40 Años del estreno de “La Guerra de las Galaxias” (y puesta al día)

40 años de esta estampita, con gente saliendo del cine y volviendo a ponerse a la cola para ver de nuevo la película.

Hoy, 25 de mayo de 2017, hace 40 años que la “Star Wars” original se estrenó en los EE.UU. Para mi, necesariamente, esto es motivo de celebración.

Bien sabéis que siempre he sido un gran fan de Star Wars, pues para cuando se estrenaron las Ediciones Especiales, que también cumplen ahora 20 años, mi enfermedad* ya era declarada.

*y enfermedad es una palabra muy adecuada cuando hablamos de un niño de 13 años. Mirad qué cosicas me entretenía en dibujar entonces…

Por eso, podríais pensar que tenía algo muy especial para este 40 aniversario.

Pero no.

Varios factores confluyen en su contra. Y los voy a contar, claro.

Los dos primeros van cogidos de la mano. Un factor es que por definición este blog siempre ha estado empapado de Star Wars (o La Guerra de las Galaxias; pues me gusta reclamar este nombre), y poco más puedo decir que no haya dicho ya (para cualquier consulta, os remito a la sección especifica que tiene en este blog).

El otro factor es que hoy por hoy, al contrario que en otros tiempos, la popularidad de Star Wars está verdaderamente por las nubes. Y en esta época en la que, en primer lugar, está de moda ser ‘friki’ (lo cual es una contradicción en si mismo); y por otro lado, en un Hollywood que ha “trascendido” ya la etapa de reboots, remakes y trilogías planificadas, y directamente ha saltado al estrujar el concepto de “universos cinematográficos”, el de Star Wars se lleva totalmente la palma. De hecho, muchos nos hemos hecho ya a la idea de que es posible no vivamos para ver el ‘final’ de Star Wars; en este contexto ¿que voy a decir nuevo, que no digan mañana televisiones, radios, prensa e internet en general? ¿Qué análisis nuevo puedo ofrecer? Sigue leyendo

Mientras peor, mejor (2 de 5). La Sombra.

Nota: esta es la segunda parte de una serie que he dividido en cinco paquetes. Pero dado que la primera no es más que un resumen de mi vida de los últimos cinco meses, y puesta en contexto de por qué no he escrito en ese tiempo y me lanzo ahora a hacerlo de nuevo, si no te interesa, puedes empezar directamente por esta entrada.

Las ciudades de Naboo, Alderaan, Rivendel, o el San Francisco de Star Trek, siempre se han aproximado en mi cabeza a esa visión de un futuro tecnológico en armonía con la naturaleza. Por algo hice también este dibujo hace 11 años, que me gustaría revisitar algún día.

Siempre me he tenido a mi mismo por una persona bastante optimista, con una visión luminosa, esperanzadora sobre el futuro, sobre el mio propio, y el de la humanidad. Algo rollo Star Trek: un futuro cosmopolita, con un pueblo leído y educado y que vive en armonía con la naturaleza, un mundo sin pobreza ni desigualdades y desde luego sin conflictos sociales, un futuro en el que sobreviven los trabajos creativos y estos reportan no otra cosa que prestigio social, un futuro en el que no hay paro porque no hace falta trabajar; un mundo de abundancia material en el que la tecnología está totalmente a nuestro servicio, y nos hace sacar lo mejor de nosotros mismos. El puto Paraíso en la Tierra, vamos; y nuestro conflicto sería el de extendernos por el espacio, enfrentándonos quién sabe a qué peligros.

Y si, tal vez antes de alcanzar eso tendríamos que pasar por una buena guerra mundial o una pandemia fulminante, ‘nos hace falta un hervor aún’, solía y suelo pensar; pero creía que en general, a la humanidad, solo nos quedaba lo mejor por delante. Que llegaríamos a eso y en adelante todo cambio futuro y evento histórico vendría condicionado por la tecnología. Algo parecido a ‘el fin de la historia’, con algunos baches antes de llegar. Pero llegaríamos.

