaga, diré me considero un tipo que ha tenido suerte.

‘Suerte’ tiene muchas definiciones, y es un tema que da para muchas otras entradas, ofcors. Está por ejemplo la postura de aquellos que afirman categóricamente que la suerte no existe, solo existe el trabajo (y de esto, os juro que hablaré).

Por eso, dejaré claro qué es lo que entiendo por buena suerte: aquello improbable y fuera de control que en caso de acontecer, juega a tu favor.

Dehesa Jiennense

Los derroteros de un camino imprevisible para el que no siempre puedes estar completamente preparado.

Lo de la impuntualidad lo he mencionado específicamente porque (ya me extenderé en otra ocasión) implica apurar el tiempo, y esto es esperar no solo que nada salga mal sino también a veces (muy imprudentenemente, lo concedo) contar con que lo que parece tener mayores probabilidades de salir mal, salga bien.

Pondré ejemplos: a pesar de esa tendencia mía a apurar, personalmente jamás he perdido un vuelo (aunque estuve cerca una vez, y definitivamente estuvo lejos de ser culpa mía), pero conozco a personas cercanas que los han perdido repetidas veces, que lo hacen sistemáticamente, por cosas tan sencillas como no mirar el reloj, o no haber cambiado la zona horaria, o no haber calculado el tiempo necesario para facturar. Incluso por esperar demasiado y relajarse estando ya en la zona de espera (lo juro que es real). Y no hablo de gente necesariamente de costumbres relajadas, a algunos de ellos los calificaría incluso de ‘nerviosos’ e hiperactivos. Es totalmente real lo que hablo, e insisto, hablo de perder vuelos, no de perder un bus que sale cada 15 minutos (los cuales, hablando de nuevo de mi, si he perdido más que bastantes veces). Gente que, consciente o inconscientemente, dejan cosas al azar, cosas que luego salen mal, y que luego dicen que en su vida tienen ‘mala suerte’.

(…)

Aquí entra por fin el experimento que Richard Wiseman, un psicólogo estadounidense hizo hace un par de años.

El experimento consistió en reunir a dos grupos de gente: aquellos que se consideraban a si mismos con buena suerte en la vida, y aquellos que se consideraban con mala.

Wiseman les dio a individuos de ambos grupos una revista y les pidió que contaran cuantas fotografías había en ella. De media, aquellos con mala suerte tardaban unos dos minutos en contar todas las fotos, mientras aquellos con buena suerte completaban el reto en unos segundos.

¿Cómo era posible? Porque aquellos ‘suertudos’ encontraban un mensaje en la página dos que decía: “Para de contar. Hay 43 fotografías” ¿Y porqué los desafortunados no lo conseguían? Estaban tan enfocados en contar las fotos, que se les escapaba el mensaje.

(aquí, *.PDF)

La idea es clara. Si te enfocas demasiado en buscar un tipo concreto de trabajo, perderás otras oportunidades. Si te centras demasiado en buscar pareja, te perderás encontrar buenos amigos, etc. En otras palabras, ‘detente a ver los lados del camino’. Ese proverbio es conocido desde siempre. Sin embargo, me encanta como el anterior experimento lo ilustra y demuestra empíricamente.

*(Más: “La guía del ‘perdedor’ para tener suerte”)

Hablaba antes de la gente que no sabe controlar cuando relajarse, y luego resulta que pierde aviones. O se queda sin gasolina. O falla en la fecha de un examen. O llega tarde a una entrevista de trabajo. Y luego, dicen que ‘tienen mala suerte’.

Atardecer Refulgente

Yo puede que sea un tipo de costumbres relajadas, pero algo dentro de mi pertenece atento a nivel subconsciente, y cuando llega el momento me salta una alarma, me entra un ‘calor’ que hace click y me pone en modo execute.

Desde aquí, abogo por una actitud más reflexiva y contemplativa, de mirar alrededor y observar, pero siempre combinada con un gentil sentido de la prioridad y la mesura de saber detectar los momentos críticos y ponerse las pilas.

*(Más: Tener suerte es una aptitud fácil de aprender)

Dehesa Jiennense

Nota: Este, una vez más es un borrador que tenía a medias desde hacía al menos dos años. Coincide que lo publique justo ahora en una época de mi vida en lo que cabe es todo menos contemplación y reflexión (de ahí, que tenga que tirar de borradores…). Llevo unas cuantas semanas especialmente duras en el trabajo, yendo casi literalmente de la cama al trabajo y del trabajo a la cama, y no tiene pintas de cambiar a corto plazo. Precisamente, el problema de esto, es que yo al igual que mis compañeros, empezamos a cometer errores, algunos bastante tontos. A no llevar un seguimiento correcto de lo que llevamos entre manos. A no lucir todo lo bien que podríamos lucir, dados unos plazos adecuados… Ay Dios, esto es agotador…

“Synecdoche, New York” (Charlie Kaufman, 2008)

Nota: Vaya, tenía este post escrito desde febrero al que solo le faltaba pulsar al botón de publicar. Botón pulsado.


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Synecdoche, New York (2008) es el primer largometraje dirigido por Charlie Kaufman, genial guionista de las absolutamente espléndidas “Como ser John Malkovich“, “Olvidate de mi“, o “El ladron de Orquideas (Adaptation)”. Vamos, venero a este tío. Y me pilló a contrapie averiguar este pasado otoño que el colega dirigió una película hace seis años y no tenía ni idea (fue tristemente un fracaso en taquilla); película que varios renombrados críticos de cine no vacilaban como poner en su lista de diez mejores películas de la década, por delante de las otras antes mencionadas del mismo Kaufman. Ni que decir tiene que la conseguí inmediatamente y me puse a verla.

Y entonces, la película.

(…)

Veamos. Ya sabéis, están esas pelis que te pones para no pensar, evadirte, divertirte, y desechar tan pronto como has acabado de verla. No reniego de ese cine, me encanta de hecho: “Battleship”, “Mission Impossible 4”, “White House Down” son algunas de las que he visto recientemente, y sabiendo lo que voy a ver, cumplen perfectamente su cometido.

 

Insisto en este punto, para dejar claro que “Synecdoque” NO es de ese tipo de cine. Está en la misma categoría que “2001 Odisea en el Espacio” o “Apocalypse Now”Vaya, es lo más puñetero opuesto al cine de ‘evasión’ que se me ocurre. Es de esas películas que te atrapan, de esas películas en las que te sumerges y no vuelves a salir hasta bastante después de haberlas acabado. Es de esas películas viaje, que trascienden en la memoria, que se convierten en tus favoritas automáticamente, en clásicos instantáneos.

Y no porque sea drama, porque sea dura, o triste o porque sea emocionalmente cargante, que va. Es cierto que la primera escena hace temerlo: los primeros minutos, en una mañana de otoño de un matrimonio con hijos, lo que escuchamos es un demoledor discurso -que se las hace pasar de intrascendente- en una radio-despertador que se escucha de fondo. De esto que piensas ‘joder, ¡como sea así la peli entera!’

Es así, y más.

 

Pero es que, como no podíamos esperar de otro modo de Charlie Kaufman, ese más se convierte pronto en absoluta ida de pinza, en el mejor de los sentidos. De hecho, a menudo me reía conforme la veía. Pero una risa de absoluta perplejidad ante semejante genialidad y delirio.

Synecdoche, New York

Y es que la película va creciendo, literalmente (cuando la veáis entenderéis por qué lo digo). Esta cargadas de referencias y simbolismos que se me escapan, sin duda crecerá conmigo, cada vez que la vuelva a ver.

Sin poder contar mucho, la película es un repaso a la vida de un enfermizo dramaturgo -interpretado por el recientemente fallecido Philip Seymour Hoffman– que quiere hacer La-Obra-de-Teatro-Definitiva, pero al que, siendo amables, la cosa se le va de las manos. Y como suele pasar en el cine de Kaufman, realidad y ficción se confunden, hasta el punto de no saber si el mismo Kaufman no se le está yendo también la cosa de las manos: no me extraña que algunos le tacharan de pretencioso.

Pero que va: Kaufman tiene pulso y seguridad (tal vez sabía que era la única película que le iban a dejar hacer, y que iba a ser un fracaso en taquilla), tiene tan claro lo que quiere decir (brutal el discurso de las escenas finales), que es imposible no estremecerse ante el poder y la sencillez de la idea central de la película: vas a morir.

(…)

Y esa es la idea. Mientras antes acepteis lo transitorio de todo, y me refiero a aceptarlo a un nivel profundo, lo transitorio de la vida, de lo que os rodea, del confort, de la alegría y también del dolor, más en paz y mejor viviréis, con el mundo, y con vosotros mismos. ¿Sencillo, verdad? Arturo Perez-Reverte por supuesto lo explica mejor que yo, entre el minuto 18:50, y el 21:00

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Valga este post también como mi particular homenaje a Philip Seymour Hoffman, pues en esta película tuvo otro de sus grandes papeles. Descanse en paz. Dice Aaron Sorkin “Hoffman no murió de una sobredosis de heroína. Murió a causa de la heroína. Deberíamos dejar de sugerir que si solo se hubiera inyectado la cantidad adecuada todo habría ido bien”. Frasaca.