(…)

Ahora, sencillamente, no lo sé. No sé si el ser humano, tal y como es, en su condición actual, en su biología, es capaz de llegar a eso. O si lo sé, pero ese lugar al que nos dirigimos, que aunque en lo tecnológico sin duda será muy avanzado (y me fascina que así sea); en lo moral, en lo espiritual, en lo emocional, no sé si será necesariamente mejor, o ni siquiera… mejorable.

Blade Runner

Tengo ahora que decir que el futuro que imagino se parece bastante más al de Blade Runner: lluvioso, ácido, anónimo, anodino, gris, muy gris. Y si, el de la foto soy yo… xD

Y aunque creo que siempre he sido consciente -desde pequeño, de hecho- de la mierda y limitaciones que traemos de serie la condición humana… aunque siempre he sido consciente del inimaginable trabajo que hace falta tan solo que para mantener en pie lo que ya hay construido (y encima de eso, lo que queda por hacer), en los últimos meses he empezado a desarrollar esta visión que, si no es abiertamente sombría, si al menos desesperanzadora.

 

Para empezar, cambio climático

Lo primero, ya doy por hecho que el cambio climático, que es una realidad bien presente, ocurrirá hasta sus últimas consecuencias. Sin paliativos, sin que hagamos realmente nada por evitarlo. La energía solar y renovables en general, que son una realidad y es un hecho que se acabarán imponiendo, lo harán tarde, y solo por motivos económicos y no por motivos de concienciación o responsabilidad moral; y con todo, solo se impondrán cuando sean escandalosamente más baratas que las fuentes de energía fósil: la famosa y muy esperada paridad ya se alcanzó, y aun así eso solo sirve para que la mitad de nuevas instalaciones sean renovables. Y esto se hace por pura inercia mental e industrial. Traducido, esto es que tenemos centrales de carbón nuevas y relucientes que seguirán quemando por décadas tan solo que para amortizarse.

La Tierra no se convertirá en Venus, no, pero doy por hecho que los polos se derretirán, la extinción masiva del Holoceno llegará a sus últimas consecuencias, las ciudades costeras desaparecerán, y entre otros males, España se convertirá definitivamente en un erial. De todas las cosas malas que podemos hacer, esta es la que más fácilmente podríamos evitar, y al mismo tiempo, la que tendrá consecuencias más duraderas de todas. No hablamos solo de la muerte de seres vivos (humanos y no humanos), hablamos de la extinción de especies, hablamos de desaparición de legado y diversidad genéticas, hablamos de dejar huellas sobre la atmósfera y océanos que durarán milenios y que seguirán aquí incluso cuando nosotros mismos nos hayamos extinguido. El cambio climático será nuestro mayor legado, y aún así, ocurrirá.
Y aún así, seguiré reciclando, comeré y usaré el transporte de forma sostenible y responsable, y en general, ayudaré de cuantas formas estén en mi mano a crear un mundo más habitable y sostenible. Porque creo en ello.

Choque de civilizaciones

Sobre la guerra de Siria me encuentro especialmente sensibilizado. No en vano, y es la primera vez que digo esto públicamente, colaboro con Acnur, y es de las primeras cosas que hice nada más tener un sueldo fijo.

(Sabéis qué imagen va aquí. Sobran comentarios)