De cómo me convertí en ateo practicante. Parte 6 y fin: El Sentido de la Vida

(Viene de aquí)

A lo largo de esta serie, ya habéis visto que he insistido mucho en lo de viaje personal. Escribo esto, como de costumbre, por el gusto de escribirlo, no con voluntad de pontificar. Y no con voluntad de pontificar, porque:

a) creo que es inútil (la gente suele creer cualquier cosa que corrobore lo que ya creen), y

b) la “fe” entiendo que es necesaria, según para qué personas.

Y es que si existiera el poder de demostrar, haciendo chascar los dedos, de hacer ver a la gente que Dios no existe, que su religión es una mentira, habría que pensar seriamente en las consecuencias, en el terremoto moral, en el tejido que en gran medida construye nuestra sociedad. La imagen en mi mente es la de un holocausto caníbal en la que la gente arrambla con escaparates y hay asesinatos y violaciones masivas, y tal, puesto que ‘Dios no existe’. Queráis verlo o no, soy consciente de que la religión, Dios y la promesa de un Más Allá en la que nos reencontramos con nuestros seres queridos es lo único que hace a mucha gente seguir adelante con su vida.

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Esto, lo sé, es tal vez lo más oscuro de todo lo que he escrito: asumo que no cualquiera está capacitado para prescindir de Dios basándose en la comprensión y la evidencia de las observaciones. Yo, que me considero persona de ciencia, curiosa, a la que le gusta leer, a mi mismo me costó, qué cojones, me costó unos cuantos meses, años, de recalibraciones, de replanteamiento de códigos, de quebraderos de cabeza, solo para darme cuenta que realmente nada cambiaba, y lo mejor de todo, para liberarme para siempre de cualquier otro dolor de cabeza al respecto:

“A quién le importa de dónde vengamos. Concentrémonos en a dónde vamos y en construir un futuro más ético y mejor”

 

Y es que, una vez que ya no tengo que pensar en si Dios existe o no, ¡y la de tiempo libre que tengo ahora para pensar en otras cosas!*

*(¡Trabajo!¡Familia!¡Pareja!¡Hijos!¡Dinero!¡Amigos!¡Gasolina!¡No Dormir!¡Carrera!¡Trabajo!¡Trabajo!¡Trabajo!… ¬¬)

 

El Sentido de la Maravilla

Pero en fin, no todo es oscuridad, no todo es ausencia, no todo es nihilismo existencial, ni pollas. Somos, ni más ni menos, que la herramienta que tiene el Universo para comprenderse a sí mismo.

Y esa me parece una razón bastante buena para existir.

Y es que, hasta donde sabemos (somos la única especie inteligente conocida, ¿no?) somos literalmente el cerebro del Universo, debemos sentirnos orgullosos de ser parte de un muchas veces aburrido y vacío, tantas otras violento e intenso Cosmos. Somos una combinación absolutamente alucinante de átomos, que forman largas cadenas codificadas y autorreplicables de ADN, que da lugar a…

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No, el ADN no da lugar al arco iris, da lugar a la vida tal como la conocemos. Pero la foto me parecía buena para hablar del ‘sentido de la maravilla’. No deja de ser esa vida la que existe para sentir la maravilla de esos colores, de lo contrario no habría nadie para apreciarlos.

¿Es esto un milagro? Bueno, la vida anda cerquita de violar el segundo principio de la termodinámica, solo que no, se queda en casi. Sin duda alguna ese tipo de orden que es la vida es un milagro por su improbabilidad, no por su imposibilidad. Es una historia de materia frente a a energía, la vida frente a la muerte, la inteligencia frente al instinto, la convivencia constructiva frente a la guerra y a la destrucción. La vida, la maravilla de la vida, es el verdadero milagro. Y tenemos la fortuna de conocerla y estudiarla, y el mundo que la rodea porque así lo hemos decidido, porque queremos.

 

La ciencia, que a muchos parece tan inabarcable o tan fría, realmente me parece una forma cojonuda y apasionante de ver el mundo, llena de color, de luz, de sobrecogimiento, de ese sentido de la maravilla del que hablo.