Que si, que si, que nada de esto de la guerra es nuevo, será que me hago mayor, que no soy el niño ni el adolescente que veía como algo distante en televisión las guerras de Irak o de los Balcanes. Pero aquí esta, está pasando ahora, como pasa en Nigeria, como pasa en Yemen, por eso me cabrea, me altera profundamente y lo hace a un nivel primario, cuando alguien sostiene con una indigerible livianidad dejar que los refugiados se pudran en nuestras fronteras o mejor, en su propio país, en una guerra que más directa que indirectamente han provocado nuestros gobiernos. Saqueos, fanatismo, radicalismo, familias enteras que se hunden intentando llegar, ¡10000 niños desaparecidos!… no entiendo como se puede justificar eso frente a la posibilidad de que se cuele un posible terrorista, terrorista que por cierto no tiene que colarse pues ya vive aquí, en nuestras narices, y desde hace generaciones.
Y al mismo tiempo, he de decirlo también, no abogo por un ‘dejarles entrar’ sin más, y no me refiero a refugiados, sino inmigrantes en general: no encerrándolos en un gueto sin más, cociéndose a fuego lento en una olla de desigualdad, desarraigo, desintegración cultural y especialmente paro y falta de oportunidades; el caldo perfecto para que fermenten radicalismos.
Valga decir que es en España uno de los países donde mejor lo hacemos (y no es mucho decir), porque si lo comparamos con programas de inserción social del chichinabo a la francesa, sin presupuesto, oportunidades o estrategia alguna, a la larga sabemos que pasa lo que pasa: ahí es donde surgen los terroristas.
De todo esto ya hablé cuando lo del Charlie Hebdo: ayuda real aquí, ayuda real en sus países de origen, acabar con el origen de los conflictos, crear paz y prosperidad para ellos, construirles hospitales y sobre todo escuelas, dejar en injerir en su política interna, secarle el agua de los terroristas, y así, invirtiendo tiempo y desde luego mucho dinero (y no el que se va en bombas), es como se resuelven los problemas. ¿Fácil? No. ¿Hay que hacerlo? Definitivamente. ¿Vamos a hacerlo con decisión, valentía, y mirada a largo plazo? Lamentablemente, ni de coña.

Acomodamiento en Occidente

Mientras, aquí, en nuestro acomodado Occidente, las blanditas nuevas generaciones están carentes de rumbo, de identidad; ignorantes del conflicto y dificultades de una vida en la que ya no somos educados en el esfuerzo ni se nos enfrenta a él, y que por tanto, nos está volviendo peligrosamente intolerantes a la frustración, y al fracaso.

“Tiempos duros crean hombres fuertes; hombres fuertes crean tiempos buenos; buenos tiempos crean hombres blandos; hombres blandos crean malos tiempos”. ¿Estaremos condenados por siempre a esto?

Además, esta generación, que no ha vivido ninguna dificultad y que al mismo tiempo cree que lo merece todo, está siendo siendo seducida por cierta élite supuestamente intelectual, que también sin rumbo, se alzan como abanderados y propietarios de movimientos tan importantes, nobles y legítimos como el feminismo, el ecologismo, la protección de los animales o el consumo responsable, concediendo la pegatina de aprobación o censurando a quien ellos creen pertinente, radicalizandose (percibo yo) en una espiral absolutamente intransigente, y buscando objetivos inalcanzables que, más allá de la absoluta condena al uso de la violencia en cualquiera de sus formas -faltaría más-, buscan a menudo buscan cambiar al otro y modelar la realidad; obviando que el cambio, el verdadero poder regenerador y transformador, empieza y está en uno mismo, y ese es el que hay que potenciar. Y estos son al mismo tiempo incapaces de establecer un debate real, incapaces de convencer, de explicar de forma accesible, de seducir con su mensaje, y provocando no solo la reacción de los sectores más reaccionarios (como por otra parte, cabría esperar), sino también el desapego de los más moderados. En definitiva, un discurso que suena a cabreo y sobre todo a derrota, con muy poca voluntad constructiva, y con un tono abiertamente rupturista que para nada suscribo.

El populismo

Pero la puntilla viene, os lo podéis imaginar, por el vigor del debate secesionista/nacionalista aquí en España, por el auge de la xenofobia en Europa; y por el triunfo del Brexit, del no a la paz en Colombia, y por supuesto, de la rata naranja con peluca. Por la tendencia a buscar soluciones fáciles y rápidas, y echando la culpa de los problemas a otros. Por la creciente, tremenda, acojonante desinformación que cada vez sale más a reflotar, y que ya tiene consecuencias reales sobre las decisiones que soberanamente se toman a través de las urnas. Por el desapego, desconfianza y abierto desprecio a la inteligencia, a la intelectualidad. Por la falta de educación, de criterio.

(…)

Lo temía hace seis meses, lo confirmaba hace dos, lo repito ahora: la sensación total que tengo es que nos vamos a la mierda.

Y en todo esto creo que internet tiene mucha, mucha responsabilidad. Lo vemos en la tercera parte.

‘Cuanto peor, mejor’

  1. Puesta al día
  2. La Sombra
  3. Internet, What have you done?
  4. La ciencia-ficción NO es ficción
  5. El dolor de la lucidez. Preguntas finales y conclusión

 

Y la Gran Democracia volvió a funcionar

Bueno, sobre esta noticia necesito escribir. Necesito la terapia de escribir algo, para expulsarlo, purgarlo, para reconciliarme con esta impactante realidad, que, las cosas como son, me ha dejado el cuerpo cortado lo que llevamos de semana.

elecciones-2016

Voy a ilustrarlo con esta imagen. Me niego a poner una imagen de esa rata naranja en mi blog.

Seguramente lo último que queréis es leer a otro bloguero catastrofista pataleando, y aunque no me voy a autocensurar, os voy a intentar conceder brevedad. Al fin y al cabo llevo escribiendo aquí más de diez años, y negarme a mi mismo esto ahora, o pedir disculpas por opinar* ¡sería el puto colmo!

*(amigos del facebook, me da coraje que os quejéis de que la gente se queje, meteos vuestra queja también por el ojete, o bloqueadme, me da igual)

 

Como decía, llevo estos días con el cuerpo cortado. Valga decir que Hillary no era ni mucho menos mi candidata ideal (si, me caía mejor Bernie Sanders, pero cometí el error de pensar que Clinton era un valor más seguro a la hora de contener a Trump, que nunca me pareció tener posibilidades realistas). Sin embargo llegó el miércoles por la mañana, con todas las putas encuestas en contra, y la imagen de Trump de presidente me parece muchas cosas y ninguna agradable. Me parece una estampa de chiste, de comedia mala, de república bananera; una broma de mal gusto. Pero lo que siento es más que incredulidad. Me ha costado reconocer por lo que estoy pasando, llamarlo por su nombre: estoy de luto, de duelo. 

 

(…)

Venga ya, hombre, diréis; ¿estoy sobreactuando? ¿Acaso era Hillary perfecta? ¿U Obama un mesías? ¿Es Estados Unidos la luz moral que guía al mundo? ¿No tiene su Constitución los adecuados mecanismos de contrapeso de poderes? ¿No conocemos ya este movimiento pendular, estos ciclos de acción y reacción entre progresismo y conservadurismo? ¿Es nueva la a veces asquerosa condición humana? Me lo repito a mi mismo: bastantes cosas pasan en el mundo, en España; y ya sobrevivimos a Bush Jr y el mundo siguió girando; esto no puede ser tan malo.

Empezaré por sacar algo bueno, y ahí va: es que la democracia ha funcionado. Si si, ha funcionado, no os engañéis. Limpiamente, con la tal vez injusta ley electoral en la mano, pero sin amaños ni pucherazos (por eso decidiré obviar el detalle de que Clinton ha ganado en número de votos). De todas maneras, decir esto no es decir mucho: también democráticamente elegidos y refrendados han sido Putin, Berlusconi, Orban, Maduro… pero con un detalle: ellos controlaban los medios. Trump ha ganado a pesar de la supuesta mano invisible (nada invisible sino totalmente visible y real), del dictado de los mercados, de los medios, del sistema, de la casta, incluso de su propio partido. Hasta a pesar de si mismo, Trump ha ganado. Eso es de alguna manera un triunfo, como, lo recordaré varias veces, el Brexit.

Tampoco puedo ignorar que su voto recoge muchas inquietudes y frustraciones que reconozco como legítimas, como la creciente desigualdad de poder adquisitivo, la concentración de poder por parte de las élites, una pérdida de soberanía que no sabemos muy bien a dónde conduce, y una globalización que está muy lejos de beneficiar a todos por igual.

¿Me preocupa? Claro que me preocupa, como en general me preocupan movimientos reaccionarios y conservadores, en Estados Unidos o dónde sea. Me preocupa el maltrato que pueden dar a los colectivos débiles y en minoría (latinos, musulmanes, LGBT) y a los servicios públicos (educación y sanidad); me preocupan su manera de obviar la realidad (suscriben el movimiento antivacunas o el creacionismo (WTF!!!)), y especialmente, muy especialmente -pues es la que más directamente nos puede afectar- su visión negacionista sobre el cambio climático.