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Ay, cómo no quisisteis hacer mucho caso a aquella primera entrada del viaje a Islandia que hice ya casi dos años (al que pertenecen la mitad de estas fotos), quién sabe cuándo me entrarán ganas de publicar las que quedan…

Creo que es importante el sentido de la maravilla. La capacidad de emocionarse y de sentirse sobrecogido con una imagen, con un sonido, con un olor. Con la ciencia, con el arte, con un beso. Con descubrir algo nuevo, o redescubriendo algo conocido. Creo que la curiosidad, aunque sea tan solo la curiosidad, puede y debe de ser suficiente razón para no rendirse, para seguir adelante. Si no nos queda otra razón, esa por si sola es un buen Sentido de la Vida.

(…)

Antes decía que no somos individuos trascendentes ni relevantes a la escala del Universo, pero eso no significa que no lo seamos a escala local. Somos relevantes, trascendentes, importantes incluso, definitivamente lo somos, para aquellos otros seres ‘insignificantes a escala cósmica’ con los que convivimos. Aquellos iguales a nosotros, aquellos que nos rodean, algunos que tanto nos quieren y que tanto queremos, o que tanto echamos de menos. Tienen y tenemos el poder de dejar una huella en nosotros, en ellos, tienen el poder de habernos creado igual que tenemos y usaremos nosotros. Tenemos el poder y la responsabilidad de hacer(nos) el bien, y que tiene su efecto no solo en el presente, en el lugar y momento, sino que nos sobrevive, es  la herencia, el legado, un buen mundo por el que seguir luchando para no perder lo conseguido, y mejorando y construyendo sobre lo ya construido.

¿El Sentido de la Vida?

Qué coño: al final de lo que se trata es de intentar ser feliz, y de ser libre en la búsqueda de esa felicidad.

Si eres más feliz con la idea de un Dios y un más allá, ole tu polla. Como decisión íntima, libre y personal, me parece cojonudo. Pero de eso se trata: de ser libre, de ser tolerante, de vivir y dejar vivir, de no imponer a otros.

Expande tu mente, leyendo, viajando, compartiendo, estudiando la naturaleza, conociendo personas en tu camino. Colabora. Ayuda. Pon de tu parte. Construye. Devuelve tanto como se te da, y un poco más. Da sin esperar a cambio. Ama.

Pero qué cojones, los Monty Python lo dijeron mejor que yo. Buenas noches.

Serie completa

  1. Religiones
  2. El Gran Diseño
  3. Principio Antrópico
  4. La Solución Trivial
  5. Nihilismo Existencial
  6. El Sentido de la Vida

De cómo me convertí en ateo practicante. Parte 5: Nihilismo Existencial

Dejé esta serie colgando a la espera del cierre; el trabajo me tiene hasta arriba pero no lo he olvidado, por lo que aquí tenéis la última entrega.

Recapitulo un poco para refrescaros la memoria. En la primera parte, resumía mi opinión sobre las religiones actuales, sobre si son un problema o un beneficio para la sociedad. En la segunda, hacía la retrospectiva de mi viaje espiritual personal, deteniéndome especialmente en el libro de Stephen Hawking “El Gran Diseño”, y de ese momento incómodo en que no me quedó más remedio que aceptar, aunque me resistí, la no-existencia de Dios. El tercer episodio lo dediqué a explorar por qué el Universo parece deliberadamente “afinado” para permitir nuestra existencia e incluso ser nosotros consecuencia inevitable de él, y el cuarto y hasta ahora último capítulo lo dedique a argumentar de forma muy sencilla por qué la existencia de Dios plantea muchos más problemas y preguntas que su no-existencia, y lo liberador que resulta darse cuenta de ello.

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Como he hecho alguna que otra vez, iré ilustrando la entrada con fotos mías sin mucha relación con el texto, a las que quiero ir dando salida… ¿Trato?

 

Me dejaba en el tintero la pregunta más importante de todas: ¿Qué implicaciones tiene ser ateo (como creencia personal), o, de ser una verdad absoluta, la propia no-existencia de Dios? ¿Dónde quedan en tal caso la ética y la moral?

 

¿Dónde quedan el amor al prójimo, las guerras, el aborto, la violencia, el abuso del fuerte frente al débil, la enfermedad, el respeto a los animales y al medio ambiente? ¿Qué hay de nuestro futuro, de nuestra trascendencia y supervivencia como especie?

Para resumir a los impacientes y no cansaros:

Da igual.