Todo lo anterior me preocupa. Lo que es asco, me lo provoca pensar que esta rata naranja con peluca va a estar durante al menos cuatro años en nuestros televisores y portadas de periódicos; asco me provoca pensar que voy a estar cuatro años viéndole la jeta a este payaso, machista, oportunista, ególatra, bocazas, bravucón, sobrado y para colmo, tremendamente destemplado e imprevisible.

(…)

Todo lo anterior me preocupa y me asquea. Pero lo que me duele, no es nada de eso. Lo que me duele es lo que ha ganado, y su nombre no es Trump.

Lo que ha ganado han sido el desprecio a la educación, a la intelectualidad y a la inteligencia. Han ganado las agallas, las tripas. Han ganado las ganas de trolear, incluso. Ha ganado la sinrazón. No ha ganado la mejor parte (y esa parte tampoco era Hillary, no), sino que ha ganado el lado oscuro del ser humano.

Ha ganado la rabia, ha ganado el odio.

Ha ganado el miedo.

(…)

 

Y estos sentimientos ni siquiera han ganado en el país de La Gran Democracia cuando peor estaban (pues no ha sucedido en la profundidad de una gran depresión, sino cuando estaban ya bien fuera de ella, precisamente en buena medida gracias a las políticas de Obama; unas políticas que estaban funcionando), sino que han sucedido ahora, cuando parecía que les volvían a ir bien las cosas.

(…)

Se suele decir que la democracia es el menos malo de los sistemas que tenemos; pero a mi me gusta enunciar esa frase de la siguiente forma*, y la pongo así con comillas porque queda chulo:

La democracia es tan buena como el pueblo que la ejerce.

*Admite variaciones, claro, se me ocurren ‘la democracia no es mejor que el pueblo que la ejerce’ o ‘es tan buena como el nivel formativo de quienes la ejercen’.

No juzguemos tampoco a todos los ciudadanos estadounidenses ni les obliguemos a pedir disculpas, o que pase lo contrario a cuando salió Bush y entró Obama (muchos ciudadanos estadounidenses en el extranjero notaron instantáneamente un cambio de actitud sustancial hacia ellos), sería muy injusto. Pero este resultado, (¡incluso aunque Trump hubiera perdido!) es un justo retrato, una fotografía, una lección que debemos estudiar y de la que debemos aprender.

Pero sobre todo debe de ser la ocasión para reaccionar, salir de nuestra apatía, y tal vez la sacudida que necesitamos para sacar lo mejor de nosotros mismos.

(…)


 

Espero que el triunfo de Trump no vaya automáticamente acompañado, como ha pasado con el Brexit, por brotes de violencia, xenofobia y odio de forma espontanea, abusos que la presidencia de un negro, inexplicablemente, no han conseguido reducir.

Por nuestra parte, le debemos a Donald Trump, nos debemos a nosotros mismos, una mente abierta. Pues quién sabe, en su imprevisibilidad, en sus contradicciones, tal vez se desdiga de muchas de sus promesas, y tal vez mantenga otras; tal vez pueda hacer cosas realmente buenas. No ignoro tampoco que ha abrazado las consignas populistas de derechas -las que le han dado la presidencia- solo el los últimos años; y que durante años sus tendencias han oscilado entre la izquierda y la derecha. Tal vez, si sale reelegido dentro de cuatro años, no sea tan mala noticia. Tal vez.

Por lo demás, a lo que dije cuando el Brexit me remito. A los ‘caminantes blancos’ y el peligro de acomodarnos. Volveré, volveremos a hablar de esto, imagino dentro de unos meses, cuando su tendencia se perfile marcadamente, cuando muestre de verdad las cartas, cuando actúe, cuando realmente haya algo que comentar. Por nuestra propia salud mental, concedámosle eso.

Brexit, Trump, coletas, barbas y ‘White Walkers’: algunos humildes comentarios sobre geopolítica (2 de 2).