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Para empezar; de existir, Dios no tiene nada que ver con todo esto. Depende exclusivamente de nosotros mismos. Pero es que de no-existir, también da igual. Pues, como en todo, su existencia o no-existencia afecta en la misma medida que cualquier otra cosa que no tenemos forma ni método de comprobar si es cierta o no: (¿existe solo mi mente y lo demás son proyecciones? ¿Está el gato de Schrödinger vivo o muerto dentro de la caja? ¿Vivimos en el sueño de un escarabajo cósmico? ¿Es esto Matrix?). La respuesta es tan sencilla como irrelevante: no nos afecta. 

 

Pero desarrollemoslo un poco más: si la razón para ser buenos, para amar, ser generosos y constructivos… es solo por miedo a la ira de Dios e ir al infierno, estamos muy pero que muy jodidos.

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Y es que a efectos prácticos, no hacer a los otros nada que no te gustaría que te hicieran a ti (y lo recíproco para cosas positivas) me parece un principio igual de válido para la convivencia, o mejor, que cualquier otro basado en principios sobrenaturales. De hecho es un principio tan sencillo que ni requiere explicaciones científicas para ser comprendido, tan solo empatía y sentido de lo práctico. La realidad cotidiana es que convivimos con seres muy parecidos a nosotros, a algunos de los cuales queremos mucho (y nos quieren), la realidad es que tenemos unas necesidades, biológicas y espirituales, e ir por ahí matando por ahí no ayuda mucho a aliviarlas.

Quicir, que ser ateo no te convierte automáticamente en asesino. Por si no había quedado claro…

Venga va, segunda y última vez que uso un meme de Bill O'Reilly

Venga va, segunda y última vez que uso un meme de Bill O’Reilly. Porque mira que es feo el cabrón…

 

Daré un último paseo antes de llegar al final.

Al hablar de ser ateo, en verdad hablo de más cosas, que ya he ido dejando caer a lo largo de los anteriores posts. Cuando hablo de negar a esa entidad sobrenatural, consciente, “absoluta y eterna”, lo digo en un sentido lógico, no necesito a la ciencia para decírmelo. Ni siquiera la necesito que me demuestre las respuestas a otras importantes cuestiones que nos suelen preocupar: ¿tenemos alma, espíritu? Y si existen, ¿van estos a alguna parte, cuando nuestro cuerpo físico muere/deja de funcionar? En resumen, ¿somos trascendentes?

No me hace falta ir a la neurología y bioquímica para encontrar la respuesta, tan solo reunir unos pocos números: que seas uno entre siete mil millones de individuos similares, y genéticamente no muy distintos del resto de organismos vivos que adornan la superficie de esa mota de polvo azul suspendida en un rayo de luz, no invita a priori a pensar en nuestra supuesta importancia.

Resulta que vives en el punto azul de la derecha.

Resulta que vives en el punto azul de la derecha. No, esta foto no la he hecho yo.

Personalmente, no creo en nuestra ‘trascendencia’ como individuos, no al menos en el sentido místico-clásico. Es mi humilde creencia, que tan solo va encima del hecho de que nuestra ‘identidad’ sobreviva en otra ‘dimensión’ va en contra de todo lo que conocemos sobre psicología, neurología, bioquímica, genética, antropología… y podría seguir contando. A mucha gente le entran vértigos y nauseas con solo contemplar seriamente esta posibilidad, incluso no faltarán los que pensarían en el suicidio, de pensar que “la vida no tiene sentido”. Yo, ya lo he dicho, creo que esta vida es la que es y es la que hay, no hay nada más ‘vida’ fuera de ella.

Es que eso es lo que yo creo, y creo que es importante por la razón que expongo a continuación. Se trata de tu responsabilidad de hacer las cosas bien a la primera, y no delegar tus esperanzas en un supuesto premio, o una segunda oportunidad, o una dichosa existencia en un ‘más allá’ donde existen paz y justicia eternas. La idea de un ‘cielo’ o de la ‘reencarnación’, a mi entender, se convierte a menudo en mala excusa, un alivio mierder para disculpar las cosas que no hemos tenido el valor de hacer en la vida que nos ha tocado vivir.

Y aquí viene la lección más importante (ojo, entramos en terreno anarroso-oprah-winfreysco): en tus manos está hacer de tu vida el mejor lugar posible para ti y los que te rodean. En tus manos está disfrutarla, en tus manos está vivirla. Porque cuando se acabe, se ha acabado.

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Acabamos en la última parte, que ya se encuentra publicada.

(…)

 

  1. Religiones
  2. El Gran Diseño
  3. Principio Antrópico
  4. La Solución Trivial
  5. Nihilismo Existencial
  6. El Sentido de la Vida