White_Walker_2x10En la entrada anterior, hablaba sobre el tema candente: el Brexit, y las consecuencias inmediatas que puede tener. Quiero bucear más en este tema y unos cuantos más que vienen al caso, pero aquella primera parte la cerraba hablando de una responsabilidad: la de hacerse ciertas preguntas cuando alguien quiere irse, incluso cuando no sea la mayoría. ¿Qué he hecho mal? ¿En qué puedo mejorar?

Redactando este texto, enseguida me he empantando durante párrafos a divagar sobre el problema nacionalista/separatista en España. Supongo que esas ideas darán para un buen texto, pero será otra vez. Solo diré que flipo con cómo el circulo de mierda de odio territorial está marcando la agenda política (‘nos queremos ir porque nos odiáis’, ‘os odiamos porque queréis iros’) mientras se dejan de lado problemas mucho más graves e incluso urgentes como el del paro, la corrupción, la educación o los servicios sociales. Flipo con cómo los partidos tradicionales se han sumergido en su propio pozo de mierda incluso cuando les salía nueva competencia a diestra y siniestra, con su incapacidad de tener una altura de miras y de acometer los problemas a largo plazo, juntos, mientras se ensimisman con sus viejas rencillas. En cualquier caso, me alegro de que tengamos más opciones para elegir de las que hemos tenido en cuarenta años, y eso es para mi un motivo de celebración.

hardhome bts white walker jon snow game of thrones helen sloan

Dicho esto, quiero lanzar una pregunta más amplia: Más allá de las ventajas económicas, o del sentimiento de orgullo de pertenencia a una nación ¿hay una necesidad real de estar juntos? Es más ¿Qué es estar juntos? ¿Juntos frente a algo? ¿Juntos en convivencia? ¿No estamos juntos ya, aunque no compartamos soberanía? ¿Es que si no la compartimos, es el fin de todo?

Dado que España, o la misma Europa, de dividirse, pueden convertirse en reinos de taifas (maravilloso ejemplo nos dejó la historia), vulnerables por separado ante la amenaza del norte, ¿Qué peligros corremos? ¿Qué nos espera? ¿Qué adversidades hay? ¿Qué ‘Caminantes Blancos’ nos acechan?

 

Los Caminantes Blancos

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La historia de Juego de Tronos, como decía, habla muy en su esencia sobre cómo las ‘urgentes’ rencillas internas y las estúpidas guerras en esos reinos de taifas que pueblan el ficticio continente de Poniente, impiden a sus reyes y lideres centrarse en hacer frente, unidos, a la verdadera amenaza que puede acabar con todos: la de unas abominables criaturas que se creía mitológicas, que llevan acechando milenios y han despertado para, ahora si, arrasar la civilización de forma inexorable: los ‘White Walkers’, o Caminantes Blancos.

Históricamente las personas, las tribus, las naciones... parece que en nuestra naturaleza humana solo nos unimos ante la presión de un desafío externo (y uso la palabra desafio, pues creo que a estas alturas la palabra amenaza queda grande)

El nacimiento de la Unión Europea tuvo sentido en un contexto marcado por la reciente guerra mundial, y la necesidad de cerrar heridas, reforzar y reconstruir unidos un continente arrasado por aquella guerra, y que compartía frontera con el oso rojo soviético. Por aquel entonces se crearían otras entidades como la ONU, la OTAN, la Comecon o el Pacto de Varsovia, en un mundo polarizado en dos grandes bloques, el capitalista y el comunista (ambos autodenominados democráticos).

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Sin embargo, cuando en 1989 cae el Telón de Acero y la Unión Sovietica colapsa, apareció el concepto de ‘fin de la Historia’: la democracia liberal triunfaba definitivamente, imponiendo su visión en el mundo, y en pocas décadas se podría hablar del fin de las guerras. Pero claro, en un Occidente sin grandes amenazas externas y con una ideología hegemónica ¿qué nos obliga a mantenernos “unidos”?¿No es nuestra mera convivencia suficientemente sólida? Europa no es tan fuerte como Estados Unidos, pero ¿es necesario medirse con ellos? ¿No son nuestros amigos?
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Brexit, Trump, coletas, barbas y ‘White Walkers’: algunos humildes comentarios sobre geopolítica (1 de 2).

maxresdefaultVarias veces he intentado convencer a mi padre de que vea Juego de Tronos. Quitando lo de que pasa de tecnologías y de que como no le de yo personalmente al ‘play’ no ve nada, cuando le cuento de qué va la serie y por qué debe verla, me suele replicar con una respuesta bastante sensata: para ver una serie de fantasía (y eso que él disfrutó con El Señor de los Anillos), prefiere ver alguna que se base en hechos reales, como Isabel, Hispania, Los Borgia o Los Tudor. Al fin y al cabo, dice, esas se basan en hechos reales, y mientras todas estas series -incluyendo JdT- tratan siempre sobre lo mismo (luchas de poder y la miseria de la naturaleza humana), al menos, ya de camino, aprendes algo de historia.

Razón no le falta, pero la fantasía de Juego de Tronos, aunque no nos enseña nada histórico, nos hace un retrato de esa misma miseria de la naturaleza humana contándonos algo más, de una forma que la misma realidad histórica no nos permitiría si nos queremos ceñir a ella, sino con un relato hecho a medida. Y en el caso de G.R.R. Martin, como bien acierta este artículo, la gran historia que cuenta Juego de Tronos es la del cortoplacismo, la estupidez, la de la falta de miras; una historia de patadas hacia delante, de cuando lo urgente desplace a lo importante; una historia de procrastinación.

El ‘Brexit’

Yo, como imagino que muchos de vosotros, tenéis a alguien que vive/trabaja ahora en el Reino Unido. Yo mismo estuve allí trabajando un año. Y mi hermana, sin ir más lejos, lleva allí desde 2012 y no tiene intención de volver. El resultado del referendum del jueves levanta preguntas inmediatas ¿Podrá seguir viviendo y trabajando allí? ¿Necesitará visados? ¿Qué pasará con lo que ha cotizado hasta el momento?

Como con todo, depende de dónde se me pregunte, pero me considero totalmente ‘europeo’. Además del año que pasé en Birmingham, estuve otro en Dinamarca como Erasmus, y entre otras cosas, acabas con la sensación de que, estés viajando a Noruega o Hungría, sigues en el mismo patio, sigues en ‘casa’.


El que ha triunfado este jueves en Reino Unido ha sido el voto de la estupidez, de la ignorancia; el voto desde las agallas, de las emociones. El voto de la desinformación. Un voto basado en un rancio sentido nacional e imperial, mezclado con una amalgama de rechazo a la inmigración (cuando la mayoría de inmigrantes que provocan rechazo son de fuera de la UE, por no hablar de los directamente nativos del viejo imperio: indios y especialmente, paquistaníes), y un profundo desconocimiento de economía.

Estrenando objetivo Tamron 18-270

Parto de la base de que UK y la misma UE están, estamos mejor juntos. Pero los independentistas de UK, con ese englishman de excelente dicción llamado Nigel Farage a la cabeza, hablan de la clase política europea como una clase arrogante, elitista, alejada de las verdaderas inquietudes y necesidades de la gente. Esgrimen la falta de soberanía, nunca han tragado del todo a Europa, y frente a ese sentimiento visceral y que no atiende a razones, poco se puede hacer a corto plazo. Por estúpidos y rancios, ni siquiera son capaces de prever que su viejo imperio más que probablemente se vea desmembrado: Escocia ya pide un nuevo referéndum de independencia, y no es descabellado pensar que el Ulster se pueda integrar dentro de Irlanda. Por no hablar de Gibraltar.

¿Supone estar en Europa una falta de soberanía? Sin duda, al entrar en el club elevamos muchas de nuestras decisiones a Bruselas y el BCE. Pero como bien acaban de demostrar los ingleses, y también se les ha señalado insistentemente a los griegos, lo cierto es que la puerta de salida está ahí para quien la quiera. Tal vez no podamos cambiar las reglas del juego, pero podemos elegir si jugamos o no.

Estrenando objetivo Tamron 18-270
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